El pasado martes decenas de miles de estudiantes chilenos volvieron a tomar las calles de la capital, Santiago, para exigirle al gobierno de Sebastián Piñera una reforma educativa de fondo.Se trata de la más reciente de una serie de movilizaciones que han protagonizado alumnos secundarios y universitarios, con un fuerte respaldo de los docentes y de organizaciones sociales y sindicales.
Pero estas manifestaciones –las más masivas desde el regreso de la democracia, hace tres décadas- no son las primeras que piden cambios sustanciales al sistema educativo chileno.
En 2006, al comienzo de su gestión, la antecesora de Piñera, Michelle Bachelet, también debió enfrentar enormes protestas de alumnos secundarios en lo que se conoció como “La revolución de los pingüinos” (por el color del uniforme de los jóvenes).
Al igual que ahora, el principal reclamo de los estudiantes es que el Estado brinde una educación pública gratuita y de calidad, y que se prohíba el lucro en la educación privada.
En la actualidad, el 25% del sistema educativo es financiado por el Estado. El 75% restante depende de los aportes de los estudiantes.
La gratuidad educativa sólo está garantizada en el nivel básico. A partir del secundario, las escuelas pueden cobrar cuotas. En tanto, todas las universidades –tanto las públicas como las privadas- cobran aranceles.
En 1981 Pinochet reformó el sistema universitario, eliminando la educación terciaria gratuita.
A partir de entonces, los alumnos que quieren ir a la universidad pero no tienen los fondos para costearlo, deben pedir créditos, ya sea estatales (si van a la universidad pública, que recibe algunos aportes del Estado) o bancarios (si estudian en un instituto privado).
En 1990, Pinochet también promulgó la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), que redujo el rol del Estado en la educación al de un mero regulador, y delegó la enseñanza en el sector privado.
La ley abrió las puertas al lucro en la educación, y según Mario Garcés Durán, director de la organización no gubernamental chilena ECO Educación y Comunicaciones, dio pie al negocio de las “escuelas y universidades empresa”.
Las escuelas públicas pasaron a la órbita de las municipalidades, algo que según el experto en educación Raúl Irrazabal, del Centro de Estudios Sociales CIDPA, impactó fuertemente en su calidad educativa.
En tanto, en el nivel terciario también surgieron una treintena de universidades privadas, que hoy representan el 60% del sector.
Irónicamente, esas universidades (que cobran matrículas de entre US$300 y US$1200) absorbieron a muchos de los estudiantes más pobres, que por venir del sistema educativo municipal sacaron notas más bajas en la prueba de selección universitaria (PSU) que deben rendir todos los aspirantes a una plaza terciaria.
Según Garcés Durán, se trata de un sistema “perverso”, que deja a miles de jóvenes chilenos de clase media y baja endeudados no bien terminan de estudiar, ya que los créditos universitarios se empiezan a pagar desde el primer empleo.
“La educación dejó de ser un mecanismo de movilidad social en Chile y pasó a ser lo contario: un sistema de reproducción de la desigualdad”, afirmó.
Irrazabal dijo a BBC Mundo que el 70% de los estudiantes chilenos usa un crédito universitario.
Según los expertos no es un problema de falta de dinero. Con el precio del cobre –la mayor exportación del país- a precios récord, muchos creen que los fondos existen.
“El problema es ideológico”, coincidieron Garcés Durán e Irrazabal.
En su opinión, los distintos mandatarios, tanto de izquierda como de derecha, prefirieron mantener la misma lógica neoliberal que convirtió a Chile en un país rico y dejaron que el mercado regule el sector educativo.
El legado del pinochetismo también generó un rechazo en la clase política a las intervenciones fuertes del Estado.
“Los jóvenes que protagonizan estas marchas son de otra generación, no vivieron la dictadura, de modo que no tienen miedo al estatismo”, observó Irrazabal.
Por ahora, todo parece indicar que estos jóvenes estudiantes continuarán llevando sus reclamos a las calles de Chile.
En 2006, al comienzo de su gestión, la antecesora de Piñera, Michelle Bachelet, también debió enfrentar enormes protestas de alumnos secundarios en lo que se conoció como “La revolución de los pingüinos” (por el color del uniforme de los jóvenes).
Al igual que ahora, el principal reclamo de los estudiantes es que el Estado brinde una educación pública gratuita y de calidad, y que se prohíba el lucro en la educación privada.
En la actualidad, el 25% del sistema educativo es financiado por el Estado. El 75% restante depende de los aportes de los estudiantes.
La gratuidad educativa sólo está garantizada en el nivel básico. A partir del secundario, las escuelas pueden cobrar cuotas. En tanto, todas las universidades –tanto las públicas como las privadas- cobran aranceles.
Educación pinochetista
Las bases del actual sistema educativo chileno fueron sentadas durante el régimen militar de Augusto Pinochet.En 1981 Pinochet reformó el sistema universitario, eliminando la educación terciaria gratuita.
A partir de entonces, los alumnos que quieren ir a la universidad pero no tienen los fondos para costearlo, deben pedir créditos, ya sea estatales (si van a la universidad pública, que recibe algunos aportes del Estado) o bancarios (si estudian en un instituto privado).
En 1990, Pinochet también promulgó la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), que redujo el rol del Estado en la educación al de un mero regulador, y delegó la enseñanza en el sector privado.
La ley abrió las puertas al lucro en la educación, y según Mario Garcés Durán, director de la organización no gubernamental chilena ECO Educación y Comunicaciones, dio pie al negocio de las “escuelas y universidades empresa”.
El negocio educativo
Garcés Durán dijo a BBC Mundo que en los últimos 30 años hubo un boom de escuelas privadas o subvencionadas (público-privadas), que hoy día acogen al 60% de los alumnos primarios y secundarios.Las escuelas públicas pasaron a la órbita de las municipalidades, algo que según el experto en educación Raúl Irrazabal, del Centro de Estudios Sociales CIDPA, impactó fuertemente en su calidad educativa.
En tanto, en el nivel terciario también surgieron una treintena de universidades privadas, que hoy representan el 60% del sector.
Irónicamente, esas universidades (que cobran matrículas de entre US$300 y US$1200) absorbieron a muchos de los estudiantes más pobres, que por venir del sistema educativo municipal sacaron notas más bajas en la prueba de selección universitaria (PSU) que deben rendir todos los aspirantes a una plaza terciaria.
Según Garcés Durán, se trata de un sistema “perverso”, que deja a miles de jóvenes chilenos de clase media y baja endeudados no bien terminan de estudiar, ya que los créditos universitarios se empiezan a pagar desde el primer empleo.
“La educación dejó de ser un mecanismo de movilidad social en Chile y pasó a ser lo contario: un sistema de reproducción de la desigualdad”, afirmó.
Irrazabal dijo a BBC Mundo que el 70% de los estudiantes chilenos usa un crédito universitario.
¿Por qué no respondieron los gobiernos?
¿Por qué los sucesivos gobiernos de la Concertación y la actual administración de Piñera no cumplieron con los pedidos de los estudiantes de ofrecer educación gratuita?Según los expertos no es un problema de falta de dinero. Con el precio del cobre –la mayor exportación del país- a precios récord, muchos creen que los fondos existen.
“El problema es ideológico”, coincidieron Garcés Durán e Irrazabal.
En su opinión, los distintos mandatarios, tanto de izquierda como de derecha, prefirieron mantener la misma lógica neoliberal que convirtió a Chile en un país rico y dejaron que el mercado regule el sector educativo.
El legado del pinochetismo también generó un rechazo en la clase política a las intervenciones fuertes del Estado.
“Los jóvenes que protagonizan estas marchas son de otra generación, no vivieron la dictadura, de modo que no tienen miedo al estatismo”, observó Irrazabal.
Por ahora, todo parece indicar que estos jóvenes estudiantes continuarán llevando sus reclamos a las calles de Chile.
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