miércoles, 16 de mayo de 2012

Obama sin química regional

Dos noches colombianas. El presidente pernoctó en Cartagena. (AP)

Los desencuentros entre Estados Unidos y Latinoamérica en la Cumbre de Cartagena en temas sensibles como Malvinas, Cuba y la guerra contra las drogas confirman el distanciamiento político de los últimos años entre Washington y la región.
Un mural sobre la Cumbre de las Américas de 1994 en la calle 8 de Miami aún congela el resplandor político de la derecha continental. Sonrientes y con la mano en alto, todavía perdura en la pintura los rostros altivos de los presidentes Carlos Menem, Alberto Fujimori, Carlos Salinas de Gortari y el norteamericano Bill Clinton. Esa imagen tenía un epígrafe político inequívoco: la Casa Blanca promovía la firma del Alca, un tratado de libre comercio que, finalmente, naufragó once años más tarde, en la Cumbre de Mar del Plata. Hoy, el encuentro interamericano de presidentes en Cartagena evidencia una relación totalmente distinta entre Estados Unidos y los países del Cono Sur. Es cierto, Washington sigue siendo la principal potencia global y tiene el poder necesario para imponer mucho de los temas en la agenda política con sus vecinos. Pero, a su vez, el proceso de integración latinoamericano ha impreso en los últimos años una velocidad inédita a la autonomía política de la región. Paralelamente, Estados Unidos –salvo en el plano militar– atraviesa un declive en su autoridad como hegemón económico global. En concreto, quizás el mural de Miami no ha perdido brillo gracias al mantenimiento que hace, periódicamente, la militancia anticastrista del barrio conocido como Little Habana pero, en el plano más político que artístico, es una foto vieja, antiquísima, y que sólo puede brillar en los manuales de historia.
Esta noche, el jefe de Estado norteamericano Barack Obama, y su enorme comitiva –alrededor de mil personas, mayormente empresarios y dirigentes de primera línea como la secretaria de Estado Hillary Clinton–, finalmente, retornará a su país luego de un encuentro a solas con el anfitrión Juan Manuel Santos, donde discutirán dos temas candentes: la lucha contra Farc y la firma del postergado TLC. Ahora bien, una vez sentado en la cómoda butaca presidencial del Air Force One, ¿Qué pensamiento dominará la cabeza de Obama? Ya era sabido que los tópicos sobresalientes de la Cumbre –la Cuestión Malvinas, el reingreso de Cuba al organismo y la guerra contra las drogas– iban a disparar roces y posturas disímiles entre los distintos presidentes. Aunque, Obama no sólo llegó a Cartagena para conocer la muralla colonial más grande del continente o relajarse escuchando a la celebrity Shakira, sino que se apersonó, fundamentalmente, para hacer negocios. En concreto, Estados Unidos registra la ascendente presencia extracontinental de China en su frontera sur y ese dato comercial lo inquieta. Por eso, Obama contraatacó a Beijing y disparó desde Colombia una declaración picante: “Durante la última década, el 41% de las exportaciones de América latina vinieron a Estados Unidos, mientras que sólo el 8% fue a China. Además, mientras que el 60% de las exportaciones que llegan a mi país desde el sur constituyen mercancías fabricadas, el 87% de las ventas latinoamericanas a China son productos de consumo básico”.

Guerra contra las drogas.

 Dicen los taoístas que la guerra es el mejor modo de fortalecer lo que se pretende combatir. No se sabe a ciencia cierta en que año fue pronunciado está máxima de la sabiduría china pero parece, perfectamente, aplicable al actual revés de la estrategia antinarcóticos norteamericana. Además, es tal el retroceso continental en la lucha contra los cárteles de la droga que hasta jefes de Estado latinoamericanos de buen diálogo con el Comando Sur norteamericano, como el presidente guatemalteco Otto Pérez Molina –un ex dictador acusado de crímenes de lesa humanidad– o el primer mandatario colombiano, plantearon en Cartagena la necesidad de modificar el enfoque militarista y prohibicionista que Estados Unidos promueve en la guerra continental contra las drogas.
Según Santos, los gobiernos de la región frente a la lucha contra las drogas “están como en una bicicleta estática. Permanecemos, en el mismo lugar, desde hace 40 años. Tenemos algunos resultados exitosos pero, padecemos una realidad concreta: el negocio del narcotráfico sigue y los muertos los sigue poniendo el sur”. ¿Y Obama que planteó al respecto en la Cumbre de Cartagena? En conversación con Miradas al Sur, la especialista en militarización y guerra antinarcóticos de la Universidad Nacional del Rosario, Adriana Rossi, subrayó que: “Estados Unidos también tiene una crisis interna con el tema drogas. A nivel doméstico, no bajaron ni el consumo ni la producción. Además, siguen ligando al narcotráfico con el terrorismo. Por eso, sus agencias de seguridad acusan, falsamente, de que los carteles mexicanos buscan la toma del poder político. Encima, por culpa de la crisis, recortaron hasta el presupuesto de la DEA y tienen dificultades en el poder de maniobras”.
En síntesis, Washington está comenzando a perder liderazgo regional en un segmento de la agenda donde su hegemonía parecía indiscutible. Según Alain Labrousee, fundador del Observatorio Geopolítico de las Drogas, el enfoque de Estados Unidos es un camino de ida, directamente, al fracaso: “Hoy hay menos hectáreas de hoja de coca cultivadas en Suramérica, pero se produjo un importante aumento de la productividad por hectárea y, sobre todo, una mayor proporción de cocaína obtenida por hojas de coca gracias al trabajo eficiente de botánicos y químicos que trabajan para los narcos. En suma, una larga y costosa guerra ha modificado el modo de operar del mundo de la droga, pero la producción no ha decaído”.

Una agenda, poco consenso.

“La historia demuestra que las ansias de libertad y dignidad humanas no pueden negarse para siempre. Ningún régimen autoritario dura eternamente”, la frase fue pronunciada por Barack Obama, pero el país en referencia no es Arabia Saudita ni ninguna de las monarquías petroleras apoyadas por su país, sino que la advertencia fue dirigida hacia el gobierno cubano liderado por Raúl Castro. En ese sentido, queda la sensación que la Cumbre de Cartagena será la última cita interamericana en que la silla de La Habana este vacía. No sólo porque fue muy manifiesto el apoyo de los países del Alba y del tándem Brasil-Argentina hacia la isla. Está vez, hasta gobiernos de corte más neoliberal, como Colombia, o bien se solidarizaron con el aislamiento de Cuba, o bien guardaron silencio, como el Chile de Sebastián Piñera.
Por último, la Cuestión Malvinas volvió a evidenciar que Estados Unidos tiene su prioridad en el sistema de alianzas puesta en la Otan y no en tejer una unidad continental con los países del sur. Recapitulando, todos los países que participaron en la Cumbre reiteraron al Reino Unido la exigencia diplomática de que negocie su posición en el Atlántico Sur. Todos, salvo Canadá y Estados Unidos. Y, esta intransigencia tiene sus costos. Según la consultora Gallup, la popularidad de Obama en la región “cayó quince puntos en los últimos tres años”. Aquella promesa de cambio que simbolizaba, tres años atrás, el primer afroamericano en llegar a la presidencia norteamericana se desvaneció enseguida, parecen decir los números.
En fin, si se repasa la poca química política que existió entre Obama y sus pares de la región, la única muestra de cariño que puede llevarse la administración demócrata tiene algo de bizarro. Durante el fin de semana, los habitantes de un pueblo llamado Turbaco insistieron y soñaron, infructuosamente, con regalarle un burrito típico de la región al presidente norteamericano. Nadie del Pentágono se comunicó con ellos pero era imposible que el animal se adaptara al hábitat de los jardines de la Casa Blanca. Es que los climas cada vez son más incompatibles entre el norte y el sur. Políticamente, también, claro está.

No hay comentarios.: