lunes, 7 de mayo de 2012

La crisis estadounidense continĂșa


La crisis estadounidense presenta varias dimensiones interrelacionadas: la quiebra de la hegemonĂ­a estadounidense y su cuota de participaciĂłn en los mercados mundiales, en especial en Asia y AmĂ©rica Latina; el aumento de las desigualdades de clase y la «recuperaciĂłn» econĂłmica diferenciada entre capital y trabajo; y un Estado policial cada vez mĂĄs represivo y concebido para evitar la oposiciĂłn interior a las nuevas guerras en el exterior (sobre todo, contra IrĂĄn) y al descenso a largo plazo del nivel de vida.

Nada ilustra con tanta claridad el declive del imperio estadounidense como su cuota de contracciĂłn del comercio mundial y las manufacturas, en este Ășltimo caso por la contundente apariciĂłn de China como «taller mundial».  Incluso en las «esferas de influencia» estadounidenses tradicionales. Estados Unidos ya no es el comerciante y agente financiero dominante en AmĂ©rica Latina y el Caribe.
Entre los años 2005 y 2010, los bancos estatales chinos prestaron mĂĄs de 75.000 millones de dĂłlares mĂĄs a AmĂ©rica Latina que el Banco Mundial, el Banco de Desarrollo Interamericano y el Ex-Imp Bank (la agencia estadounidense de crĂ©ditos para la exportaciĂłn) juntos. Estados Unidos ha sido desplazado por China del papel de principal socio comercial de Brasil, Argentina, Chile, PerĂș y Ecuador, especializĂĄndose en las exportaciones agromineras.  La devaluaciĂłn de facto de la moneda estadounidense y las tasas de interĂ©s subvencionadas por el Estado han perjudicado a las exportaciones brasileñas y han producido lo que su Ministro de EconomĂ­a califica de «guerra monetaria», lo que sitĂșa a Estados Unidos en una trayectoria de colisiĂłn con la economĂ­a mĂĄs grande y mĂĄs importante de la regiĂłn. En sus Ășltimas reuniones con la presidenta Rouseff, Estados Unidos no ha presentado ninguna iniciativa econĂłmica importante para reformular las relaciones de Estados Unidos con Brasil. Tampoco ha conseguido imponer sus sanciones petrolĂ­feras contra IrĂĄn en AmĂ©rica Latina y Asia. India y China han rechazado las medidas estadounidenses y han seguido comprando petrĂłleo iranĂ­. 

Pese a un ligero y endeble descenso del desempleo, consecuencia principalmente de la reducciĂłn de la mano de obra debido al hecho de que muchos parados de larga duraciĂłn han dejado de buscar empleo, la economĂ­a norteamericana ha sido incapaz de abordar una inflamaciĂłn del dĂ©ficit fiscal de 1,6 billones de dĂłlares. Debido a la acumulaciĂłn de deuda pĂșblica y de los hogares, a Washington le estĂĄ resultando difĂ­cil encontrar la vĂ­a para una recuperaciĂłn sĂłlida. Tampoco puede recurrir a «exportar» su salida del estancamiento volviĂ©ndose hacia Asia, puesto que China, India y el resto del continente asiĂĄtico estĂĄn perdiendo empuje econĂłmico. Es probable que el crecimiento de China en el año 2012 sea el 7,5 por ciento, muy por debajo del 9 por ciento habitual, y el de India decrecerĂĄ del 8 al 5 por ciento o menos.  AdemĂĄs, la polĂ­tica de Obama de cerco militar y exclusiĂłn econĂłmica y proteccionismo descartarĂĄ cualquier estĂ­mulo nuevo procedente de China.
La crisis econĂłmica estadounidense ha golpeado con la mĂĄxima fuerza a la clase media y trabajadora. Ese segmento no ha recibido nada que se parezca al billĂłn de dĂłlares de rescate que se entregĂł a Wall Street para mejorar su apurada situaciĂłn socioeconĂłmica.
SegĂșn un informe, «unos 12 millones de prestatarios, uno de cada cinco propietarios de vivienda hipotecados en Estados Unidos, debe mĂĄs de lo que vale su propiedad», lo que deprime el mercado inmobiliario y reduce en varios billones de dĂłlares el valor neto de las viviendas estadounidenses. (1
El «descenso del desempleo» declarado por el gobierno de Obama es consecuencia sobre todo de la reducciĂłn de la mano de obra desde los 146 millones a que ascendĂ­a en 2007 hasta los 140 millones en 2011. En el año 2008, el 62,7 por ciento de la poblaciĂłn tenĂ­a empleo; antes de que empezara el año 2012 habĂ­a caĂ­do hasta el 58,5 por ciento, lo que explica un descenso del desempleo del 9,3 al 8,3 por ciento. Si en el año 2012 estuviera buscando trabajo el mismo nĂșmero de trabajadores que en el año 2007, el desempleo serĂ­a superior al 11 por ciento. La caĂ­da de la renta media es causa y consecuencia del acusado descenso de la «clase media». Los puestos de trabajo bien remunerados del sector manufacturero estĂĄn siendo sustituidos por «empleos mal pagados en el ĂĄmbito de los servicios»: mĂĄs del 90 por ciento de los 27,3 millones de puestos de trabajo de nueva creaciĂłn en las Ășltimas dos dĂ©cadas pertenecen al sector servicios. 

La explotaciĂłn de la mano de obra se evidencia en el aumento de la productividad, aun cuando el nĂșmero de trabajadores haya disminuido: todos los beneficios de las innovaciones tecnolĂłgicas se deben al capital, pues las mĂĄquinas sustituyen a los trabajadores. A medida que aumenta la eficiencia, los puestos de trabajo se desvanecen y los beneficios aumentan. En los Ășltimos veinte años, la contribuciĂłn de la mano de obra a la renta nacional ha descendido del 63 por ciento al 58 por ciento. Mientras que el salario medio ha disminuido un 2,7 por ciento desde la recesiĂłn de los años 2008-2010, los beneficios han aumentado casi un 30 por ciento. Mientras que el mercado interior se contrae, Standard & Poor obtiene el 33 por ciento de sus beneficios de la explotaciĂłn de mano de obra barata en el extranjero. La globalizaciĂłn ha perjudicado sin duda a la mano de obra estadounidense y ha beneficiado al conglomerado multinacional. Un ejemplo pertinente es el de General Motors, que en el año 2011 registrĂł unos beneficios de 7.600 millones de dĂłlares, los mĂĄs abultados de su historia. 

El proyecto de presupuesto de Obama para 2013 propone ahondar en la divisiĂłn social recortando gastos de atenciĂłn sanitaria y seguridad social en 364.000 millones de dĂłlares, mientras que solo aumenta los impuestos a los ricos en menos de un tercio de esa suma.
Ante un descontento creciente por la crisis econĂłmica, las guerras imperiales en el exterior, el aumento del precio del petrĂłleo y el descenso del nivel de vida, Estados Unidos ha acrecentado inmensamente la legislaciĂłn policial permitiendo que el Estado asesine a ciudadanos sospechosos de confraternizar con terroristas mal categorizados y suspendiendo la supervisiĂłn judicial ( habeas corpus ) en la realizaciĂłn de intervenciones policiales en hogares, oficinas y sitios de Internet.
Una orden presidencial del 16 de marzo de 2012 autorizĂł la clausura gubernamental de todos los centros de trabajo importantes y la militarizaciĂłn de la mano de obra en tiempo de «emergencia»… lo que incluye tiempos de paz.
Estados Unidos e Inglaterra son los mayores perdedores de la reconstrucción económica iraquí durante la posguerra. De los 1.860 millones de dólares en proyectos de infraestructura, las empresas de Estados Unidos y Reino Unido obtendrån menos de un 5 por ciento. Es probable que se produzca un balance similar en Libia y otros lugares. El militarismo imperial estadounidense destruye a un adversario sumiéndose en deudas para conseguirlo y los países no beligerantes cosechan los lucrativos contratos de reconstrucción económica de la posguerra. De hecho, la construcción del imperio detrae billones de dólares en gasto militar sin extraer ninguna riqueza económica acorde. En realidad, se exprime la economía nacional para financiar un imperio militar de 700 bases en el exterior. A medida que las guerras se multiplican, el consumo interior se contrae.

El estancamiento y la recuperaciĂłn econĂłmica estadounidense sin empleo queda patente en el creciente nĂșmero de estadounidenses que dependen de los comedores populares, en la epidemia de desahucios (mĂĄs de diez millones de personas deben 3 o mĂĄs plazos de su hipoteca) y en el hecho de que el 30 por ciento de los escolares tienen que recurrir a los desayunos y comidas gratuitos.
La explotaciĂłn de la mano de obra («productividad») se ha intensificado cuando los capitalistas obligan a los trabajadores a producir mĂĄs por menos sueldo, con lo que ensanchan la brecha de renta entre salarios y beneficios.  Hace varias dĂ©cadas, el salario medio de un consejero delegado estadounidense era setenta veces mayor que el de un trabajador ordinario. Hoy dĂ­a es 350 veces superior. Las desigualdades han alcanzado una cota sin precedentes y siguen aumentando: en los Ășltimos diez años, el 1 por ciento mĂĄs acomodado de la estructura de clases recibiĂł el 90 por ciento del incremento de las rentas, lo que ha supuesto un descenso real del salario medio superior al 5 por ciento.

La mala situaciĂłn econĂłmica y el aumento del desempleo vienen acompañados de recortes salvajes de gastos sociales para pagar el rescate de los bancos, las agencias de inversiĂłn y la industria del automĂłvil con problemas econĂłmicos. Los debates entre los partidos demĂłcrata y republicano giran en torno a cuĂĄnto recortar los programas de salud pĂșblica para jubilados (Medicare) y pobres (Medicaid) y cĂłmo continuar privatizando la seguridad social con el fin de garantizar la «confianza» de los titulares de bonos del Estado. Ante un abanico de opciones polĂ­ticas reducido, el electorado reacciona votando en contra de los gobernantes, absteniĂ©ndose en masa (mĂĄs del 60 por ciento de abstenciĂłn en las elecciones al Congreso y el 50 por ciento en las elecciones presidenciales) o mediante movimientos de masas espontĂĄneos y organizados, como la protesta «Occupy Wall Street». 

El descontento, la hostilidad y la frustraciĂłn predominan en la cultura polĂ­tica norteamericana. Los dos partidos principales intentan desviar las crĂ­ticas y distraer a los votantes descontentos demonizando a los ciudadanos y paĂ­ses islĂĄmicos calificĂĄndolos de «amenaza para la seguridad nacional» y aumentando el poder policial del Estado a costa de las libertades constitucionales. Los demagogos del Partido DemĂłcrata culpan de todo a las prĂĄcticas comerciales injustas de China, en lugar de a la huida generalizada de las multinacionales estadounidenses del territorio nacional. Los demagogos del Partido Republicano culpan de la devastaciĂłn econĂłmica del sector manufacturero llevada a cabo por Wall Street, sobre todo, a los trabajadores inmigrantes latinoamericanos por «robar puestos de trabajo estadounidenses». Ambos, siguiendo los pasos del « lobby israelĂ­», despotrican contra los islamo-fascistas de IrĂĄn.

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