Ben Rhodes, diputado nacional y consejero de comunicaciones del gobierno norteamericano afirmó que “El hecho de que sean libios marchando hasta Trípoli no solo proporciona una base de legitimidad a la ocupación, sino que provee un contraste a situaciones en las cuales el gobierno extranjero es el ocupante”.
No hacía falta tanto cinismo. Baste decir que el Premio Nobel de la Paz es un guerrerista que defraudó toda la ilusión de cambio que prometió y que parecía asegurada por un previsible compromiso que le daría su piel negra. Error, craso error.
Ahora todos seguimos amenazados después de Libia. El hecho no escapa al gobierno cubano y a la ciudadanía que adquirió pericia en tantas confrontaciones entre las dos orillas del Estrecho de la Florida.
En marzo de 2003, -tras la invasión norteamericana a Irak-los terroristas de Miami, gobernada entonces por el hermano del presidente Bush, agitaban carteles diciendo "Ya llegamos a Bagdad, ahora a La Habana".
El tono de beligerancia hacia Cuba no cesa. El gobierno norteamericano destinó parte del presupuesto anual del que dispone, para la subversión en la Isla. El pasado 2 de agosto se aprobó definitivamente la suma de 20 millones de dólares, los cuales son receptados por la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID).
Las prioridades del gobierno estadounidense de Barack Obama, supuestamente interesado en apoyar a la sociedad civil en Cuba, apuntan a intensificar la participación social de sectores "vulnerables" y promover "técnicas de solución de conflictos y la colaboración entre actores sociales".
En la agenda también se incluye el interés por sectores de la sociedad cubana que van más allá de la disidencia tradicional, lo cual ha trascendido de informes de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba (Sina), filtrados por Wikileaks, sobre la escasa influencia de la disidencia interna en la sociedad y en particular en la juventud.
En cables enviados al Departamento de Estado, la Sina consideró que los opositores carecen de programas encaminados a "captar un amplio espectro de la sociedad cubana", malgastan tiempo "boicoteándose" unos a otros y el principal objetivo de sus líderes es obtener recursos financieros.
Las prácticas injerencistas de Washington con La Habana, confirman las nuevas modalidades introducidas por la actual administración de Obama en la labor subversiva y de influencia hacia Cuba que, sin abandonar su tradicional apoyo a la contrarrevolución, se propone expandir su acceso a los más diversos sectores de la sociedad cubana.
El bloqueo sigue intacto, los intercambios familiares limitados. Estados Unidos incluyó a Cuba en una lista de país terrorista, todo con el afán de complicar las cosas a los cubanos y promover un descontento que acabaría con la Revolución cubana.
¡Cuánto se desea en la Isla que la dejen en paz, que no sigan durmiendo de ese lado, acrecentando el bloqueo y pidiendo democracia al estilo yanqui para Cuba!
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