domingo, 15 de julio de 2012

Gringolandia ataca de nuevo


Publicado por Maggie en En Nuestra América
Llámense suaves o blandos, tanto el reciente golpe de estado en Paraguay como sus antecesores acendraron el predominio del imperio norteamericano en la región
Por MAGGIE MARÍN
A Latinoamérica la está singularizando la contraofensiva imperial para recuperar el control del hemisferio. El día a día, los avances y retrocesos, los lances frente al sempiterno acoso gringo, inducen al olvido. O nos confunde. Pero aunque sólo en tres ocasiones hubo intervención militar, durante los últimos 20 años en nuestra región cayeron 21 presidentes. Por estos días, expertos en política latinoamericana pusieron ante nuestros ojos esa cifra de espanto.
No se precisan ya soldados en la calle para tumbar gobiernos. El modelo de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Brasil, está en desuso. Genera mucha alharaca universal y hoy sería doblemente espinoso, con Internet y las redes sociales. Optan por socavar y sitiar a los gobiernos populares con métodos de un auténtico catálogo para escoger el que mejor se ajuste, luego adicionan el acoso de los falsimedios locales y de las grandes corporaciones mediáticas. Obtienen el mismo resultado. Sin tanta sangre.
Claro, más tarde se pasan facturas y se hace limpieza a fondo. De ahí que tres años después del secuestro y expulsión del presidente Manuel Zelaya, las cifras de homicidios y violencia en Honduras estén entre las más altas del mundo.
Washington concede mucha importancia al rescate del control absoluto en Latinoamérica, y no descuida métodos y oportunidades. Por eso, además, reorganiza sus tropas. De ahí el lanzamiento de la Alianza del Pacífico (AP) constituida por Chile, Perú, Colombia y México, justo cuando la iniciativa regional cayó en manos de los gobiernos que integran el ALBA, y el MERCOSUR, con tanta luz larga que fundaron bloques estratégica y geopolíticamente tan importantes como la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Así, mientras bajo dominio gringo la AP se proyecta como contrapeso a la corriente de gobiernos progresistas y se intenta contrarrestar el liderazgo de Brasil en la zona, Unasur y Celac son espacios para trascendentales debates que estuvieron desarticulados y ahora germinan en excelentes proyectos económicos (Banco del Sur, la moneda única, el Fondo de Reservas para el Desarrollo), en valiosas decisiones sociales, militares, y políticas, como la posición de Mercosur y Unasur de suspender la membresía de Paraguay ante la ruptura del orden constitucional en el país.
El “golpe parlamentario” contra el exobispo Fernando Lugo y el motín policial y las marchas indígenas en Bolivia son pues los últimos productos de la ya apuntada contrainsurgencia estadounidense, ejemplos de las dinámicas más recientes para voltear gobiernos progresistas y concordar los intereses de las transnacionales, de los gigantes del agronegocio, y de la oligarquía financiera mundial.
Bolivia, lo sabemos, alberga enormes riquezas. Paraguay, con el mayor acuífero del planeta, no obstante, es hoy vital para Washington sobre todo porque está en el esquema de contrainsurgencia, espionaje y control poblacional y territorial gringo en la región.
Fronterizo con Argentina, Bolivia y Brasil y cerca de otros países con bases militares del Pentágono, mientras se desarrollaba el “juicio” donde 141 legisladores depusieron al presidente elegido por más de 800 mil paraguayos, miembros de la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados negociaban con generales gringos la instalación de un enclave castrense en el Chaco, en contra de compromisos previos con Mercosur y la Unasur.
Víctima de estratégicos acuerdos heredados de la dictadura de Strossner, asiento de tropas y de poderosa infraestructura militar norteña, era preciso traer al redil a Paraguay. Sospechosamente, Estados Unidos llama a la calma y el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, asegura que la situación allí es delicada, pero no grave, critica a Mercosur y Unasur, y favorece un supuesto diálogo político para enderezar la crisis. El solito, al repetirse, nos hace recordar que fue la mediación de la OEA en Honduras la que permitió legitimar aquel otro golpe, ¿suave, blando, incruento?.
Ya se vio en Venezuela en 2002, en Bolivia en 2008 y en Ecuador en 2010, la fortaleza, índole e intransigencia de los gobernantes, y el temple de los pueblos, pueden frenar las conjuras yanquis. Así fue y está llamado a ser el método, la contrainsurgencia nuestra.

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