Jorge Gómez Barata (especial para ARGENPRESS.info)
Todo
comenzó con la conquista que en lugar de la promoción de la
civilización organizó el más grande saqueo que se conozca. En
Iberoamérica las casas reinantes europeas instalaron regímenes a su
imagen y semejanza y fueron todavía más lejos, al implantar la
esclavitud y practicar la trata de esclavos durante tres siglos.
Si
bien la trata y la esclavitud fueron abolidas por la independencia, no
ocurrió lo mismo con la exclusión, la propiedad de la tierra ni con las
estructuras económicas y políticas de las cuales surgieron los
latifundios que impidieron el desarrollo de la clase campesina a la vez
que asentaron plantaciones y haciendas operadas con criterios
esclavistas y semifeudales.
Aquellas
fórmulas aplicadas al conjunto de la actividad económica y social se
incorporaron a la cultura y entroncaron con el capital extranjero que se
asoció a la oligarquía, la acogió bajo su protección y en lugar de
trascender sus prácticas, las aprovecho. Así sin burguesía nacional ni
proletariado, gremios ni organizaciones obreras, se formó la estructura
de clases de las sociedades latinoamericanas y con ellas las élites
gobernantes cuya peculiaridades esenciales son la dependencia y el
autoritarismo.
En
Iberoamérica no se desarrolló la democracia porque aunque imperfecta e
incluso siendo formal, necesita de las masas y la participación, se
realiza mediante instituciones que en su propia práctica crecen, maduran
y se hacen razonablemente eficaces impidiendo las tragedias que forman
el medio milenio de la historia paraguaya, que lejos de terminar, con la
independencia abrió con otro trágico capitulo.
Ningún
otro país de América Latina ha tenido que aislarse del mundo para
sobrevivir como hizo el presidente José Gaspar Rodríguez de Francia y
ninguno vivió experiencias semejantes a las guerras de la Triple Alianza
y el Chaco que sin solución de continuidad prepararon el advenimiento
de la dictadura de Alfredo Stroessner, entre cuyas peores acciones
figura el Plan Cóndor.
El
bien fraguado y alevosamente realizado Golpe de Estado palaciego que
echó de la presidencia Fernando Lugo, un hombre de fe y de paz, apegado a
su origen popular y excesivamente decente para lidiar con las mafias
oligarquías herederas de Stroessner no es un accidente, sino una
evidencia más de cómo el imperio aprovecha la ignorancia y la exclusión y
el raquitismo de nuestras instituciones.
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