domingo, 12 de febrero de 2012

“No tenemos derecho a la desesperanza”

Zuleica Romay en encuentro con Fidel: “No tenemos derecho a la desesperanza”

 
Estos amigos y amigas, Comandante, han hecho un gran esfuerzo para estar con nosotros hoy aquí y compartir este momento con Ud. Están aquí 69 amigos de 21 países. Tenemos mucho interés en intercambiar sobre la situación mundial y los graves peligros que se ciernen sobre la paz y sobre la existencia misma de la especie humana.
Nos acompañan en esta ocasión, los siguientes compañeros:
— Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz y su nieto Andrés, y Sergio Pitol, Premio Cervantes 2005.
— Intelectuales cuya obra ha contribuido de forma significativa al fomento de los mejores valores humanos, el análisis del sistema de dominación imperialista y la denuncia de los males que este causa al mundo de hoy: Santiago, Stella, Frabetti, Houtart, Frei Betto, Ramonet, Atilio, Farruco Sesto, Carmen Bohórquez, Peter Phillps y Mayda Acosta.
— Importantes escritores e intelectuales caribeños, representantes de las culturas invitadas a nuestra feria: Norman Girvan, Chiqui Vicioso, Kendel Hyppolite, Alejandro Carpio, Daniel Ferreira, Lenito Robinson, Bárbara Chase, Carlos Roberto Gómez, Cynthia Abrahams, Lasana Sekou, Pedro Antonio Valdés, Johan Roozer, así como Kari Polanyi Levitt, estudiosa del Caribe.
— Escritores e intelectuales muy queridos que durante años nos han acompañado con su amistad y solidaridad: Bonasso, Colombres, Jorgelina, Juano, Bauer, Marilia, Rodolfo Mendoza, Roberto Culebro, Mary Alice y Jonathan Silberman.
— Erika Silva, José Rafael Lantigua, Lisa Hanna, Godwin Rose, Eleston Adams y Rosa María Cruz e Silva, Ministros de Cultura de San Vicente y las Granadinas, Ecuador, República Dominicana, Jamaica, Guyana, Antigua y Barbuda, y Angola, respectivamente. Ministro de Estado de Venezuela, Ivette Galot, Presidenta de la Comisión de Cultura de Martinica, y Neri Francisco Romero, Ministro de Cultura de la provincia del Chaco.
— Los integrantes del equipo de Rosa María, la Ministra de Angola; ellos son: Beatriz, Francisco Van Dunem, Francisco Costa, Aguinaldo, Pedro, Ana Clara, Jorge, Cardoso y Enmanuel.
—De Alemania han llegado Heinz, Harri, Frank, Brigitte, Katja, Andreas y Marion, quienes han tendido siempre puentes de amistad, salvando miles de obstáculos.
— Científicos cubanos, especializados en temas económicos, energéticos y medioambientales. Escritores e intelectuales cubanos, encabezados por varios Premios Nacionales, de Literatura, de Historia y de Ciencias Sociales.
Comandante, hemos trabajado con estos y otros muchos amigos en la Red en Defensa de la Humanidad, tanto en la movilización contra la guerra, por la liberación de nuestros cinco compatriotas, por el apoyo a los procesos de transformación que tienen lugar en nuestra región, como en la denuncia de las causas del deterioro del medio ambiente y de los irracionales hábitos de vida y de consumo que lo condicionan.
Esta red, que se creó por iniciativa suya en el año 2003, vamos a revitalizarla. Vamos a tener mañana un taller, en la Casa del Alba, con Adolfo, Stella, Ignacio, Carmen, Francois, Santiago, Frabetti, Chiqui, Marilia y otros amigos que han sido protagonistas en este empeño,para presentar una nueva página web surgida a propósito del encuentro suyo, similar a este del año pasado, con el título “Una especie en peligro”, todavía en proceso de construcción, pero ya con mucha información, con muy buenas imágenes, con artículos de opinión, entre los que se destacan sus reflexiones sobre el tema, Comandante, documentos de reuniones internacionales, videos, en fin, mucha información valiosa sobre estas cuestiones, que puede ser de gran utilidad para la causa de la defensa de nuestro ecosistema y de la imprescindible transformación de los modelos de consumo.
Solo durante este año, las editoriales cubanas han producido 16 títulos sobre estos temas, novedades editoriales concebidas para públicos de todas las edades que serán presentadas en la feria u ofrecerán sustento a intercambios y paneles.
En el encuentro del año pasado, identificamos el problema principal a cuya solución han de contribuir el pensamiento social y las fuerzas más progresistas de la humanidad: la sobrevivencia de la especie humana -una especie en peligro, como alertó Ud. hace casi 20 años en la Cumbre de Río-, batalla que resultaría estéril sin la preservación de las culturas, valores y conocimientos creados por el hombre en toda su historia.
No nos referimos, por supuesto, a las habilidades y saberes puestos en función de la dominación, el genocidio y la domesticación de las personas; sino al saber humanístico y a la ciencia socialmente comprometida, esa que toma al hombre como principio y fin de todos sus esfuerzos; a la ética y la solidaridad como pilares de las relaciones humanas; a la defensa de la identidad cultural de comunidades y pueblos; y a la relación armoniosa del hombre con la naturaleza.
Los modelos de desarrollo de la sociedad capitalista han entrado en crisis, y las consecuencias para la especie pueden ser catastróficas. Al propio tiempo, la maquinaria mediática hace lo posible para que esa crisis sistémica del capitalismo sea invisible para las mayorías. En primer lugar, asolan al mundo una crisis tanto económica como financiera, otra vez desatadas por el egoísmo y la arbitrariedad de las fuerzas del mercado. A ellas se une la crisis ecológica, resultado de la acelerada deforestación de las áreas boscosas del planeta, de la emisión indiscriminada de gases tóxicos y la contaminación de los recursos acuáticos, entre otras calamidades.
La crisis energética, ha sido provocada por el modo de vida de los países más ricos, los cuales, anticipó Ud. el 7 de marzo de 2010 (y cito): “[...] derrocharán en apenas 100 años el resto del combustible gaseoso, líquido y sólido, que la naturaleza tardó 400 millones de años en crear”.1
Más adelante, el 19 de enero de 2011, Ud. alertó una vez más sobre la crisis alimentaria, cuyas víctimas alcanzan ya la increíble cifra de 1000 millones de personas: “Las producciones de trigo, soya, maíz, arroz y otros numerosos cereales y leguminosas que constituyen la base alimenticia del mundo [...] están siendo afectadas seriamente por los cambios climáticos, creando un gravísimo problema en el mundo”.2
Los males en la economía tienen siempre un impacto social, pero el alcance y profundidad de sus consecuencias negativas dependen de la naturaleza de las relaciones que articulan a la sociedad. La historia de los Estados Unidos permite establecer conexiones directas entre la depresión acaecida a finales del siglo XIX y el auge de los linchamientos y ejecuciones extrajudiciales, a expensas de indígenas, negros y otros desclasados. El tristemente célebre Ku Klux Klan se fundó en Estados Unidos en medio del resentimiento de los antiguos propietarios de esclavos durante la llamada Reconstrucción, y la debacle económica iniciada en 1929 provocó el recrudecimiento del racismo en ese país. También resulta fácil constatar en la literatura referida al auge del nacionalsocialismo alemán, cómo el mesianismo racista que catapultó a Adolfo Hitler al poder se alimentó del recelo y la frustración social, exacerbados por la depresión económica de los años 30.
Las crisis económicas, con su negativa repercusión en la producción y el consumo, precarizan la vida de los grupos sociales más vulnerables; endurecen la competición entre los miembros de la sociedad por el acceso a los recursos, servicios y políticas sociales; y sacan a flote actitudes y sentimientos egoístas, puestos en función de preservar o incrementar el bienestar hasta entonces disfrutado. En el ámbito internacional, la fragilidad de las economías de no pocos estados facilita a los poderosos la apropiación de los recursos naturales de esos países, la esclavización de las capas populares, la cancelación de las conquistas sociales logradas por los pueblos, y la imposición de los intereses de los más fuertes en organizaciones e instituciones internacionales donde el principio “un país, un voto”, sigue siendo una utopía.
El demagógico discurso de las grandes potencias de nuestra época no logra ocultar la ideología fascista que reemerge, otorgando al Consejo de Seguridad de la ONU el doble papel de fiscal y juez, que legitima bombardeos, invasiones y conquistas territoriales de nuevo cuño.
La opresiva combinación de los poderes económico, ideológico y militar de los imperios, auxiliados por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la OTAN, entre otras instituciones emblemáticas del imperialismo, pretende controlar a la mayoría laboriosa y pacífica, el 80% de la humanidad que tiene poco y cada día pierde más. Las consecuencias están a la vista: parte de aquellos que el dominio imperial aún reconoce como estados, son cada vez menos soberanos. Se trata de países con patrimonios menguados por la rapacidad de las trasnacionales, cuyos gobiernos ven crecer, con inocultable impotencia, el número de analfabetos, hambrientos, desempleados y sin techo, en fin, de gente sin esperanza.
Paralelamente, los medios de difusión, cartelizados y al servicio de una poco visible aunque omnipresente minoría, continúan su faena de instauración de valores, códigos y símbolos pretendidamente universales. Hace poco más de un siglo, cuando surgieron en Estados Unidos las primeras agencias de publicidad, el sueño del capitalismo era estandarizar el consumo aunque fuese a costa de distribuir productos cada vez más fútiles y caros. Lograda la sacralización de la marca comercial y convertida esta en una especie de evangelio de la modernidad, la tarea del momento es homogeneizar las percepciones de la realidad, las aspiraciones y metas personales, las opiniones políticas y los criterios estéticos, en fin, el sentido de la vida.
Como en las previsibles tramas policiales donde el asesino acecha dentro de la casa para masacrar a sus moradores, el mundo duerme, todavía confiado, mientras guarda debajo de su cama armas más que suficientes para causar su propia destrucción. Las 25 000 ojivas nucleares que amenazan nuestro sueño, permanecen celosamente custodiadas en instalaciones militares de solo ocho países. Basta un enfrentamiento entre dos de esas potencias para que se haga realidad la pesadilla del Invierno Nuclear.
En África subsahariana -a la que los grandes medios suelen recordar para referirse a enfrentamientos armados de presunto origen étnico-, poblaciones enteras están siendo exterminadas por enfermedades curables y la esperanza de vida al nacer no rebasa los 48 años de edad. Del combate contra la maquinaria genocida de Israel regresan a sus casas diariamente los palestinos que los sionistas no han logrado exterminar. También luchan por ganar 24 horas más de vida los niños de la calle; los afroamericanos e inmigrantes latinos que purgan en el corredor de la muerte desventajas sociales de origen; los homless; las madres y abuelas que persisten en la búsqueda de sus familiares desaparecidos; los enfermos que añoran el trasplante que no pueden pagar, y muchos más, ciudadanos de países presuntamente cultos y civilizados, que resisten el cerco impuesto a sus conciencias por un amplio surtido de productos culturales que incentivan la enajenación y la violencia.
La guerra nos amenaza a todos porque este mundo cada vez más injusto e inseguro está siendo asediado por la única especie pensante que lo habita. Tal como Ud. ha argumentado, Comandante: “La mayor contradicción en nuestra época es la capacidad de la especie para autodestruirse y su incapacidad para gobernarse”.3
La Tierra es la casa de todos los hombres, mujeres y niños que la pueblan. No tenemos derecho a legar a nuestros hijos paisajes sin árboles que anuncian la lenta asfixia del planeta; terrenos baldíos donde la búsqueda de agua forma parte de la lucha por la subsistencia y mueren cada día cinco mil personas por beber de fuentes contaminadas; zonas pesqueras agotadas por ritmos de extracción que superan con creces los de la reproducción natural de las especies; veranos crecientemente calurosos que alternan con inviernos cada vez más crudos; y tierras bajas sepultadas por mares cuyo nivel no deja de elevarse.
No tenemos derecho a condenar a la desesperanza a los 2000 millones de seres humanos que nacerán durante los próximos 40 años, bajo un cielo empañado por millones de toneladas de gases contaminantes y un sol que parezca menos luminoso cada día.
Muchas gracias.

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