sábado, 7 de mayo de 2011

Mumia Abu-Jamal desde el corredor de la muerte: La guerra contra nosotros mismos.


Mientras pasa el vigésimo año desde que el Oeste declaró la guerra contra el ahora fallecido Saddam Hussein, y el estado de guerra fomenta aún más violencia en Irak y Afganistán, hay otra guerra que está siendo librada hoy en día, una guerra que recibe poca cobertura en la televisión, en la radio y/o en los periódicos.

Esa guerra tiene su propia carnicería psíquica y física, sus pérdidas, sus perdedores — y, sí, sus ganadores.

Los/as perdedores han sido forzados/as fuera de sus casas. Han sido forzados/as fuera de sus empleos. Algunos/as han sido llevados/as al borde de la locura y más. Y sí, ha habido muertes; pero dicho otra vez, esto ha sido ocultado de la vista pública.

Eso es porque esta guerra ha sido esencialmente una guerra de clase — una guerra contra la clase pobre y trabajadora para beneficiar a la clase dominante y a la industria financiera.

Las armas de esta guerra han sido el desempleo, las ejecuciones hipotecarias y los ajustes a las líneas de crédito. Y mientras que se ha retirado dinero de las carteras y de los bolsillos de millones, el erario público ha sido usado para llenar los cofres de los bancos, pero también para financiar locas guerras en otras partes del mundo — como los casi $3 billones (3 millones de millones) para financiar las incursiones en Irak y Afganistán, frecuentemente para asegurar los gobiernos corruptos y narco-cleptócratas en el poder.

Hay que repetirlo: Trillones del erario público están siendo gastados para financiar guerras totalmente innecesarias, y cientos de miles de millones se regalan a bancos privados e instituciones financieras mientras que el desempleo, la falta de vivienda y la desesperación crecen a niveles verdaderamente epidémicos que no se han visto por generaciones.

Las escuelas se están desmoronando, cuando funcionan, lo cual es raro; las bibliotecas están cerradas; los servicios públicos merman y desaparecen como lluvia en los ladrillos en un día caliente de verano. Y las prisiones están abarrotadas hasta las costuras.

Las guerras son siempre contra los dos lados — los vencedores y los perdedores. Y en la era del complejo militar-industrial, la guerra se hace el combustible de la riqueza para un pequeño puñado de negocios.

Pero tiene costos mucho más allá que los ataúdes cubiertos con la bandera, las extremidades hechas añicos, el viento aullando por las mentes dañadas, y algo tan banal como el número de bajas de algún “enemigo” imaginado.

Trae consigo las mismas aflicciones de la instantánea recesión: desempleo, embargos, carencia de hogar y, sí, desesperanza. Es una guerra contra nosotros mismos.

¿Quién es Mumia Abu-Jamal?
ROBERT BRYAN:

Mumia Abu-Jamal se convirtió en un periodista y escritor destacado en Philadelphia antes de ser detenido. Siempre se ha centrado en los derechos humanos y ha criticado a las autoridades que abusan de su poder, lo que incomodaba a algunas personas.
 Pero él no calló.
Pasó a ser conocido en la prensa como “la voz de los sin voz” por hablar a favor de los pobres y las personas de las que abusan el Estado, el Gobierno y las autoridades.
Mumia asistió a una marcha de George Wallace, un gobernador de Alabama cuyo éxito político se basaba en el racismo y la segregación y que se hizo conocido tras bloquear la entrada de la Universidad de Alabama para impedir que unos jóvenes negros se inscribieran. '
El racismo y la brutalidad eran terribles, pero Mumia asistió a aquella marcha de todos modos y fue pateado allí. Más tarde diría que aquello determinó su entrada en las Panteras Negras, que entró “a patadas”. Desde el momento en que fue arrestado, la idea ha sido pararle y ejecutarle. Pensaron que le callarían enviándole al corredor de la muerte, que dejaría de escribir. De manera irónica, ha tenido el efecto contrario y es más conocido hoy que antes de ser arrestado. Parece que la única manera de callarle es ejecutándole. He trabajado en más de 200 casos de pena de muerte y nunca he visto un caso en el que se haya gastado tanta energía para matar a alguien. Incluso el gobernador actual de Pensilvania ha declarado que le gustaría ver a Mumia ejecutado antes de dejar su cargo.
Alguien me preguntó una vez si no sería más fácil si Mumia dejara de escribir. Sus comentarios aparecen semanalmente en varios periódicos y programas de radio.
Habla, no sobre sí mismo, sino sobre derechos humanos, pobreza, guerra, derechos de las mujeres, educación... Pero parte de lo que le hace especial es que alza la voz en contra de las injusticias. Si se silencia su voz, si se silencia su pluma, se destruirá lo que le hace ser especial.
No quiere morir, quiere vivir. No desea ser ejecutado. Pero no callará como periodista; no callará para salvar su propia vida. Desde el corredor de la muerte ha escrito seis libros que han sido publicados en diferentes idiomas y ha estudiado un Máster de la California State University.

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