Javier Couso
Se acerca el día de dar la bienvenida a la Marcha Negra de la minería que llega a Madrid
después de haber recorrido cientos de kilómetros en defensa de sus
puestos de trabajo y del futuro de pueblos y comarcas enteras.
Esta marcha representa la dignidad que
nos ha devuelto la sonrisa, la esperanza y la ilusión de reivindicar de
nuevo, con ímpetu renovado, la conciencia de clase, el orgullo obrero
frente a la filosofía neoliberal del fin de la historia o la
posmodernidad del “ni de izquierda ni de derecha”.
La lucha
minera, como la de los astilleros o la que surge de las grandes
concentraciones industriales, por su cohesión, por su firmeza, han sido
siempre el objetivo a batir tanto por los gobiernos social-liberales
como por los abiertamente neoliberales.
La saña con la que la Primera Ministra británica Margaret Thacher,
ese santificado icono del liberalismo, combatió a los sindicatos
mineros es un ejemplo claro y la derrota de esa lucha obrera una debacle
para el conjunto de la izquierda en el Reino Unido.
Por eso no me extraña nada que en el principio de la legislatura del Partido Popular
cuya hoja de ruta es una guerra contra las libertades y el concepto
público de la sociedad, se haya buscado el conflicto abierto contra la
comunidad minera en un intento de desarbolar los pocos sectores
organizados que quedan en el movimiento obrero.
En las zonas mineras se da una alta
afiliación sindical con marcado sentido de clase que todavía entronca
con la propia sociedad. A pesar de la desmovilización producida por unas
cúpulas que, en muchos casos, olvidaron sus orígenes y se convirtieron
en gestores de servicios para una clase que se creyó media, pese a las
corruptelas o la burocratización, cuando se ataca al conjunto del carbón
este responde con movilización firme en tajos y calles.
Es en ese músculo donde muchos nos
sentimos reflejados, hartos de tragar con la tibieza que permite 18
reformas laborales, hastiados de ver pisar alfombras, del pacto tras
pacto,… en fin, de ver el suicidio de organizaciones que se forjaron con
sangre y prisión, puestas al servicio de los intereses del lado progre
del bipartido, ese que nos desindustrializó y precarizó tanto como la
derecha.
Por eso al Partido Popular no le está
resultando nada fácil doblegar a una fuerza que marcha unida y cuyo
apoyo social crece al compás de su muestra de poderío en medio de un
desierto de incapacidad generalizada para responder con acierto a los
ataques salvajes contra sectores tan básicos como la educación y la
sanidad.
En una situación de agresión constante
con un alto nivel de represión contra estudiantes, profesores y
movimientos sociales, está resultando casi imposible criminalizar las
acciones de defensa que realizan los mineros ante las fuerzas
antidisturbios de la Policía o de la Guardia Civil.
Hombres, mujeres, jóvenes, familias
enteras que, además, saben batirse el cobre frente a porras, pelotas y
botes de humo. No, no es tan fácil conseguir que honradas familias
trabajadoras apoyadas por comarcas enteras sean vistas como terroristas
de la “kale borroka”.
Con cada kilómetro recorrido, con cada
día de encierro en las galerías, con cada corte de carretera, con cada
manifestación, la minería nos está dando un curso de recuperación sobre
la materia lucha, esa que suspendimos o a la que no nos presentamos.
Esa fuerza, esa unidad, apunta al norte
necesario de unir luchas y recuperar conciencia. Juntos, cuando
entendemos nuestra clase y nos unimos obreros, parados y estudiantes no
hay quien nos pare.
Necesitamos, más que una nueva forma de
lucha, una limpieza en las estructuras y una vuelta al origen, a saber
quien somos y a defender que la riqueza del país se ponga al servicio
del pueblo.
Sé que el Madrid digno recibirá como se
merece a estos luchadores y luchadoras que ojalá sean capaces de
tiznarnos de negro dignidad y que ese color sea tendencia en próximas
movilizaciones.
La minería en lucha debe vencer. Ellos ya
luchan, nosotros, cada uno de nosotros y nosotras, debemos darle toda
nuestra solidaridad activa. Su victoria es la victoria de todos.
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