Las protestas de estos días contra el gasto de la visita papal han supuesto una oportunidad para que los cuerpos represores del Estado (expresión que define con exactitud lo que significan la policía y el ejército) demuestren su verdadero cometido que no es otro que coartar y reprimir cualquier atisbo de disconformidad, por parte de la población, con la línea oficial marcada por las elites gobernantes.
La brutalidad policial, propia de Estados dictatoriales (que al final va a resultar que son todos), vivida estos días nos ha dejado imágenes de ataques salvajes contra personas cuya única arma era la palabra, que de haberse producido en sentido contrario hubieran catapultado una avalancha de protestas por parte de políticos, medios de comunicación y organizaciones de todo tipo.
Estas agresiones entroncan con una larga tradición represiva de estos cuerpos paramilitares españoles.
Desde las recientes actuaciones policiales contra el pueblo indignado, pasando por la militarización de territorios como Euskalherria, la represión de los movimientos antimilitaristas, del movimiento okupa, la creación del GAL, etc... (por no remontarnos más ya que no existe época en nuestras tierras en que la brutal represión estatal no tuviera lugar).
No en vano, el Estado Español está siendo acusado repetidamente desde hace años por diversos organismos (tanto nacionales como internacionales) de violación de los derechos humanos, destacando sobremanera las prácticas torturadoras de los diferentes cuerpos policiales. De hecho, se producen una media de dos denuncias diarias por este hecho (teniendo en cuenta que las denuncias por torturas de la policía se realizan en comisarías y cuartelillos con lo que ello supone, podemos deducir que las denuncias representan una ínfima parte de las agresiones o torturas que realmente suceden).
Volviendo al presente, es importante resaltar el paso adelante de la represión estatal que ya no tiene ningún reparo en mostrarse abiertamente ante las cámaras. Esta demostración pública obedece a la necesidad que tiene el aparato estatal, más poderoso que nunca, en dejar claro que no va a tolerar ninguna desviación de la ideología imperante. Un claro ejemplo de esto sucedió durante la pasada huelga de controladores aéreos donde el Estado mostró todo su esplendor con la toma de los aeropuertos por parte del ejército.
Esta nueva demostración de brutalidad policial debe servir para que todos aquellos que todavía abogan por el fortalecimiento del Estado para hacer frente al sistema capitalista (sistema del que indudablemente los Estados son piezas fundamentales) reflexionen sobre el alcance que tienen sus proclamas.
No se puede olvidar que cuando se exige que el Estado controle los desmanes económicos capitalistas, se está pidiendo que el Estado se empodere y su manera de hacerlo incluye por encima de todo aumentar su capacidad represiva. No hay que olvidar que el gasto militar y policial no se ha visto afectado en ningún momento en las sucesivas crisis económicas que el resto de mortales sí hemos padecido.
El Estado no es el pueblo y su misión no es velar por él, sino por sus propios intereses y así nos lo demuestra día tras día.
No debemos esperar que ninguna entidad actúe por nosotros, las personas somos las que debemos organizarnos para superar las adversidades.
Cuando el Estado actúa al pueblo le llueven hostias:
- El Estado actúa, la policía reprime al pueblo.
- El Estado actúa, el dinero se va a la banca y el pueblo sufre.
- El Estado actúa, los derechos sociales y laborales del pueblo se diluyen.
- El Estado actúa, la educación se convierte en adoctrinamiento y el pueblo en rebaño.
- El Estado actúa, la sanidad se convierte en sistema de drogadicción de masas y el pueblo se idiotiza.
En infinitas ocasiones vemos la represión, esta vez la policial (la más inmediata y violenta de todas, pero no la única). No tardaremos en sufrirla nuevamente puesto que la veda se ha alzado y hay vía libre para la brutal represión de los seres humanos.
La brutalidad policial, propia de Estados dictatoriales (que al final va a resultar que son todos), vivida estos días nos ha dejado imágenes de ataques salvajes contra personas cuya única arma era la palabra, que de haberse producido en sentido contrario hubieran catapultado una avalancha de protestas por parte de políticos, medios de comunicación y organizaciones de todo tipo.
Estas agresiones entroncan con una larga tradición represiva de estos cuerpos paramilitares españoles.
Desde las recientes actuaciones policiales contra el pueblo indignado, pasando por la militarización de territorios como Euskalherria, la represión de los movimientos antimilitaristas, del movimiento okupa, la creación del GAL, etc... (por no remontarnos más ya que no existe época en nuestras tierras en que la brutal represión estatal no tuviera lugar).
No en vano, el Estado Español está siendo acusado repetidamente desde hace años por diversos organismos (tanto nacionales como internacionales) de violación de los derechos humanos, destacando sobremanera las prácticas torturadoras de los diferentes cuerpos policiales. De hecho, se producen una media de dos denuncias diarias por este hecho (teniendo en cuenta que las denuncias por torturas de la policía se realizan en comisarías y cuartelillos con lo que ello supone, podemos deducir que las denuncias representan una ínfima parte de las agresiones o torturas que realmente suceden).
Volviendo al presente, es importante resaltar el paso adelante de la represión estatal que ya no tiene ningún reparo en mostrarse abiertamente ante las cámaras. Esta demostración pública obedece a la necesidad que tiene el aparato estatal, más poderoso que nunca, en dejar claro que no va a tolerar ninguna desviación de la ideología imperante. Un claro ejemplo de esto sucedió durante la pasada huelga de controladores aéreos donde el Estado mostró todo su esplendor con la toma de los aeropuertos por parte del ejército.
Esta nueva demostración de brutalidad policial debe servir para que todos aquellos que todavía abogan por el fortalecimiento del Estado para hacer frente al sistema capitalista (sistema del que indudablemente los Estados son piezas fundamentales) reflexionen sobre el alcance que tienen sus proclamas.
No se puede olvidar que cuando se exige que el Estado controle los desmanes económicos capitalistas, se está pidiendo que el Estado se empodere y su manera de hacerlo incluye por encima de todo aumentar su capacidad represiva. No hay que olvidar que el gasto militar y policial no se ha visto afectado en ningún momento en las sucesivas crisis económicas que el resto de mortales sí hemos padecido.
El Estado no es el pueblo y su misión no es velar por él, sino por sus propios intereses y así nos lo demuestra día tras día.
No debemos esperar que ninguna entidad actúe por nosotros, las personas somos las que debemos organizarnos para superar las adversidades.
Cuando el Estado actúa al pueblo le llueven hostias:
- El Estado actúa, la policía reprime al pueblo.
- El Estado actúa, el dinero se va a la banca y el pueblo sufre.
- El Estado actúa, los derechos sociales y laborales del pueblo se diluyen.
- El Estado actúa, la educación se convierte en adoctrinamiento y el pueblo en rebaño.
- El Estado actúa, la sanidad se convierte en sistema de drogadicción de masas y el pueblo se idiotiza.
En infinitas ocasiones vemos la represión, esta vez la policial (la más inmediata y violenta de todas, pero no la única). No tardaremos en sufrirla nuevamente puesto que la veda se ha alzado y hay vía libre para la brutal represión de los seres humanos.
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