Me
imaginé por un momento que estaba en la Edad Media, cuando se realizaron las
cruzadas bajo el auspicio de la Iglesia Católica, para restablecer el
control cristiano sobre
Tierra
Santa, las cuales
duraron casi 200 años (1095
-
1291), a punta de sangre y muerte. Estas imágenes mentales me llegaron
mientras escuchaba al Cardenal Jorge Urosa, Arzobispo de Caracas, en una
disertación que estaba realizando en las instalaciones del Instituto de
Previsión del Profesorado (IPP) de la APUCV, el miércoles 08 de mayo
pasado, en el marco
de un foro denominado “El Cristianismo hoy en la Universidad”.
Parte de la
comunidad universitaria de la UCV estaba presente, entre los cuales se
encontraba el ex rector de esta Casa de Estudio, Gusieppe Giannetto
, conocido opositor
del país.
De una
manera sutil, suave, como neblina que penetra en el bosque, que apenas
permite ver el camino, el Cardenal exclamaba con pasmosa tranquilidad ante
el público, palabras que encerraban un mensaje sumamente peligroso, como
cerilla prendida en el pajar. Palabras más, palabras menos, expresaba que
“el compromiso que tiene todo cristiano es el de combatir el mal, de hacer
todo lo posible para que el mal sea eliminado en este país que ha sido
dominado por la violencia en los últimos años”. Palabras que pudieran sonar
inocentes en oídos inocentes, en otro contexto, en otro país. Pero ni eran
inocentes, ni mucho menos los oídos de los presentes y en un contexto de un
país que está en un año electoral con una alta polarización política.
Pero
continuaba el Cardenal con un público silencioso, reflexivo, entrando como
suaves dardos a sus mentes las ideas que asomaba el clérigo. Sugería el
pensamiento pero volvía a esconderlo, tenía el fino arte de hablar pero no
decir, hasta que en un momento no aguantó más y liberó lo que tenía guardado
y calculado ante el auditorio: “Por cierto, estas mismas palabras fueron
dichas por el Papa en su reciente visita a Cuba, quien decía que había que
combatir el mal en la isla”.
Estaba
dicho, ahí estaba el mensaje, el corazón de lo que quería enviar esa tarde a
los universitarios, y que lo había logrado, al comprobar que una de las
profesoras participantes, para más colmo, profesora de la cátedra de “Paulo
Freire y la americanidad”, exclamó con mucha emoción visceral (valga el
término) al finalizar su derecho de palabra, “Ud tiene razón, hay que
combatir el mal que está ubicado en un sector del país, creando odio entre
nosotros. Esta pesadilla que tenemos hoy en el país hay que terminarla
porque…¡¡¡Todos somos Radonski”!!!
Triste,
pero así como sucedió en este evento, está sucediendo en muchas parroquias
de esta Caracas y de regiones del país. Tal como en la época de Bolívar,
cuando los curas le hicieron campaña en contra de la Independencia y del
Libertador; así como los sacerdotes conspiraron en los tiempos de Jesús de
Nazareth para atraparlo y crucificarlo, así está pasando actualmente. La
Jerarquía de la Iglesia Católica está conspirando, están ayudando a crear la
matriz de opinión, nada cristiana, que el odio y el mal viene de un sector,
el sector chavista, creando discriminación entre los venezolanos con sus
mensajes disfrazados, y algunas veces, descarados.
Mi ética
me obligó pedir la palabra y entre otras cosas le dije con una
auto-sorpresiva serenidad: “así como el cristiano debe amar al prójimo como
así mismo (palabras del evangelio), también debe buscar la verdad. Y la
verdad no estuvo presente en el día de hoy en este espacio”. Silencio
sepulcral.
Continúe: “Porque hay otra verdad: el mal no está en un sector del país, ni
mucho menos en Cuba como Ud quiso decirlo sutilmente en su intervención,
estimado Cardenal. El Papa Juan Pablo II advirtió al mundo con mucha
antelación que el Capitalismo Salvaje iba a conducir al mundo a un conflicto
de grandes proporciones. En ese capitalismo está el mal. En la explotación
del hombre y de la mujer”.
Ya en
ese momento Giannetto volteó junto con los demás a mi dirección. No vacilé y
proseguí: “El mal está en los gobiernos de los países ricos, que en nombre
de la libertad y la democracia, representando los intereses de las
transnacionales, han invadido numerosos países, sembrando la violencia y la
muerte de poblaciones enteras. Esto es parte del mal y el cristiano está
obligado de combatir y denunciar”.
Ya la
incomodidad se respiraba en todo el auditorio. Ya terminando porque el
moderador no aguantaba más, me apresuró y dije: “Ud Cardenal mencionó
en sus palabras que el cristiano debe ser valiente, pues ahora estoy siendo
valiente ante un auditorio totalmente identificado con una posición política
diferente a la mía, pero es necesario hacerles ver que uds no tiene la única
verdad.”
Y yo
tampoco pude aguantar más y disparé: “Pero también es verdad, mi estimada
profesora, buscando su rostro, en Venezuela NO todos somos Radonski!”.
Profesor Miguel A. Alfonzo
Facultad
de Medicina, UCV
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