miércoles, 29 de febrero de 2012

Barack Obama y las sanciones económicas contra Cuba

Desde su entronización como presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ocupado por múltiples temas, todavía no ha hecho ningún gesto hacia Cuba, a pesar de sus promesas de campaña de poner fin a las sanciones económicas que su predecesor, George W. Bush, impuso en mayo de 2004. Éstas limitan drásticamente las visitas de los emigrados cubanos a su país de origen -14 días cada tres años- y limitan las remesas familiares a 100 dólares al mes, en el mejor de los casos.1

Un informe bipartidista del Congreso estadounidense publicado el 23 de febrero de 2009, titulado «Cambiar la política hacia Cuba a favor del interés nacional de Estados Unidos», recomienda al presidente que emprenda «un primer paso unilateral» hacia La Habana, antes del la próxima Cumbre de las Américas del 17 de abril de 2009. Según el congresista de Indiana Richard Lugar, promotor del informe de 25 páginas, este gesto consistiría, en primer lugar, en eliminar las sanciones de 2004, para lo que únicamente es necesaria una simple orden ejecutiva.2

«La realización de este gesto podría señalar un importante cambio y favorecería un clima de buena voluntad hacia Estados Unidos por parte de los países latinoamericanos, así como la cooperación regional que el gobierno estadounidense busca en una amplia gama de asuntos», subraya el documento.3

En efecto, la comunidad internacional rechaza por unanimidad las sanciones económicas impuestas por Washington desde julio de 1960. El 29 de octubre de 2008, por decimoséptimo año consecutivo, 185 de los 192 miembros que componen la Asamblea General de las Naciones Unidas se pronunciaron por el levantamiento de este estado de sitio que afecta todas las categorías de la población cubana. En efecto, las sanciones estadounidenses son el principal obstáculo al desarrollo económico de Cuba. Han costado 93.000 millones de dólares a la economía cubana desde su entrada en vigor, y 3.700 millones sólo en el año 2007. La opinión pública estadounidense así como el mundo de los negocios se oponen a la actual política de la Casa Blanca por su carácter obsoleto, cruel e ineficaz.4

Por otra parte, durante la histórica reunión del 16 de diciembre de 2008 que integró Cuba al Grupo de Río en Brasil, las 33 naciones latinoamericanas y caribeñas reiteraron con vigor su condena de las sanciones contra Cuba.5 Las visitas a Cuba de Cristina Kirchner, Michelle Bachelet, Rafael Correa, Álvaro Colom, Hugo Chávez, José Manuel Zelaya Rosales y Leonel Fernández Reina, respectivamente presidentes de Argentina, Chile, Ecuador, Guatemala, Venezuela, Honduras y República Dominicana desde el inicio del año 2009, ilustran la solidaridad continental con La Habana, realidad que la Casa Blanca no puede permitirse ignorar.6

Incluso el disciplinado y fiel secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza, aliado de Washington, comunicó su deseo de ver al gobierno Obama acabar con las sanciones económicas contra Cuba. «Yo querría que se termine pronto el embargo de Cuba», expresó.7

Del mismo modo, en febrero de 2009, el coronel Glenn Alex Crowther, eminente personalidad militar y profesor de asuntos de seguridad nacional en el Instituto de Estudios Estratégicos (SSI), entidad adscrita al famoso Colegio de Guerra de Estados Unidos, se pronunció también contra las sanciones económicas en el boletín oficial del SSI. Exhortó al gobierno Obama a que cambiara de política en una reflexión titulada «Díganle adiós al embargo». Según él, «levantar el embargo podría enviar una importante señal a la comunidad internacional de que Estados Unidos es magnánimo e integrador; mantenerlo nos hace aparecer mezquinos y vengativos». Por otra parte, «no podemos convencer a nadie de que Cuba es una amenaza para Estados Unidos ni demostrar internacionalmente que el mantenimiento de la misma política tendrá un impacto positivo».8

Recientemente, varios influyentes centros políticos, económicos e intelectuales como la Brookings Institution, el Council on Foreign Relations, el Inter-American Dialogue y la New America Foundation, entre otros, expresaron también su rechazo a la actual política estadounidense hacia Cuba.9

El informe bipartidista también propone que el Congreso se encargue de levantar la prohibición de viajar a los ciudadanos estadounidenses y ponga fin así a una situación absurda e ilegal que les permite viajar a Corea del Norte, China y Vietnam pero no a Cuba.10 Las estimaciones prevén la visita de un millón de turistas estadounidenses en el primer año, que generarían ingresos del orden de mil millones de dólares. Esos recursos permitirían resolver un gran parte de los problemas actuales, particularmente en los campos del transporte y la vivienda.11

 A principios de febrero de 2009, otro grupo bipartidista dirigido por el representante demócrata William Delahunt, de Massachussetts, también presentó un proyecto de ley en ese sentido, pidiendo la anulación de la prohibición de viajar para los estadounidenses.1
Richard Lugar es el republicano de más alto rango en el Comité de Asuntos Exteriores del Senado y tiene fama de ser un crítico acérrimo del gobierno cubano. Sin embargo, lúcidamente, llamó a un cambio radical de estrategia hacia La Habana, consciente del fracaso sufrido por Estados Unidos, a todos los niveles, en su política hacia la Isla del Caribe. «Debemos reconocer la ineficacia de nuestra política actual y tratar con el régimen cubano de un modo que refuerce los intereses estadounidenses», admitió.13

Lugar también propone eliminar las restricciones de movimiento impuestas a los diplomáticos cubanos en el territorio estadounidense y retomar las conversaciones bilaterales sobre los temas migratorios y la lucha contra el narcotráfico, interrumpidas unilateralmente por la administración Bush. El informe subraya además la necesidad de suprimir las condiciones draconianas impuestas a La Habana para la compra de productos alimentarios (pago efectivo y con antelación), que reduce singularmente las posibilidades de adquisición, y de permitir la financiación privada para las transacciones comerciales. El congresista también sugiere ampliar la lista de los productos que los cubanos pueden adquirir en Estados Unidos incluyendo medicinas, equipos médicos, material agrícola y de construcción. Finalmente, el documento recuerdo la posibilidad para Estados Unidos de comprar productos biotecnológicos a Cuba, uno de los líderes mundiales en este campo.14

El proyecto de Lugar es interesante, pues se trata sin ninguna duda de uno de los enfoques más realistas y constructivos presentados en el Congreso. La administración Obama daría prueba de sagacidad siguiendo las pistas elaboradas en el documento, mostrando así a la comunidad internacional su voluntad de resolver las diferencias históricas entre las dos naciones.

El 25 de febrero de 2009, adelantando a Barack Obama, la Cámara de Representantes aprobó, con 245 votos a favor y 178 en contra, un proyecto de ley presupuestaria que permitirá a los cubanos de Estados Unidos viajar a su país de origen una vez al año, anulando así las restricciones de Bush. Esta legislación todavía tiene que ser avalada por el Senado y ratificada por el presidente. No obstante, si se adoptase, esta medida sólo sería vigente hasta el mes de octubre de 2009, fecha en la cual entra el nuevo presupuesto para 2010. Por eso es necesario un decreto presidencial, pues le daría un carácter más permanente.15

Por parte de La Habana, el gobierno siempre ha estado dispuesto a resolver el conflicto con Estados Unidos a partir de una base de respeto mutuo, de reciprocidad y de no injerencia en los asuntos internos. Fidel Castro, cuando era dirigente, tendió varias veces un ramo de olivo a la Casa Blanca, recibiendo cada vez un rechazo obstinado. El gobierno de Raúl Castro ha hecho lo mismo y tendió una mano fraterna a Washington en múltiples ocasiones, tanto a la administración Bush como a la de Obama, sin obtener respuesta.16

Así, en enero de 2009, Raúl Castro tuvo palabras elogiosas hacia el primer presidente negro de Estados Unidos, enfatizando sus rasgos de «hombre bueno» y deseándole «buena suerte» en sus nuevos cargos. Reiteró su disposición al diálogo «sin intermediarios» y en «igualdad de condiciones».17 Por su parte, el presidente de la Asamblea Nacional cubana, Ricardo Alarcón, saludó las ideas «interesantes» y las cualidades oratorias de Obama.18

La administración Obama tiene la obligación política, estratégica y moral de poner fin al castigo económico impuesto a la población cubana. Si quiere encarnar a los ojos del mundo una ruptura con la política desastrosa de su predecesor, si desea dar prueba de menos desdén y arrogancia hacia América Latina, es imperativo que ponga término definitivamente al acoso contra el pueblo cubano. Éste, sin olvidar el pasado, le tenderá entonces una mano fraterna y reconciliadora.

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