María Torres
No dejo de pensar en Somalia. Yo
no sé, o tal vez sí, cual es la solución, pero de lo que estoy
absolutamente segura es de que para erradicar el hambre en el planeta,
primero hay que erradicar el capitalismo.
Muchas familias que están huyendo de Somalia
a causa de la sequía y la violencia, deciden dejar en el camino a los
hijos más débiles ya que saben que no alcanzarían llegar a los campos de
refugiados de Dabaab, el más grande que existe en el mundo. Según la ONU, en los últimos tres meses han muerto veintinueve mil niños somalíes
menores de cinco por la hambruna que azota a este país africano. Esto
es miseria. La negación de la opción posible, la nada, un presente sin
futuro.
Es doloroso ser consciente que mañana
morirán otras treinta mil personas en el mundo a causa del hambre. El
hambre mata lenta y dolorosamente a casi treinta y cinco millones de
personas al año ante la indiferencia de gran parte de la Comunidad
Internacional, pero aún es más doloroso comprobar que no hay dinero para
esta catástrofe de dimensiones extremas y si lo hay para rescatar
entidades financieras, las mismas que han provocado la crisis mundial
que padecemos, que se sigue fabricando y vendiendo armamento, que ACNUR
reclama fondos para alimentos y medicamentos que no llegan porque las
propias farmacéuticas y los gobiernos imposibilitan la distribución
gratuita y urgente.
Lo cierto es que no somos incapaces de
resolver el hambre en el mundo y no vamos por buen camino. África
recibirá este año menos de la mitad de la ayuda al desarrollo prometida y
de nuevo la comunidad internacional incumple los Objetivos del Milenio
fijados en 1996.
Comprobar que hay gente que está peor
que nosotros, no debería consolarnos, más bien preocuparnos. No es
humano dejar que la miseria anule las posibilidades de vida de otros. Da
igual que estén en Somalia o se trate del vecino de al lado. En ambos
casos son vidas de seres humanos. Personas que nacen ya sin derechos,
porque se los hemos negado. Culturas que nosotros, Occidente, hemos
esquilmado y hacia las que ahora no queremos mirar.
Las cifras de personas que carecen de lo
básico para sobrevivir con un mínimo que garantice un nivel elemental
de salud son extremadamente altas. 1.200 millones de seres
humanos no tienen acceso a agua potable; 1.000 millones carecen de
vivienda estimable; existen 840 millones de personas mal nutridas, de
los cuales 200 millones son niños menores de cinco años, y 2.000
millones de personas padecen anemia por falta de hierro; 880 millones de
personas no tienen acceso a servicios básicos de salud; y 2.000
millones de personas carecen de acceso a medicamentos esenciales.
Según estas cifras, el 80% de la población mundial vive en la pobreza.
La riqueza se concentra en unas pocas
manos. La pobreza afecta a muchísimas manos. Las causas que originan la
riqueza, suelen tener un reverso: las causas que originan la pobreza.
“Techo, tierra, trabajo, pan, salud, educación, independencia, democracia, libertad”. Estas fueron las palabras con las que se dio a conocer el Ejército Zapatista de Liberación Nacional
en el alzamiento del 1 de enero de 1994 y estas deben ser las
exigencias que debemos hacer a todos los gobiernos del mundo, porque
todavía faltan muchas cuentas que hacer cabales en la Tierra.
Aniquilar es tan fácil como no mover un dedo.
1 comentario:
joder que fuerte; todo por lo que nos preocupamos es tan patetico comparado con la situacion en Africa; Generacion F creo que podrias sacar algun articulo de las pandemias que azotan a Africa a ver cual es la que mas victimas se lleva cada año; como la malaria vs. el sida vs. el hambre...no se porque me parece que el hambre ganaria por un tramo grande.
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