domingo, 15 de julio de 2012

El fin justifica los medios


Todo el mundo sabe, aunque los medios de comunicación, los satélites  y toda la parafernalia mediática imperial  diga lo contrario, que contra Siria de ha desatado una feroz guerra dirigida por las putrefactas monarquías árabes, con la aprobación de las potencias occidentales. Uno de los objetivos es aislar a China y Rusia.

Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela.

A comienzos del siglo XX, Estados Unidos ambicionaba construir un canal que uniera los dos océanos. Había dos propuestas: Panamá y Nicaragua. El magnate y publicista de los medios de comunicación, William Randolph Hearst, hizo lobby a favor de Panamá y para ello no tuvo inconveniente en divulgar fotos donde se mostraban gigantescos volcanes en erupción en Nicaragua , lo que hacía poco favorable construir el canal en esa nación. El único problema es que las fotos no eran de Nicaragua, sino del Mont Pelée que había hecho erupción el año 1902 en Martinica destruyendo completamente la ciudad de Saint Pierre.  En esta época no existía ni la televisión, ni los satélites, tampoco internet.

En el año 1982, el Secretario de Estado estadounidense, Alexander Haig, mostró fotos en la ONU con las que se documentaban matanzas ordenadas por el  gobierno sandinista en contra de indígenas miskitos. Después se supo que en realidad las fotos eran  de quemas de cadáveres de personas asesinadas por la dictadura de Somoza. Según refiere Fabián Escalante en su libro  Operación Calipso,  la embajadora estadounidense en la ONU, Jeane Kirkpatrick, afirmaba que más de 250 mil miskitos se encontraban hacinados en “campos de concentración sandinistas”. En realidad, para la época, los miskitos eran un poco más  de 100 mil y nunca se pudo demostrar la existencia de tales campos de concentración. Para la fecha ya existía la televisión, pero aún no había internet.

En 1989 una revuelta popular “asqueada” por las imágenes de una matanza producida en la ciudad de Timisoara, Rumania, generó -una semana después-  un golpe de estado que derrocó y luego asesinó al Presidente de ese país Nicolae Ceaucescu. Según se supo después, la supuesta masacre de Timisoara fue un montaje realizado desenterrando cadáveres de una fosa común. Es un hecho ampliamente conocido y aceptado. Así mismo, la transmisión “en vivo” por televisión de la ejecución de Ceaucescu tampoco fue veraz, la misma fue grabada, editada y emitida días después.

Fue una de las primeras transmisiones “en vivo y en directo” de hechos políticos y/o bélicos a los cuáles después nos acostumbraron transmitiendo falsas imágenes de la guerra del Golfo Pérsico, la de los Balcanes y la fallida invasión en Somalia, donde los marines estadounidenses -como siempre- fracasan en el terreno, pero los salva la abrumadora superioridad tecnológica,  y la vía libre para cometer excesos, violar el derecho internacional y los derechos humanos, para - como siempre- resultar vencedores en Hollywood.

En 2003, nos atiborraron hasta el cansancio con noticias en las que nos hablaban de las armas nucleares con las que Saddam Hussein iba a destruir a Occidente. El 17 de julio de ese año, el Presidente George W. Bush y el Primer Ministro británico Tony Blair dieron una conferencia de prensa conjunta que nos permitió entender que finalmente lo que se estaba imponiendo era la retórica maquiavélica que establece que “el fin justifica los medios”.

En dicha conferencia, Bush evadió la pregunta acerca de si él se responsabilizaba personalmente por su errada declaración acerca de que Irak buscó uranio en África. Su respuesta fue: “Me hago responsable de poner a nuestras tropas en acción. Y tomé esa decisión porque Saddam Hussein amenazó nuestra seguridad y era una amenaza para la seguridad de otras naciones. Me hago responsable de tomar esa decisión, la difícil decisión de formar una coalición para eliminar a Saddam Hussein, porque la inteligencia " - no sólo nuestra inteligencia, sino la inteligencia de este gran país (Inglaterra) - probó claramente que Saddam Hussein era una amenaza para la seguridad y la paz”.

En otras palabras, alabó sus acciones como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos e insistió en asegurar que serían encontradas armas de destrucción masiva en Irak eludiendo contestar a una pregunta directa. Unas pocas horas antes, el Primer Ministro Blair había dicho ante el Congreso norteamericano “si estamos equivocados, la guerra iraquí fue justificada aún si las armas prohibidas -la excusa más importante para la guerra-, no son encontradas en Irak”. Un panorama diferente presentado por los dos líderes. Blair diciendo "si nosotros estamos equivocados" y Bush declarando. “Creo firmemente que Saddam trataba de reconstituir su programa de armas nucleares. Y la verdad demostrará que ésta fue una buena inteligencia. No tengo la menor duda”. En este caso, ya ni siquiera era necesaria la cobertura mendaz y engañadora que aportan los medios de comunicación. Se imponía una lógica del poder, la mentira provenía del propio jefe imperial, que se creía como todos los de su investidura  “destinado por la providencia” para pasar por encima de la verdad y las leyes.

Aquí, ya no era la televisión, ni los satélites, bastaba con decir que las acciones imperiales se sustentaban en información proveniente de “fuentes de inteligencia”.

En este último caso, la mentira llegó a su mayor descrédito cuando el Dr.  David Kelly, -un científico involucrado en la elaboración del expediente británico que aseguraba la búsqueda por Saddam de uranio en África- se suicidó muy cerca de su propia casa. Kelly fue nombrado como la fuente incógnita que había informado a la oficina del Primer Ministro Blair, en cual a su vez había exagerado los informes sobre armas de destrucción masiva de Saddam Hussein. Dichos informes aseguraban que Saddam podía desplegar un ataque en cuarenta días, y fueron lo que se usaron para justificar la invasión de Iraq. Como es sabido las armas de destrucción masiva nunca aparecieron. La Comisión oficial designada para investigar la muerte de Kelly concluyó  que éste se había suicidado cortándose la arteria cubital de la muñeca izquierda. Desde un primer momento la versión oficial fue muy cuestionada.

Ahora, nos quieren hacer creer, sin que haya pruebas ni conclusiones de una investigación seria hecha por alguna comisión independiente que la masacre de Houla perpetrada en Siria el pasado 25 de mayo en la fueron asesinados 108 personas, 49 de ellos niños y 34 mujeres, fue obra del gobierno sirio.

De inmediato, las potencias occidentales se apresuraron a culpar a dicho gobierno por el macabro hecho. Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia, Francia, Alemania, Italia, España y Holanda expulsaron el 29 de mayo a los diplomáticos sirios en sus países El canciller británico aprovechó de afirmar que los países involucrados en las expulsiones, también exhortarán para que se apliquen mayores sanciones a Siria.

Todo el mundo sabe, aunque los medios de comunicación, los satélites  y toda la parafernalia mediática imperial  diga lo contrario, que contra Siria de ha desatado una feroz guerra dirigida por las putrefactas monarquías árabes, con la aprobación de las potencias occidentales, cuyo fin ulterior es aniquilar al gobierno iraní para avanzar hacia su objetivo final: aislar a China y Rusia e impedir que puedan transformarse en actores decisivos del futuro escenario internacional.

Como siempre contarán para ello con sus grandes medios de comunicación, sus satélites y con Hollywood, los que construirán una nueva “verdad” tal como lo han venido haciendo desde hace más de un siglo porque finalmente “el fin justifica los medios”.

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