El capitalismo está en crisis en todo el mundo, pero, ¿cual diablos es la alternativa?
Pues, ¿qué pasa con las reflexiones de un cierto filósofo alemán del siglo XIX? Sí, Karl Marx se va al mainstream, y Dios sabe dónde va a terminar.
El conflicto de clases que antes parecía tan sencillo. Marx y Engels escribieron en el segundo libro más vendido de todos los tiempos, El Manifiesto Comunista: “La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables” (El libro más vendido de todos los tiempos, por cierto, es La Biblia, que sólo se siente como si fuera 50 Shades of Grey).
Hoy, 164 años después de que Marx y Engels escribieron acerca de sepultureros, la verdad es que pasa casi exactamente lo contrario.
El proletariado, lejos de enterrar el capitalismo, lo mantiene con vida. Exceso de trabajo, los trabajadores mal pagados, supuestamente liberados por la revolución socialista más grande de la historia (la Revolución China) son conducidos al borde del suicidio para mantener a los de Occidente jugando con sus iPads.
La ironía apenas ha disminuido en los principales pensadores marxistas de hoy. “La dominación del capitalismo a nivel mundial depende hoy de la existencia de un partido comunista chino que da, a las deslocalizadas empresas capitalistas, mano de obra barata para bajar los precios y privar a los trabajadores de los derechos de autoorganización”, dice Jacques Rancière, el pensador marxista francés y profesor de Filosofía en la Universidad de París VIII.” Afortunadamente, es posible esperar un mundo menos absurdo y más justo que el de hoy”. Esa esperanza, tal vez, explica otra verdad improbable de nuestros tiempos económicamente catastróficos, el renacimiento del interés por Marx y el pensamiento marxista.
Las ventas de El Capital, la obra maestra de Marx de economía política, se han disparado desde 2008, al igual que las de El Manifiesto Comunista y los Grundrisse (o, para darle su título de inglés, Elementos de la Crítica de la Economía Política). Sus ventas aumentaron cuando los trabajadores británicos rescataron a los bancos para mantener el sistema en decadencia y los hocicos de los ricos firmes en sus comedores, mientras el resto luchamos en la inseguridad del empleo, entre deudas o algo peor. Incluso hay un director chino teatro llamado He Nian, que aprovechó renacimiento de Das Kapital para crear una performance musical.
El teórico revolucionario de exuberante barba, Karl Marx fue elegido recientemente de una lista de 10 aspirantes para aparecer en una nueva emisión de la tarjeta MasterCard de los clientes de un banco alemán de Chemnitz.
En la Alemania Oriental comunista, entre 1953 y 1990, el distrito de Chemnitz se llamaba “Karl Marx Stadt”. Es evidente que, más de dos décadas después de la caída del Muro de Berlín, la antigua Alemania del Este no ha retocado su pasado marxista.
En el año 2008 -informa Reuters- una encuesta de Alemania del Este reveló que 52% cree que la economía de libre mercado es “inadecuada” y el 43% dijo que quería que volviera el socialismo. Carlos Marx puede estar muerto y enterrado en el cementerio de Highgate, pero está vivo y coleando, entre el hambre de crédito de los alemanes.
¿Marx habría apreciado la ironía de su imagen implementada en una tarjeta para que los alemanes se endeuden más? Se podría pensar.
Esta semana en Londres, varios miles de personas asistirán a “Marxismo 2012”, un festival de cinco días organizado por el Partido Socialista de los Trabajadores.
Es un evento anual, pero como menciona la organizadora José Choonara “El renacimiento del interés por el marxismo, sobre todo para la gente joven proporciona herramientas para analizar el capitalismo y las crisis capitalistas, en particular como la que padecemos ahora”, dice Choonara. Se ha producido un gran número de libros de importante relevancia para del marxismo. El profesor de literatura inglesa Terry Eagleton publico el año pasado un libro titulado “¿Por qué Marx tenía razón?”
El filosofo francés maoísta Alain Badiou publicó un pequeño libro rojo llamado “La hipótesis del comunismo” con una estrella roja en la portada (muy Mao, muy actual) en la que llama a los fieles a marcar el comienzo de la tercera era de la idea comunista (las dos primeras han ido desde el establecimiento de la República Francesa en 1792 con la masacre de los comuneros de París en 1871, y desde 1917 hasta el colapso de la Revolución Cultural de Mao en 1976).
¿No es todo esto alucinante? ¿No son acaso las ideas de Marx tan útiles para nosotros como el telar a mano para repuntar la reputación de Apple para la innovación? ¿Es acaso irrelevante el sueño de la revolución socialista y la sociedad comunista en pleno 2012?
Se me ocurre sugerir a Rancière que la burguesía ha dejado de producir sus propios sepultureros, pero se niega a ser pesimista “La burguesía ha aprendido a hacer que los explotados paguen sus crisis y a usarlas para desarmar a sus adversarios, pero hay que revertir la idea de la necesidad histórica y concluir que la situación actual no es eterna.
Los sepultureros aun están ahí… en forma de movimientos populares, de trabajadores en condiciones precarias, como los trabajadores sobreexplotados de las fábricas en el Lejano Oriente de hoy. En Grecia y otros lugares también hay señales de que hay una nueva voluntad de no dejar que nuestros gobiernos y nuestros banqueros impongan sus crisis a las personas”.
Ese es al menos el punto de vista de un profesor marxista de más de 70 años ¿Qué pasa con los jóvenes marxistas?
Pregunto a Jaswinder Blackwell-Pal, una joven inglesa de 22 años de edad, estudiante de arte dramático en el Goldsmiths College de Londres, que acaba de terminar su curso de Licenciatura en Inglés y Teatro, ¿por qué se considera que el pensamiento marxista sigue siendo relevante?
“El punto es que los jóvenes de hoy no existían cuando Thatcher estaba en el poder, o cuando el marxismo se asoció con la Unión Soviética”, dice. “Tendemos a ver el marxismo más como una forma de entender lo que estamos pasando en estos momentos, piense en lo que está sucediendo en Egipto, cuando Mubarak cayó fue tan inspirador que se rompieron muchos estereotipos…
Se supone que la democracia no es algo por lo que el mundo musulmán deba pelear. Se reivindica la revolución como un proceso, no como un evento. Así que hubo una revolución en Egipto, una contrarrevolución y una contra-contrarrevolución. Lo que hemos aprendido de ella es la importancia de organización”.
Esto, sin duda es la clave para entender el renacimiento del marxismo, en Occidente: para los más jóvenes, que no esté contaminado por la asociación con los “gulags estalinistas”. Para los más jóvenes también, el triunfalismo de Francis Fukuyama en su libro de 1992 “El fin de la Historia”, en que el capitalismo parecía incontrovertible y su derrocamiento imposible imaginar. Blackwell-Pal hablará el jueves sobre el Che Guevara y la revolución cubana en el festival de marxismo. “Va a ser la primera vez que hable de marxismo”, dice con nerviosismo.
Pero ¿cuál es el punto sobre el pensamiento de Guevara y Castro en los tiempos que corren? ¿Sin duda, la revolución socialista violenta es irrelevante para las luchas de los trabajadores hoy en día? “¡No, en absoluto!”, responde. “Lo qué está pasando en Gran Bretaña es muy interesante. Tenemos un gobierno muy débil envuelto en luchas internas.
Creo que si realmente nos organizamos lo podemos derrocar”. ¿Podría Gran Bretaña tener su plaza Tahrir, el equivalente al movimiento 26 de Julio de Castro? Deje que la joven sueñe.
Después de los disturbios del año pasado y hoy con la mayor parte de Gran Bretaña alienada de los ricos en el gabinete de su gobierno, sólo un tonto se lo descarta.
Para una perspectiva diferente, me reúno con Owen Jones, un chico de 27 años perteneciente a la nueva izquierda y autor del best seller político de 2011, “Chavs: la demonización de la clase obrera”. Mientras viaja en un tren a Brighton para dar una conferencia.
“No va a haber una revolución sangrienta en Gran Bretaña, pero hay esperanza de una sociedad diferente para los trabajadores”, señala. De hecho, dice, en la década de 1860, el Marx más tardío imagino una sociedad postcapitalista, ganada por medios distintos a la revolución violenta. Echa un vistazo a la expansión del sufragio y otros medios pacíficos para lograr la sociedad socialista. Hoy ni siquiera la llamada izquierda trotskista piensa en la revolución armada.
La izquierda radical diría que “la ruptura con el capitalismo sólo puede lograrse por la democracia y la organización de los trabajadores para establecer y mantener esa sociedad justa contra las fuerzas que intentan destruirla”.
Jones recuerda que su padre, un militante de la década de 1970, era partidario de la idea “entrista” de asegurar la elección de un gobierno laborista para luego organizar a los trabajadores para asegurar la entrega del gobierno.
“Creo que ese es el modelo”, dice. Dicho esto, después de hablar, Jones me escribe, dejando claro que no es un defensor militante trotskista. Más bien quiere un gobierno laborista en el poder que llevaría a cabo un programa político radical.
Tiene en mente las palabras del “Manifiesto del Trabajo” de las elecciones de febrero de 1974, que expresa la intención de “provocar un cambio fundamental e irreversible en el equilibrio de poder y la riqueza en favor de los trabajadores y sus familias”.
Deja a un joven soñar. Lo que llama la atención en el éxito literario de Jones es que se basa en el renacimiento del interés por la política de clases, que es la piedra fundamental de Marx y Engels, el análisis de la sociedad industrial. “Si lo hubiera escrito cuatro años antes, habría sido despachado por ocuparme de un concepto de 1960″, dice Jones.
“Pero la clase está de regreso en nuestra realidad, porque la crisis económica afecta a las personas de maneras diferenciadas, y porque el mantra del comunitario “Todos estamos juntos en esto” es ofensivo y ridículo.
Es imposible discutir ahora, como se argumentó en la década de 1990 que “todos son de clase media Las reformas de este gobierno son reformas de clase, basadas en subidas del IVA que afectan a los trabajadores de manera desproporcionada.
“Es una guerra abierta de clases”, dice. “La clase trabajadora va a estar peor en 2016 de lo que estaba a `principios de siglo. Sin embargo a uno lo acusan de ser un luchador de clase si se levanta el 30% de la población que sufre de esta manera”. Esto concuerda con lo que me dijo Rancière.
El profesor sostuvo que “una cosa sobre el pensamiento marxista que se ha mantenido sólida es la “lucha de clases”.
La desaparición de nuestras fábricas, es decir, la “desindustrialización” de nuestros países y la externalización del trabajo industrial a los países donde la mano de obra más barata y más dócil, ¿qué otra cosa puede significar si no un acto de lucha de clases por parte de la burguesía en el poder?”
Hay otra razón por la que el marxismo tiene algo que enseñarnos en nuestro camino para entender la depresión económica con excepción de su análisis de la lucha de clases, su análisis de la crisis económica.
En su tomo de nuevo formidable “Menos que Nada: Hegel y la sombra del materialismo dialéctico” Slavoj Zizek trata de aplicar el pensamiento marxista a las crisis económicas que estamos sufriendo en estos momentos. Zizek considera que el antagonismo de clase fundamental está entre el “valor de uso” y “valor de cambio”.
¿Cuál es la diferencia entre los dos? Cada producto tiene un valor de uso, explica, se mide por su utilidad en la satisfacción de las necesidades y deseos.
El valor de cambio de una mercancía, por el contrario, tradicionalmente se mide por la cantidad de trabajo que representa.
Bajo el capitalismo actual, argumenta Zizek, el valor de cambio opera manera autónoma.
“Se transforma en un espectro de auto-propulsión del capital, que utiliza las capacidades productivas y las necesidades de las personas reales sólo como su encarnación temporal desechable, Marx derivó la noción de crisis económica a partir precisamente de esta brecha. Una crisis ocurre cuando la realidad alcanza la ilusión de la autogeneración del espejismo del dinero que engendra más dinero; esta locura especulativa no puede seguir indefinidamente, tiene que explotar en crisis cada vez más graves.
La raíz ultima de la crisis, para Marx es la brecha entre el uso y el valor de cambio: la lógica del intercambio sigue su propio camino, su propia danza hecha, con independencia de las necesidades reales de la gente real”.
En estos tiempos difíciles, ¿quién mejor para leer que el teórico más catastrofista de la historia humana, Karl Marx? Sin embargo, el renacimiento del interés por el marxismo se ha encasillado como una apología del totalitarismo estalinista.
En un blog reciente sobre “el nuevo comunismo” de la revista Asuntos Mundiales, Alan Johnson, profesor de la “teoría y la práctica” en Edge Hill University, en Lancashire, escribió:
“Una visión del mundo que fue la fuente de un inmenso sufrimiento y miseria, y la responsable de más muertes que el fascismo y el nazismo, está montando su regreso, una nueva forma de totalitarismo de izquierda que no solo disfruta de la celebridad intelectual, sino que además aspira al poder político”.
“El nuevo comunismo no importa debido a sus méritos intelectuales, sino porque todavía puede influir en las capas de los jóvenes europeos en el contexto de una democracia social agotado, la austeridad y una cultura de autodesprecio intelectual”, escribió Johnson.
“Tentador como es, no podemos darnos el lujo de mover la cabeza en señal de rechazo y pasar de largo”.
Ese es el temor: que estos desagradables pedorros de la vieja izquierda, como Zizek, Badiou, Rancière y Eagleton, corrompan las mentes de los jóvenes inocentes.
Pero, ¿la lectura de Marx y Engels, la crítica del capitalismo significa necesariamente ser responsable de más muertes que los nazis? Seguramente no hay una línea recta desde El Manifiesto Comunista de los gulags, y ninguna razón para pensar que los jóvenes “zurdos” necesitan adoptar acríticamente a Badiou en su momento más escalofriante.
En su introducción a una nueva edición de El Manifiesto Comunista, el profesor Eric Hobsbawm indica que Marx tenía razón al afirmar que “las contradicciones de un sistema de mercado basado en ningún otro vínculo entre el hombre y el hombre que el frío interés y el cruel pago en efectivo, un sistema de explotación y de la acumulación sin fin, nunca se puede superar: que en algún momento en una serie de transformaciones y reestructuraciones, el desarrollo de este sistema esencialmente desestabilizador dará lugar a un estado de cosas que ya no puede describirse como capitalismo”.
Esa es la sociedad postcapitalista soñada por los marxistas.
Pero, ¿cómo sería realmente? “Es muy poco probable que tal sociedad postcapitalista se asemeje a los modelos tradicionales de socialismo y menos aún a los “socialismos reales de la era soviética”, sostiene Hobsbawm, quien agregó que, sin embargo, implica necesariamente un cambio de la apropiación privada de la gestión social a escala mundial. “Qué formas puede tomar y hasta dónde deberíamos incorporar los valores humanistas de Marx y el comunismo de Engels, dependerá de la acción política a través del cual se produzca este cambio”.
Este es sin duda el marxismo en su forma más liberadora, lo que sugiere que nuestro futuro depende de nosotros y nuestra disposición de lucha. O, como afirman Marx y Engels al final de El Manifiesto Comunista: “Las clases dominantes pueden temblar ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder salvo sus cadenas, en cambio tienen un mundo que ganar…”
Marxismo 2012, University College y Friends Meeting House de Londres, 5-9 de julio.
Más información: marxismfestival.org.uk
Pues, ¿qué pasa con las reflexiones de un cierto filósofo alemán del siglo XIX? Sí, Karl Marx se va al mainstream, y Dios sabe dónde va a terminar.
El conflicto de clases que antes parecía tan sencillo. Marx y Engels escribieron en el segundo libro más vendido de todos los tiempos, El Manifiesto Comunista: “La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros. Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables” (El libro más vendido de todos los tiempos, por cierto, es La Biblia, que sólo se siente como si fuera 50 Shades of Grey).
Hoy, 164 años después de que Marx y Engels escribieron acerca de sepultureros, la verdad es que pasa casi exactamente lo contrario.
El proletariado, lejos de enterrar el capitalismo, lo mantiene con vida. Exceso de trabajo, los trabajadores mal pagados, supuestamente liberados por la revolución socialista más grande de la historia (la Revolución China) son conducidos al borde del suicidio para mantener a los de Occidente jugando con sus iPads.
La ironía apenas ha disminuido en los principales pensadores marxistas de hoy. “La dominación del capitalismo a nivel mundial depende hoy de la existencia de un partido comunista chino que da, a las deslocalizadas empresas capitalistas, mano de obra barata para bajar los precios y privar a los trabajadores de los derechos de autoorganización”, dice Jacques Rancière, el pensador marxista francés y profesor de Filosofía en la Universidad de París VIII.” Afortunadamente, es posible esperar un mundo menos absurdo y más justo que el de hoy”. Esa esperanza, tal vez, explica otra verdad improbable de nuestros tiempos económicamente catastróficos, el renacimiento del interés por Marx y el pensamiento marxista.
Las ventas de El Capital, la obra maestra de Marx de economía política, se han disparado desde 2008, al igual que las de El Manifiesto Comunista y los Grundrisse (o, para darle su título de inglés, Elementos de la Crítica de la Economía Política). Sus ventas aumentaron cuando los trabajadores británicos rescataron a los bancos para mantener el sistema en decadencia y los hocicos de los ricos firmes en sus comedores, mientras el resto luchamos en la inseguridad del empleo, entre deudas o algo peor. Incluso hay un director chino teatro llamado He Nian, que aprovechó renacimiento de Das Kapital para crear una performance musical.
El teórico revolucionario de exuberante barba, Karl Marx fue elegido recientemente de una lista de 10 aspirantes para aparecer en una nueva emisión de la tarjeta MasterCard de los clientes de un banco alemán de Chemnitz.
En la Alemania Oriental comunista, entre 1953 y 1990, el distrito de Chemnitz se llamaba “Karl Marx Stadt”. Es evidente que, más de dos décadas después de la caída del Muro de Berlín, la antigua Alemania del Este no ha retocado su pasado marxista.
En el año 2008 -informa Reuters- una encuesta de Alemania del Este reveló que 52% cree que la economía de libre mercado es “inadecuada” y el 43% dijo que quería que volviera el socialismo. Carlos Marx puede estar muerto y enterrado en el cementerio de Highgate, pero está vivo y coleando, entre el hambre de crédito de los alemanes.
¿Marx habría apreciado la ironía de su imagen implementada en una tarjeta para que los alemanes se endeuden más? Se podría pensar.
Esta semana en Londres, varios miles de personas asistirán a “Marxismo 2012”, un festival de cinco días organizado por el Partido Socialista de los Trabajadores.
Es un evento anual, pero como menciona la organizadora José Choonara “El renacimiento del interés por el marxismo, sobre todo para la gente joven proporciona herramientas para analizar el capitalismo y las crisis capitalistas, en particular como la que padecemos ahora”, dice Choonara. Se ha producido un gran número de libros de importante relevancia para del marxismo. El profesor de literatura inglesa Terry Eagleton publico el año pasado un libro titulado “¿Por qué Marx tenía razón?”
El filosofo francés maoísta Alain Badiou publicó un pequeño libro rojo llamado “La hipótesis del comunismo” con una estrella roja en la portada (muy Mao, muy actual) en la que llama a los fieles a marcar el comienzo de la tercera era de la idea comunista (las dos primeras han ido desde el establecimiento de la República Francesa en 1792 con la masacre de los comuneros de París en 1871, y desde 1917 hasta el colapso de la Revolución Cultural de Mao en 1976).
¿No es todo esto alucinante? ¿No son acaso las ideas de Marx tan útiles para nosotros como el telar a mano para repuntar la reputación de Apple para la innovación? ¿Es acaso irrelevante el sueño de la revolución socialista y la sociedad comunista en pleno 2012?
Se me ocurre sugerir a Rancière que la burguesía ha dejado de producir sus propios sepultureros, pero se niega a ser pesimista “La burguesía ha aprendido a hacer que los explotados paguen sus crisis y a usarlas para desarmar a sus adversarios, pero hay que revertir la idea de la necesidad histórica y concluir que la situación actual no es eterna.
Los sepultureros aun están ahí… en forma de movimientos populares, de trabajadores en condiciones precarias, como los trabajadores sobreexplotados de las fábricas en el Lejano Oriente de hoy. En Grecia y otros lugares también hay señales de que hay una nueva voluntad de no dejar que nuestros gobiernos y nuestros banqueros impongan sus crisis a las personas”.
Ese es al menos el punto de vista de un profesor marxista de más de 70 años ¿Qué pasa con los jóvenes marxistas?
Pregunto a Jaswinder Blackwell-Pal, una joven inglesa de 22 años de edad, estudiante de arte dramático en el Goldsmiths College de Londres, que acaba de terminar su curso de Licenciatura en Inglés y Teatro, ¿por qué se considera que el pensamiento marxista sigue siendo relevante?
“El punto es que los jóvenes de hoy no existían cuando Thatcher estaba en el poder, o cuando el marxismo se asoció con la Unión Soviética”, dice. “Tendemos a ver el marxismo más como una forma de entender lo que estamos pasando en estos momentos, piense en lo que está sucediendo en Egipto, cuando Mubarak cayó fue tan inspirador que se rompieron muchos estereotipos…
Se supone que la democracia no es algo por lo que el mundo musulmán deba pelear. Se reivindica la revolución como un proceso, no como un evento. Así que hubo una revolución en Egipto, una contrarrevolución y una contra-contrarrevolución. Lo que hemos aprendido de ella es la importancia de organización”.
Esto, sin duda es la clave para entender el renacimiento del marxismo, en Occidente: para los más jóvenes, que no esté contaminado por la asociación con los “gulags estalinistas”. Para los más jóvenes también, el triunfalismo de Francis Fukuyama en su libro de 1992 “El fin de la Historia”, en que el capitalismo parecía incontrovertible y su derrocamiento imposible imaginar. Blackwell-Pal hablará el jueves sobre el Che Guevara y la revolución cubana en el festival de marxismo. “Va a ser la primera vez que hable de marxismo”, dice con nerviosismo.
Pero ¿cuál es el punto sobre el pensamiento de Guevara y Castro en los tiempos que corren? ¿Sin duda, la revolución socialista violenta es irrelevante para las luchas de los trabajadores hoy en día? “¡No, en absoluto!”, responde. “Lo qué está pasando en Gran Bretaña es muy interesante. Tenemos un gobierno muy débil envuelto en luchas internas.
Creo que si realmente nos organizamos lo podemos derrocar”. ¿Podría Gran Bretaña tener su plaza Tahrir, el equivalente al movimiento 26 de Julio de Castro? Deje que la joven sueñe.
Después de los disturbios del año pasado y hoy con la mayor parte de Gran Bretaña alienada de los ricos en el gabinete de su gobierno, sólo un tonto se lo descarta.
Para una perspectiva diferente, me reúno con Owen Jones, un chico de 27 años perteneciente a la nueva izquierda y autor del best seller político de 2011, “Chavs: la demonización de la clase obrera”. Mientras viaja en un tren a Brighton para dar una conferencia.
“No va a haber una revolución sangrienta en Gran Bretaña, pero hay esperanza de una sociedad diferente para los trabajadores”, señala. De hecho, dice, en la década de 1860, el Marx más tardío imagino una sociedad postcapitalista, ganada por medios distintos a la revolución violenta. Echa un vistazo a la expansión del sufragio y otros medios pacíficos para lograr la sociedad socialista. Hoy ni siquiera la llamada izquierda trotskista piensa en la revolución armada.
La izquierda radical diría que “la ruptura con el capitalismo sólo puede lograrse por la democracia y la organización de los trabajadores para establecer y mantener esa sociedad justa contra las fuerzas que intentan destruirla”.
Jones recuerda que su padre, un militante de la década de 1970, era partidario de la idea “entrista” de asegurar la elección de un gobierno laborista para luego organizar a los trabajadores para asegurar la entrega del gobierno.
“Creo que ese es el modelo”, dice. Dicho esto, después de hablar, Jones me escribe, dejando claro que no es un defensor militante trotskista. Más bien quiere un gobierno laborista en el poder que llevaría a cabo un programa político radical.
Tiene en mente las palabras del “Manifiesto del Trabajo” de las elecciones de febrero de 1974, que expresa la intención de “provocar un cambio fundamental e irreversible en el equilibrio de poder y la riqueza en favor de los trabajadores y sus familias”.
Deja a un joven soñar. Lo que llama la atención en el éxito literario de Jones es que se basa en el renacimiento del interés por la política de clases, que es la piedra fundamental de Marx y Engels, el análisis de la sociedad industrial. “Si lo hubiera escrito cuatro años antes, habría sido despachado por ocuparme de un concepto de 1960″, dice Jones.
“Pero la clase está de regreso en nuestra realidad, porque la crisis económica afecta a las personas de maneras diferenciadas, y porque el mantra del comunitario “Todos estamos juntos en esto” es ofensivo y ridículo.
Es imposible discutir ahora, como se argumentó en la década de 1990 que “todos son de clase media Las reformas de este gobierno son reformas de clase, basadas en subidas del IVA que afectan a los trabajadores de manera desproporcionada.
“Es una guerra abierta de clases”, dice. “La clase trabajadora va a estar peor en 2016 de lo que estaba a `principios de siglo. Sin embargo a uno lo acusan de ser un luchador de clase si se levanta el 30% de la población que sufre de esta manera”. Esto concuerda con lo que me dijo Rancière.
El profesor sostuvo que “una cosa sobre el pensamiento marxista que se ha mantenido sólida es la “lucha de clases”.
La desaparición de nuestras fábricas, es decir, la “desindustrialización” de nuestros países y la externalización del trabajo industrial a los países donde la mano de obra más barata y más dócil, ¿qué otra cosa puede significar si no un acto de lucha de clases por parte de la burguesía en el poder?”
Hay otra razón por la que el marxismo tiene algo que enseñarnos en nuestro camino para entender la depresión económica con excepción de su análisis de la lucha de clases, su análisis de la crisis económica.
En su tomo de nuevo formidable “Menos que Nada: Hegel y la sombra del materialismo dialéctico” Slavoj Zizek trata de aplicar el pensamiento marxista a las crisis económicas que estamos sufriendo en estos momentos. Zizek considera que el antagonismo de clase fundamental está entre el “valor de uso” y “valor de cambio”.
¿Cuál es la diferencia entre los dos? Cada producto tiene un valor de uso, explica, se mide por su utilidad en la satisfacción de las necesidades y deseos.
El valor de cambio de una mercancía, por el contrario, tradicionalmente se mide por la cantidad de trabajo que representa.
Bajo el capitalismo actual, argumenta Zizek, el valor de cambio opera manera autónoma.
“Se transforma en un espectro de auto-propulsión del capital, que utiliza las capacidades productivas y las necesidades de las personas reales sólo como su encarnación temporal desechable, Marx derivó la noción de crisis económica a partir precisamente de esta brecha. Una crisis ocurre cuando la realidad alcanza la ilusión de la autogeneración del espejismo del dinero que engendra más dinero; esta locura especulativa no puede seguir indefinidamente, tiene que explotar en crisis cada vez más graves.
La raíz ultima de la crisis, para Marx es la brecha entre el uso y el valor de cambio: la lógica del intercambio sigue su propio camino, su propia danza hecha, con independencia de las necesidades reales de la gente real”.
En estos tiempos difíciles, ¿quién mejor para leer que el teórico más catastrofista de la historia humana, Karl Marx? Sin embargo, el renacimiento del interés por el marxismo se ha encasillado como una apología del totalitarismo estalinista.
En un blog reciente sobre “el nuevo comunismo” de la revista Asuntos Mundiales, Alan Johnson, profesor de la “teoría y la práctica” en Edge Hill University, en Lancashire, escribió:
“Una visión del mundo que fue la fuente de un inmenso sufrimiento y miseria, y la responsable de más muertes que el fascismo y el nazismo, está montando su regreso, una nueva forma de totalitarismo de izquierda que no solo disfruta de la celebridad intelectual, sino que además aspira al poder político”.
“El nuevo comunismo no importa debido a sus méritos intelectuales, sino porque todavía puede influir en las capas de los jóvenes europeos en el contexto de una democracia social agotado, la austeridad y una cultura de autodesprecio intelectual”, escribió Johnson.
“Tentador como es, no podemos darnos el lujo de mover la cabeza en señal de rechazo y pasar de largo”.
Ese es el temor: que estos desagradables pedorros de la vieja izquierda, como Zizek, Badiou, Rancière y Eagleton, corrompan las mentes de los jóvenes inocentes.
Pero, ¿la lectura de Marx y Engels, la crítica del capitalismo significa necesariamente ser responsable de más muertes que los nazis? Seguramente no hay una línea recta desde El Manifiesto Comunista de los gulags, y ninguna razón para pensar que los jóvenes “zurdos” necesitan adoptar acríticamente a Badiou en su momento más escalofriante.
En su introducción a una nueva edición de El Manifiesto Comunista, el profesor Eric Hobsbawm indica que Marx tenía razón al afirmar que “las contradicciones de un sistema de mercado basado en ningún otro vínculo entre el hombre y el hombre que el frío interés y el cruel pago en efectivo, un sistema de explotación y de la acumulación sin fin, nunca se puede superar: que en algún momento en una serie de transformaciones y reestructuraciones, el desarrollo de este sistema esencialmente desestabilizador dará lugar a un estado de cosas que ya no puede describirse como capitalismo”.
Esa es la sociedad postcapitalista soñada por los marxistas.
Pero, ¿cómo sería realmente? “Es muy poco probable que tal sociedad postcapitalista se asemeje a los modelos tradicionales de socialismo y menos aún a los “socialismos reales de la era soviética”, sostiene Hobsbawm, quien agregó que, sin embargo, implica necesariamente un cambio de la apropiación privada de la gestión social a escala mundial. “Qué formas puede tomar y hasta dónde deberíamos incorporar los valores humanistas de Marx y el comunismo de Engels, dependerá de la acción política a través del cual se produzca este cambio”.
Este es sin duda el marxismo en su forma más liberadora, lo que sugiere que nuestro futuro depende de nosotros y nuestra disposición de lucha. O, como afirman Marx y Engels al final de El Manifiesto Comunista: “Las clases dominantes pueden temblar ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder salvo sus cadenas, en cambio tienen un mundo que ganar…”
Marxismo 2012, University College y Friends Meeting House de Londres, 5-9 de julio.
Más información: marxismfestival.org.uk
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