Ángel Guerra Cabrera
La
honda crisis de la economía capitalista mundial no da tregua y amenaza
con adentrarse en la temida depresión, aunque hay autores que ya la ven
en esa fase. En todo caso, estamos ante mucho más que una crisis
estructural del capitalismo. Se trata de una crisis civilizatoria que
exige transformar raigalmente los patrones culturales y el sistema de
producción y consumo como única forma de preservar la vida de nuestra
especie. Ya el capitalismo amenazó arrasar con la civilización en los
terribles años de guerra general entre 1914 y 1945, agravados por la
Gran Depresión de 1929 y culminados con el genocidio de Hiroshima y Nagasaki.
Quién sabe en qué tragedia mayor habría concluido aquel drama si no es
por la derrota infligida al nazismo por el Ejército Rojo.
El trastorno actual se inició en 1973, cuando el presidente Richard Nixon atajó el deslizamiento de la economía estadunidense hacia el abismo, provocado por los gastos de la guerra de Vietnam,
el aumento de los precios del petróleo y el declive en la tasa de
ganancia. Unilateral y dictatorialmente desligó el dólar –moneda de
cambio internacional- del patrón oro y lo puso a “flotar”. Vulneraba
así, en provecho de los capitales yanquis y en detrimento de los demás
países –sobre todo los pobres-, los acuerdos de Bretton Woods, que
pautaron las reglas de la economía internacional bajo la batuta de
Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.
A partir de entonces, Washington
emprendió una demencial vorágine de impresión de dólares e instrumentos
de deuda sin respaldo productivo, con los que inundó los circuitos
financieros globales de moneda devaluada y ha llevado a cabo la estafa
más grande de la historia de la humanidad. La especulación financiera
pasó a ocupar un lugar mucho más relevante que la producción y el
comercio en la circulación monetaria y reforzó las políticas
neoliberales, experimentadas en Chile bajo la dictadura de Pinochet(1973-1990), elevadas a la categoría de dogma de fe mundial por los gobiernos de Ronald Reagan y Margaret Thatcher(1979-1990).
Son esas políticas generalizadas de
achicamiento del Estado, contención salarial, desmantelamiento de las
conquistas de los trabajadores, circulación libre de de capitales pero
no de fuerza de trabajo, privatización del patrimonio público,
socialización de las pérdidas de las corporaciones, especulación hasta
con los alimentos, inclemente degradación ambiental e inicio de un nuevo
ciclo de guerras coloniales(Afganistán, Irak, Libia),
las que han conducido a la debacle económica manifestada abiertamente a
partir del estallido de la burbuja inmobiliaria en Wall Street(2008).
Citada por pocos autores, otra causa
fundamental, en el orden geopolítico, de la descomunal ofensiva
internacional del capital contra los trabajadores y pueblos oprimidos,
fue el derrumbe de la Unión Soviética y demás países
del experimento socialista del este de Europa, empujado sí, por
gravísimos errores y desviaciones de sus partidos dirigentes, pero
portador de valiosas experiencias en la liberación humana y factor de
equilibrio hasta ese momento en la balanza internacional de poder. La
arremetida capitalista fue favorecida por los traumas subjetivos que
provocó la inesperada catástrofe, ahondados por una vulgar campaña
antisocialista que dura hasta hoy y la deserción hacia las filas del
liberalismo económico –apenas sin excepción- de las cúpulas
socialdemócratas europeas y partidos asociados en otras latitudes, así
como de muchos intelectuales. Mientras, un número considerable de los
partidos y grupos de orientación marxista y socialista han tardado en
sobreponerse a la conmoción y dar una correcta lectura a la nueva
realidad.
En 2010 irrumpió en Europa la llamada
crisis de la deuda soberana con graves consecuencias sociales,
acentuadas por el ultraliberalismo de la señora Merkel. España ha
entrado de nuevo en recesión y se vaticina la rápida caída de la
importancia, el tamaño de su economía y su quiebra no lejana dadas la
fragilidad de sus bancos y las extremas medidas de ajuste ordenadas por
Berlín, cumplidas al pie de la letra por el hidalgo Rajoy. De ser así
arrastrará consigo a la Unión Europea, le pegará a Estados Unidos, que
padece esencialmente los mismos problemas, solapados por la suicida
inyección de liquidez, y es, en fin de cuentas, el mayor responsable de
la crisis. Pero impactará mundialmente, aunque hay luz al final del
túnel.
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