En algún lugar del duelo, la impunidad y la impotencia flagelan los atisbos de la resignación y desde el fondo de un corazón herido emerge el clamor por la justicia; y las voces del quebranto que irrumpen el silencio oficioso suavizan las fibras endurecidas de la empatía y esparcen el valor civil entre los versos de un poema...
No!... esta no es la primera, ni será la última de las marchas exigiendo justicia y seguridad, pero sí es diferente: la marcha se ha mantenido impoluta al rechazar la intervención de partidos y personajes políticos, y esa línea irrevocable le confiere legitimidad y autoridad moral. Y no!... ninguna de las marchas anteriores provocaron una reacción tan colérica y obstinada del ejecutivo.
En uno de sus peores alardes de autoritarismo, Felipe Calderón pretendió diluir esta protesta con el gastado argumento de la guerra contra el crimen organizado, en un discurso obstinado y beligerante el mandatario malinterpretó el reclamo de justicia, confrontó a los mexicanos del bien contra las gavillas del mal, y en un paralelismo sin sustento, equiparó esta cruzada obstinada con la gesta heroica de Puebla en el 1863. Sólo faltó que enunciara con toda pompa y circunstancia que por decreto del cielo todos los hijos de esta patria son soldados a su disposición.
n foros mediáticos con la participación de especialistas y personalidades que no produjeron ningún cambio, en foros inocuos donde las autoridades escucharon con oídos sordos los reclamos de las víctimas, en diálogos con representantes de un gobierno marcado por la necedad que culminaron sin conclusiones ni compromisos.
Pero no es fortuito el resurgimiento de la solidaridad entre los dolientes, de la empatía entre los compatriotas que sobreviven en esta patria sin ley y sin justicia. No. No es una utopía poética esperar un México mejor. No. No es un sueño que el llanto de los otros provoque una indignación nacional. No. El futuro no es un lugar remoto, es la secuencia inmediata que se escribe en el presente con las voces del quebranto que irrumpieron el silencio oficioso, que suavizaron las fibras endurecidas de la empatía y esparcieron el valor civil entre los versos de un poema…
Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm
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