Cuba: Que presenten la primera prueba
Omar Pérez Salomón
En los últimos días se arreció la campaña de desinformación, relacionada con la muerte del recluso común cubano Wilman Villar Mendoza, con la participación de medios de comunicación al servicio del imperialismo norteamericano y sus aliados europeos.
Por tal motivo, les presento fragmentos del libro, Fidel Castro, Cuba y los Estados Unidos, conversaciones del periodista francés Salim Lamrani, con Ricardo Alarcón de Quesada, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, publicado por la Editorial José Martí en el año 2007, y que mantiene total vigencia.
Salim Lamrani: En los medios de prensa de Occidente se habla mucho y con frecuencia se denuncian las condiciones de detención bastante difíciles en Cuba. ¿Qué impresión le causa eso?
Ricardo Alarcón: Cuando leo la descripción de las cárceles cubanas en la prensa internacional – aunque evidentemente ninguno de esos periodistas, tan prolijos sobre este tema, ha puesto nunca los pies en una prisión cubana – , tengo la impresión de que las prisiones de los demás países son hoteles cuatro estrellas.
Nuestras prisiones no son hoteles, pero los detenidos están recluidos en condiciones que les permiten conservar su dignidad humana. Aproximadamente el 70% de los reclusos realiza una actividad que es remunerada de las misma manera que para cualquier otro ciudadano libre. Reciben íntegramente un salario, como cualquier obrero de este país.
¿Qué otro país del mundo permite a sus presos trabajar y recibir un salario? ¡Ninguno!
Nuestros detenidos tienen acceso a la cultura y a la salud. Muchos de ellos cumplen las condenas en sus casas.
La propaganda enemiga ha contado muchas mentiras. Recuerdo la historia de Armando Valladares, un individuo que fue condenado a una larga pena por haber cometido atentados terroristas. Nunca se habló de esto en la prensa internacional de la época. Sin embargo, Valladares al inicio de la Revolución, escondía explosivos en paquetes de cigarrillos y los arrojaba en lugares frecuentados por el público. Esa es la razón por la que fue detenido y condenado.
SL: Fue liberado por la intervención de Francois Mitterrand, por intermedio de Régis Debray.
RA: El gobierno de Reagan había montado toda una puesta en escena en cuanto a este caso. ¡De un golpe, este terrorista se convirtió en poeta y paralítico! La cruz roja incluso le envió una silla de ruedas.
Le advertimos al gobierno francés que lo estaban engañando, ya que disponíamos de videos que mostraban a Valladares haciendo gimnasia todos los días. Pero no quisieron escuchar nada y continuaron dando crédito a esta burda propaganda.
SL: ¿Qué pasó después?
RA: Le hicimos el juego. Conducimos a Valladares al aeropuerto en su silla de ruedas y una vez allí, le explicamos que o se levantaba sin ayuda y subía al avión para ir a Francia, o seguía fingiendo y lo devolvíamos a la cárcel. Quizás usted conoce lo que siguió: saltó disparado de la silla de ruedas como un gato y subió corriendo al avión.
SL: Creo que Régis Debray cuenta esa escena en su libro, donde narra que el poeta no era poeta, que el paralítico en realidad gozaba de muy buena salud y que el cubano se convirtió en norteamericano.
RA: Así es. Valladares se convirtió de la noche a la mañana en embajador de los Estados Unidos ante la Comisión de Ginebra, para participar en la guerra de propaganda contra Cuba. Valladares salió de la prisión gozando de excelente salud. Sin embargo, pasó veinte años detrás de las rejas.
Se han contado muchos horrores sobre las prisiones cubanas, pero no hay un solo detenido que haya muerto en la cárcel o haya sido torturado en prisión. No existe un solo detenido que haya salido de la cárcel con mala salud. No existe un solo detenido contra el cual se haya ejercido la violencia física. No existe un solo detenido al cual se le haya privado de alimento. Decir lo contrario no constituye solo una ofensa al gobierno cubano, sino también un insulto al pueblo cubano, ya que este jamás permitiría la menor violación de los derechos humanos.
Por otra parte, entre paréntesis, el tratamiento humano que dimos a los presos durante la guerra contra Batista, explica por qué la victoria se logró tan rápido, en apenas dos años, contra un ejército muy poderoso desde el punto de vista militar. Nunca torturamos a un soldado de Batista que cayera prisionero. Por el contrario, si estaba herido, lo curábamos. Después, le proponíamos que se integrara a nuestra lucha, y si se negaba, le pedíamos simplemente que no se uniera más a su ejército.
Por esa razón, por ese trato humano, al final los soldados se rendían a nuestras fuerzas por cientos, pues sabían, se lo habían contado, que serían tratados bien, que no serían torturados, que serían alimentados y curados. Teníamos un código de conducta muy claro y una ética que encontramos hoy día en nuestro pueblo.
En resumen, no existe una sola prueba que corrobore todos los horrores de los que se nos acusa. No somos exigentes, pedimos una sola prueba, no dos, una sola. ¿Sabe por qué nadie ha sido capaz nunca de presentar una sola prueba? Simplemente porque todo eso no es más que un atajo de mentiras para denigrar a nuestra Revolución.
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