viernes, 27 de mayo de 2011

Obama, gerente de turno, Por Manuel Freytas


Como lo fue Clinton, como lo fue Bush, Barack Obama, más allá de sus discursos "progresistas", es sólo la pieza ejecutora de intereses estratégicos metidos en un tablero global (el poder imperial USA ) que excede las voluntades personales de los eventuales gerentes de turno en la Casa Blanca.

Los mismos que (por "izquierda" y por "derecha") vendieron a Obama como la contracara de Bush, hoy coinciden en el dictamen: Obama es lo mismo que Bush.

¿Y porqué Obama es lo mismo que Bush? Obviamente, porque hace lo mismo que Bush: Defiende y aplica la "guerra contraterrorista" en todos su niveles, mantiene las ocupaciones armadas en Irak y Afganistán, se prepara para nuevas acciones militares imperiales contra el "eje del mal" en Medio Oriente, Asia y África, y aplica las recetas ortodoxas del capitalismo depredador a nivel planetario y dentro de las fronteras de EEUU.

¿Quién cambió? ¿Obama, o los que edificaron el mito mediático de Obama más allá de la realidad del Imperio?
La realidad puso las cosas en su lugar, y para entender qué empezó con Obama, primero hay que entender qué empezó con Bush.

Que empezó con Bush


 
Para entender lo que siguió (Obama) a la era de Bush, hay que entender primero qué fue lo que empezó con la era de Bush en materia de política estratégica del Estado imperial USA.

La administración Bush, tras el 11-S, no solamente instaló un nuevo sistema de control político y social por medio de la manipulación mediática con el "terrorismo", sino que además inauguró un "nuevo orden internacional" (sustitutivo de la "guerra fría" con la ex URSS) basado en la "guerra contraterrorista" que sirvió de justificación a las nuevas estrategias expansionistas del Imperio norteamericano y de las trasnacionales capitalistas.

En términos geopolíticos y militar-estratégicos, con la utilización de la leyenda mediática de Bin Laden y el peligro del "terrorismo internacional", a partir del 11-S el Imperio norteamericano (potencia locomotora unipolar del planeta desde la caída de la URSS) sustituía aspectos claves de su supervivencia como Estado imperial.
En un planeta sin guerras inter-capitalistas, ya casi sin conflictos armados (al margen de Irak, Afganistán y Medio Oriente), la leyenda de Bin Laden y el "terrorismo internacional" sirvió (y sirve) para alimentar y justificar las estrategias expansionistas del Imperio norteamericano, para crear nuevos y potenciales mercados a la trasnacionales capitalistas de EEUU y Europa, y para mantener en funcionamiento a los complejos militares industriales que han encontrado en la "guerra contraterrorista" su nueva tajada ganancial en el negocio armamentista.

Es decir que, desde el punto de vista del dominio geopolítico militar, la leyenda de Bin Laden y el "terrorismo internacional" fue utilizada por Washington para justificar la existencia de un nuevo "enemigo estratégico" (sustitutivo de la Unión Soviética) que fundamentó una nueva doctrina de seguridad nacional ( las "guerras preventivas") y que se empezó a instrumentar con las invasiones a Afganistán y a Irak.

En resumen, la "guerra contraterrorista" nunca fue una "política de Bush", sino una estrategia de reestructuración global de los métodos de conquista del estado imperial norteamericano, que se convirtió en línea rectora del sistema capitalista a escala planetaria.

 

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