Iroel Sánchez
Con la puntería que los caracteriza, los grandes medios buscan en la tecnología el gran culpable de los disturbios desatados en Londres.
Periódicos y televisiones se preguntan si los “agitadores” se movilizan a través de Internet utilizando la red de microblogging Twitter o el chat de BlackBerry, para inclinarse hacia este último como el gran culpable.
La neutra y muy británica BBC afirma que en “la medida en que los investigadores sean capaces de filtrar a los agitadores genuinos de los que son ¨una caja de resonancia¨ virtual y luego los lleven a tribunales en el mundo real nos dará lecciones valiosas tanto sobre el uso y abuso de la tecnología como de la capacidad de la aplicación de la ley de lidiar con ello”. El no menos imparcial diario español El País en un enérgico editorial se muestra preocupado porque en Europa se “está creando un estado de opinión de acuerdo con el cual la democracia representativa se está mostrando incapaz de dar curso pacífico a un creciente malestar de los ciudadanos. Se trata de una pendiente peligrosa que los Gobiernos están obligados a atajar extremando el escrupuloso cumplimiento de las exigencias del Estado de derecho” y llama también a la acción de los tribunales. Si la policía del “estado de derecho” actúa como la hemos visto desenvolverse por estos días en varios lugares de España, no es precisamente el comportamiento pacífico el que están estimulando en los ciudadanos.
Los disturbios en Gran Bretaña, que comenzaron en un barrio del Norte de Londres, ya se extienden a otras ciudades inglesas como Liverpool, Birmingham y Manchester, y habría que estar ciego para no ver en los recortes sociales -aplicados gobierno tras gobierno desde Margaret Thatcher- el origen de la ira que ahora incendia el espacio virtual porque antes se ha vuelto insoportable en el mundo real. El asesinato a tiros por la policía de un ciudadano en Tottenham sólo ha sido la chispa para incendiar la pradera seca y lista para el fuego por una crisis que no ha tocado los bolsillos de los ricos sino para incrementar sus ganancias.
Cuentan que al “BlackBerry” le denominaron así porque a los esclavos nuevos en Estados Unidos se les ataba con un grillete a una bola negra de hierro para que no escaparan de los campos de algodón, los esclavistas le llamaban “BlackBerry” (mora) porque se parecía a dicha fruta. Quienes esto afirman dicen que el “BlackBerry” es el símbolo de la nueva esclavitud. A los empleados se les da un “Blackberry” y quedan inalámbricamente atados por su grillete electrónico, y al igual que los esclavos se les mantiene dependientes del trabajo y el consumo todo el tiempo.
Si como los esclavos insurgentes, que en muchos lugares utilizaron en sus rebeliones el machete con que los obligaban a trabajar para sus amos, los rebeldes del siglo XXI emplean las telecomunicaciones para enfrentarse a la represión de un sistema no menos brutal e injusto, los tribunales -como hizo la historia con los esclavistas- deberían juzgar a los verdaderos responsables de su situación; pero eso no se lo pedirán ni El País ni la BBC, cuyos accionistas están en la misma clase social de los que ordenan las represiones y eligen a los jueces.
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