martes, 1 de mayo de 2012

Estados Unidos pone piedras en el camino del gobierno argentino

Emilio Marín

Los más experimentados gobiernos del Tercer Mundo saben cuánto empeño pone Washington en complicarles la vida. Cristina Fernández, en cambio, tuvo en el G-20 muchas expectativas. Esta semana debe haberlas reducido.

Tribuna Popular TP AGRESION IMPERIALISTA.- En noviembre de 2011 la presidenta argentina tuvo un encuentro que consideró espectacular con Barack Obama. En rueda de prensa conjunta desde Cannes, en un alto de la cumbre del G-20, ella elogió el rol de EE UU y su liderazgo mundial. En línea con ese piropo, valoró como extraordinaria la función de las 500 empresas norteamericanas de la Cámara Americana de  Buenos Aires (AMCHAM) y sus inversiones de 12.000 millones de dólares. Dijo que de cien de estas empresas, 60 eran líderes en EE UU.

Tales declaraciones presidenciales conllevaban el objetivo de mejorar las relaciones políticas, económicas y comerciales con la superpotencia.
Esta política viene fracasando considerablemente desde la cita de la riviera francesa hasta nuestros días. El lunes 26 el presidente Obama informó que había decidido sancionar a Argentina con la pérdida de los beneficios propios del Sistema General de Preferencias (GSP en inglés). Se trata de productos de otros países que entran al mercado estadounidense sin pagar aranceles.
Aunque en el caso argentino se trataba de una dispensa muy pequeña, de menos de 20 millones de dólares anuales, el gesto político es ostentoso: tarjeta roja para el país, sacada en la cara del gobierno cristinista que quiere ser un muy buen amigo de la Casa Blanca.

Más vale que el cronista está de parte de la Casa Rosada en este y todos los conflictos que se generen sobre una variedad de temas. Entre el país propio y el peor imperio de la historia hay que ser muy mal nacido, caso de algunos sectores de la oposición conservadora, para darle la razón a la potencia extranjera.
Que además, no la tiene. El argumento de Obama es que Argentina no pagó los 300 millones de dólares reclamados por dos empresas norteamericanas que pleitearon ante el CIADI (el tribunal arbitral de diferendos sobre inversiones, que funciona en la órbita del Banco Mundial). Una de ellas es Azurix, del grupo vaciador Enron, y la otra el fondo Blueridge, que se consideraron afectados por decisiones de las autoridades locales. Azurix, como se recordará, prestaba un pésimo y caro servicio de provisión de agua potable en Buenos Aires, hasta que dejó de prestarlo y fue reemplazado por ese estado provincial. Luego llegó el turno de recuperar Aguas “Argentinas” (grupo francés Suez) y crear Aguas y Saneamientos Argentinos (AySA).

En algunos funcionarios argentinos no falta ánimo de pagar esa injusta factura del CIADI; se menciona al ministro Hernán Lorenzino en esa ubicación conciliadora. Pero aún los más condescendientes con la idea de pagar reclaman una condición mínima: que el fallo del citado tribunal sea traído a la jurisdicción argentina. Como se sabe, en los ´90 el entreguista Carlos Saúl I admitió que todos los diferendos se ventilaran en tribunales extranjeros, resignando la jurisdicción nacional. El fallo fue previsible a favor del dúo multinacional y al demorarse el pago vino la sanción, módica, pero sanción al fin de cuentas.

DEFENSA POCO “NACIONAL Y POPULAR”

Del lado norteamericano, aquellas medidas reforzaron las campañas de los “fondos buitre” contra Argentina, de allí que causaran euforia en esos inversores tan poco transparentes, agrupados en el lobby de bonistas denominado AFTA. Se trata de los inversores que no aceptaron ingresar en el ventajoso canje que les propuso el gobierno de Néstor Kirchner primero y el de CFK después, con Roberto Lavagna y Amado Boudou respectivamente en Economía.
Supletoriamente, el Departamento del Tesoro vino impulsando desde 2011 que el BID no concediera nuevos créditos a Buenos Aires, tratando de mantener las condiciones “de sequía” de préstamos. Es una especie de castigo a un país que se declaró en default hace once años y luego se distanció del FMI y el neoliberalismo.
Todas las políticas de claro cuño imperial fueron apoyadas, de un modo directo o indirecto, por los medios monopólicos Clarín y La Nación. Se solazaron con cada anuncio adverso al país por parte de Victoria Nuland, vocera del Departamento de Estado. Supuestamente, tales anuncios darían la medida de lo malas que serían las relaciones a nivel gobierno entre los dos países. ¡Como si Obama pudiera ser considerado como la medida de la sensatez y corrección de las relaciones internacionales de Argentina!
La mano norteamericana estuvo detrás de la protesta de varios países contra el nuestro. El comunicado de marras acusó a Argentina de poner trabas a las importaciones y, por esa vía, a dificultar el comercio internacional. La queja tuvo por ámbito la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Si es por la escasa velocidad con que se tramitan los expedientes en esa Organización, el gobierno de Cristina no debe ponerse nervioso. Baste decir que la Ronda Doha de la OMC, para liberalizar el comercio (léase para moldearlo al interés de las multinacionales y las principales potencias) comenzó en noviembre de 2001 y aún no logró los acuerdos básicos. Claro que tratándose de una sanción contra un socio del Tercer Mundo puede que la OMC adquiera otra velocidad de marcha.
La respuesta del gobierno nacional a las disposiciones norteamericana y del grupo crítico dentro de la OMC fue despareja. De un lado se puede rescatar la defensa que el vicepresidente Amado Boudou, el canciller Héctor Timerman y la ministra Débora Giorgi hicieron de la posición oficial. “El Gobierno seguirá ejerciendo la decisión soberana de sus políticas comerciales”, sostuvo el comunicado del Palacio San Martín.
La postura no fue ir corriendo a Washington a pedir disculpas y prometer que no volvería a suceder, como en el tiempo de las “relaciones carnales”.
Pero el costado negativo fue la argumentación del canciller y la ministra de Industria. Casi que preguntaron: ¿por qué nos sancionan o critican si somos el mercado que más importó productos dentro del G-20? Los que nos cuestionan, alegaron, aumentaron un 25 por ciento sus ventas a nuestro país. “Hoy la Argentina tiene una economía dos veces más abierta que en los 90”, expresó Giorgi.
La pregunta que queda picando para hacerle a la ministra es: ¿Y esa apertura es buena o mala?  Por lo visto hasta aquí, Buenos Aires se abre el doble y Washington se cierra en igual proporción.

QUIÉN ES QUIÉN

Las sanciones estadounidenses tomaron al gobierno argentino con la guardia baja. Cuando ocurre eso, el boxeador o el político salen muy lastimados.
El 9 de febrero pasado, el canciller Timerman recibió a la enviada del Departamento de Estado, Roberta Jackson, cuando aún no había sido confirmada por el Capitolio. Los respectivos embajadores, Jorge Arguello de esta parte, y Vilma Martínez de la otra, también fueron de la partida.
El comunicado de la reunión pintó un panorama color rosa, donde todos los temas conversados habían dejado un sabor a consenso, sea en los asuntos comerciales como en los políticos, de educación, lucha contra el terrorismo, la Minustah en Haití y un largo etcétera.
Dos semanas más tarde la embajadora Martínez tuvo una entrevista con los ministros Lorenzino, Giorgi y Norberto Yauhar (Agricultura),
El último nombrado se quejó de que con la administración Obama persisten las trabas al ingreso de los limones y cítricos dulces de nuestra producción. Ni un limón puede entrar al mercado del norte. La exportación de 20.000 toneladas de carne fresca argentina a EE UU se acordó en 2000 pero aún no ha podido concretarse por las trabas de allá argumentando una aftosa ya superada.
Por su parte Giorgi dio los datos preocupantes del déficit argentino frente a EE UU en manufacturas de origen industrial: 4.600 millones de dólares anuales. ¿Somos tontos o qué? Resulta que la potencia no deja entrar ni un limón y en la Aduana de Buenos Aires pasan a mil kilómetros de velocidad esas costosas manufacturas “made in USA?
Las exportaciones a EE UU son el 5 por ciento del total de lo que la Argentina vende al mundo, pero las importaciones de productos yanquis son más del 10 de ese total. La conclusión es clara: o le vendemos más o le compramos menos. “La directiva de la Presidenta no es equilibrar la balanza comprando menos, sino vendiendo más, y éste es el objetivo de la diplomacia argentina”, declaró entonces el embajador Jorge Argüello. Bueno, tendrá que ir cambiando de táctica luego de lo visto esta semana, pues esa política cristinista ha fracasado rotundamente.
Parece haber llegado la hora de un replanteo de las políticas comerciales e internacionales en el plano político. Todo indica que con el imperio se avecinan nuevos tiempos de confrontación y sanciones, propias de su naturaleza tipo escorpión pero también de la coyuntura de crisis que vive desde 2008. Mejor sería amarrar más las relaciones con Unasur, CELAC, ALBA, Movimiento de Países No Alineados, Grupo de los 77 más China y BRIC (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
No se trata sólo de vender más limones, carnes y cereales, que es muy importante, sino también que en estos ámbitos y espacios internacionales, y no en Washington, están los países amigos que más apoyan a Argentina en su reivindicación de soberanía en las islas Malvinas.

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