domingo, 26 de febrero de 2012

Julio Hernández (PL)
La historia de la trata de esclavos entre Africa y América desde el siglo XVI al XIX está aún llena de incógnitas, debido a la naturaleza misma de este comercio, que en muchas ocasiones se ejercía de contrabando.
Aún se desconoce con exactitud la cifra total de africanos exportados al Nuevo Mundo durante más de 300 años, pues en los cálculos de diversos autores el número varía entre 10 y 20 millones, sin contar los que murieron en la travesía debido a epidemias, enfermedades o maltratos.
De acuerdo con estimaciones, no menos del 25 por ciento del total no llegó a desembarcar en las costas americanas.
Cuando en el siglo XIX se llegó a un acuerdo a fin de abolir la trata y cuando barcos ingleses encargados de vigilar su cumplimiento patrullaban el océano Atlántico, muchas veces la carga de los barcos negreros era simplemente lanzada al mar para evitar ser descubiertos.
De esta manera, hoy existe la convicción de que las profundidades marinas entre Africa y América constituyen el mayor cementerio del mundo.
Tampoco hay números exactos sobre cuántos buques estuvieron involucrados a través de los siglos en este comercio humano, ya que muchos participaban en la trata de forma ilegal y de sus actividades no quedaron registros.

Estadísticas aproximadas, basadas en documentos y números incompletos, que calculan en 11 millones el total de esclavos transportados hasta el siglo XIX, estiman en casi 55 mil los viajes realizados por los buques negreros de Europa y Norteamérica durante ese tiempo.
Los navíos portugueses, que en los inicios de la trata virtualmente monopolizaban el transporte a lo largo de la costa africana, se mantuvieron activos todo el tiempo, gracias a la autorización concedida por la corona española con vistas a operar en el transporte y venta de esclavos para sus colonias.
Hoy se piensa que los portugueses realizaron 30 mil de los viajes de este comercio triangular, en el cual se transportaban armas y alcohol a Africa para cambiarlas por esclavos, marfil y oro.
Después esta carga iba a parar a Brasil, Hispanoamérica, el Caribe y Estados Unidos, donde se adquirían productos para trasladar a los países europeos.
La flota portuguesa llevó a tierras americanas, según los estimados, más de cuatro millones y medio de esclavos.
En tanto, Reino Unido, que se volvió muy activo en la trata con posterioridad, transportaría unos dos millones 600 mil en 12 mil viajes, y España alrededor de un millón 600 mil en cuatro mil expediciones.
Francia, Holanda, Dinamarca y América del Norte fueron los responsables del resto del tráfico hasta superar los dos millones de africanos llevados como esclavos a tierras americanas.
Se supone que toda esta intensa actividad se reflejaba en primer lugar en los astilleros, sobre todo de los países más involucrados en la trata, puesto que debían garantizar los buques para este comercio.
 
No es de extrañar, pues, que Lisboa se convirtiera en una de las ciudades europeas de mayor actividad, donde incluso hasta el 10 por ciento de la población estaba compuesta por esclavos africanos.
En Reino Unido, la una vez provinciana ciudad de Bristol, en la desembocadura del río Avon, gracias a sus numerosos astilleros se convertiría en la segunda urbe del país, al tiempo que Liverpool devenía el mayor puerto del mundo.
No todo ocurrió así desde el principio, sino que a medida que crecían las economías de plantaciones en América y, por ende, las de las metrópolis, el comercio de esclavos se hacia más intenso.
Según algunos historiadores, las potencias europeas exportaron a América un millón de esclavos en el siglo XVI, tres millones en el siglo XVII y siete millones en el siglo XVIII.

Pero incluso después que los albores del capitalismo industrial británico hicieron innecesaria la esclavitud en Reino Unido, como seguía siendo legal en las colonias americanas, la trata continuó floreciendo.
En Cuba, por ejemplo, entraron 25 mil 841 esclavos en 1817, 19 mil 902 en 1818, 15 mil 147 en 1819 y 17 mil 194 en 1820. Así, de 199 mil 145 esclavos en 1817, la Isla pasó a tener 369 mil en 1867.
Este comercio era tan escandalosamente lucrativo que las incautaciones de mil 600 barcos negreros por parte de la flota británica entre 1808 y 1860 no disuadió a los comerciantes para proseguir la trata.

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