martes, 23 de agosto de 2011

Esta es la cara brutal de la represion en Chile.

Maggie Marín
Infinidad de fuentes noticiosas reportan la brutal represión de que fueron objeto el jueves los estudiantes chilenos por la policía militarizada (carabineros), cuando pretendían llevar a cabo sendas manifestaciones en reclamo de una educación gratuita y de calidad, y por tanto en contra de que ese vital servicio público siga siendo vehículo de enriquecimiento para algunos, en el país con la educación universitaria más cara del planeta.
La jornada, muy violenta y represiva, concluyó con casi 600 detenciones y una treintena de heridos, y fue la última de las muchas con que viene expresando su disgusto con la política oficial al respecto, el enérgico movimiento que lleva casi tres meses manifestándose de las más diversas y creativas formas, legitimando así su actuación frente a la sociedad y convirtiendo a Chile en un ejemplo de movilizaciones sociales en todo el mundo.
A pesar de la negativa del gobierno de Sebastián Piñera sobre esta realidad, encuestas digna de crédito aseguran que el 72 por ciento de la ciudadanía apoya las movilizaciones, el 63 por ciento NO apoya las propuestas del gobierno, y el 70 por ciento cree que el lucro perjudica la educación.
De cada 100 chilenos, 65 valoran negativamente las acciones de Piñera en educación y el 75 por ciento evalúa muy positivamente, o positivamente, las acciones de los dirigentes de los estudiantes universitarios en esta singular pelea.
Ayer el Instituto Nacional de Derechos Humanos criticó la decisión oficial (de Piñera personalmente, según se sabe) de no autorizar las dos marchas estudiantiles que estaban convocadas en la Plaza Italia y rumbo al Palacio de La Moneda. Esa entidad resaltó que “la negativa de la autoridad a autorizar las manifestaciones convocadas hacen evidentes las limitaciones y deficiencias de nuestras instituciones políticas para dar solución a las demandas sociales”.
Lo cierto, y así lo reportan colegas, es que el centro de Santiago estuvo el jueves bajo un auténtico Estado de Sitio, más propio de una dictadura que de un gobierno que se define democrático, responsable, respetuoso y prudente. De hecho, transeúntes y periodistas que apreciaron en vivo y en directo la brutalidad de las supuestas fuerzas del orden contra los manifestantes han denunciado que la represión y la violencia fueron absolutamente colosales.
Cuentan que el aire de Santiago era irrespirable por la gran cantidad de bombas lacrimógenas que los policías militarizados utilizaron durante toda la jornada, al punto de que ambulancias del servicio de urgencia tuvieron que trasladar a varias personas desmayadas en la vía pública por los efectos de esos gases. Dicen que en Valparaíso los estudiantes arrancaban líneas del tren para poder resguardarse de las lacrimógenas.
Los carabineros llegaron a arrojar este tipo de bombas al interior de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile, donde se encontraban unos 600 estudiantes, y penetraron en la Universidad de Santiago produciendo heridas a numerosos estudiantes.
En horas de la noche los carabineros reprimieron también a manifestantes que escenificaban un cacerolazo en una zona central de Alameda, precisamente frente a la casa central de la Universidad de Chile.
Organizaciones diversas, senadores y otros entes y personalidades han venido denunciando que también transeúntes fueron duramente golpeados por carabineros, sin existir provocación anterior alguna.
A partir de las 8 de la noche, hora chilena, y a lo largo de todo Santiago y del país, miles de personas comenzaron a golpear cacerolas y todo lo que pudiera sonar en respuesta a las demandas estudiantiles y en evidente y masivo apoyo ciudadano al movimiento. Mientras, dos helicópteros de carabineros sobrevolaban la ciudad con sus reflectores encendidos, pero las cacerolas siguieron sonado

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