jueves, 24 de mayo de 2012

Carlos Varela, trovador: “Se dicen muchas tonterías sobre Cuba”

Fue censurado a fines de los '80, vivió 2 años en la casa de Joaquín Sabina y tiene programadas giras por Estados Unidos, Latinoamérica y Canadá. Sin embargo, su residencia está en La Habana, ciudad que lleva “en los huesos”. El músico protegido de Silvio Rodríguez se presenta el 13 de mayo en el Nescafé de Las
Carlos Varela empezó a componer canciones cuando tenía 15 años. Terminaban los años '70 y las guitarras de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés sonaban al ritmo de la Revolución Cubana, generando las bases de la Nueva Trova, movimiento musical vinculado a la izquierda, que se reprodujo en todas las peñas de una Latinoamérica apaleada por un rosario de dictaduras.
10 años después le tocaba a Varela protagonizar la escena musical de la isla, que terminando la década se tornaba más crítica con el sistema encabezado por Fidel Castro y el Partido Comunista. Su canto le valió la censura, pero su música fue defendida por Silvio Rodríguez y otros músicos, que vieron en la voz del cantautor una reflexión necesaria.
Este domingo 13 de mayo en el Teatro Nescafé de las Artes, Carlos Varela  trae desde La Habana canciones de todos esos años y todos esos discos, como parte de una gira por Latinoamérica, Estados Unidos y Canadá. Será un encuentro íntimo en formato trío, que tiene muy entusiasmado al representante de la novísima trova, que sólo se ha movido un largo período de Cuba para pasar 2 años en Madrid en casa de su amigo Joaquín Sabina.
“La nueva trova es uno de los movimientos culturales mas importantes de los últimos 40 años en Cuba. Hoy en día se siguen escribiendo canciones hermosas, comprometidas y en muchos casos críticas con el tiempo que nos tocó vivir, igual que sucede en Chile, Brasil, Argentina o España”, cuenta Varela a Nación.cl a través de correo electrónico.
-¿Cuál es la misión de la trova en la Cuba de hoy en día?¿Defender la revolución o proponer cambios?
-No se trata de una misión, la trova no es un ejército. Se trata más bien del compromiso que asume cada autor con su obra y su tiempo. Los artistas cubanos saben y sienten que ser consecuentes y críticos con su tiempo es una manera de transformar para bien su sociedad y eso sucede no solo en la música, sino también en el cine, el teatro y la literatura que están haciendo los más jóvenes en la Cuba de hoy.  Pero donde primero lo notas es en la calle hablando con la gente. Incluso los que mas defienden la revolución también critican y proponen cambios al sistema actual.


Imagen foto_00000001-Tengo entendido de que fuiste perseguido a fines de los '80 ¿Cómo hiciste para zafar?
-No fui perseguido, fui censurado. Estuve prohibido un tiempo a finales de los '80, pero nunca perseguido, eso sería otra cosa. Durante ese periodo lo que hice fue seguir escribiendo muchas canciones con honestidad, con mi verdad, con mis razones para seguir luchando por ellas, hasta que un día todas estas canciones salieron a la luz y desde entonces pasé de cantar para 50 personas a tocar para 5 mil jóvenes cada noche. Fue increíble para mí ver cómo estos jóvenes coreaban cada uno de estos temas sin tener yo un disco todavía. La gente grababa los conciertos en vivo y se pasaban las cintas de mano en mano. Esos conciertos se convirtieron en verdaderas catarsis sociales en La Habana de aquellos años. También tengo que decir que siempre conté con el apoyo y la defensa incondicional de Silvio Rodríguez, que es como mi padre espiritual.

-Muchos cubanos críticos deciden irse de la isla. ¿Por qué quisiste quedarte?
-He conocido buena parte de este mundo gracias a mi música, pero llevo a Cuba en los huesos, no podría vivir fuera de ella mucho tiempo. Siento que la tierra me llama. Viví 2 años en Madrid, en casa de Joaquín Sabina, pero de vez en cuando me tenía que escapar para cargar pilas en La Habana. Muchos de mis colegas se han ido para intentar desarrollar sus carreras por ahí, a algunos les ha ido muy bien y a otros no tanto. Es curioso que muchos delimitadores de primaveras, muchos de los que en aquellos años pedían mi cabeza, me censuraron y me prohibieron, terminaron largándose de Cuba y yo sigo aquí.
-¿Qué tan crítico de la autoridad se puede ser en Cuba?
-Creo que mucho más de lo que se toleraba en los años '80.   En los últimos meses por ejemplo han aparecido artículos en ciertos medios oficiales criticando directamente determinadas políticas o instituciones del estado.  Creo que es un buen paso de avance. Pero no se trata solamente de ser crítico o de que se permita la crítica. Tendremos también que encontrar la manera de convertir las críticas y las opiniones diferentes en materia prima para soluciones que nos ayuden a mejorar nuestro modelo social, el país y la nación.
-¿Te parece que se ataca demasiado al modelo cubano desde afuera?
-Me parece que se dicen muchas tonterías sobre Cuba. Demasiado frecuente se escuchan opiniones exageradas tanto de los que aman como de los que odian el modelo actual. Si quieres saber realmente lo que pasa en mi país no pretendas encontrarlo en ningún diario, en la radio o en la televisión.  La mejor manera es darse una vuelta por La Habana o por cualquier rincón de la isla para que veas y compruebes que nada es en blanco y negro.
-¿Qué has sabido de los movimientos sociales en Chile?
-He leído y he visto imágenes de las movilizaciones masivas de estudiantes chilenos peleando por sus demandas por una educación pública gratuita y como eso se ha ido amplificando a  otros sectores sociales. Me imagino que a pesar del poco tiempo que vamos a estar, podamos conocer de primera mano lo que está pasando realmente en Chile.
-¿Cómo se ven desde Cuba los levantamientos que ha habido en diferentes parte del mundo a través de movimientos como los Indignados o la llamada Primavera Árabe?
-La prensa en Cuba le ha dado mucha cobertura tanto a lo que está sucediendo con el movimiento de indignados en Europa y Estados Unidos como a la llamada primavera en el mundo árabe. Hemos podido ver muchas imágenes de ambos casos. Creo que estos sucesos demuestran una vez más que la voluntad de los pueblos no se puede ignorar, especialmente cuando existen fuertes crisis económicas o sociales. No estoy seguro si todas las aspiraciones de los indignados y de los que iniciaron las primaveras árabes se podrán alcanzar, pero definitivamente representan un punto de giro en la historia de estos países y una señal de que vivimos en un mundo cambiante.

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