Parece una trágica coincidencia o, quizá, una expiación mística, algo parecido a lo que escribió Dante Alighieri en la Divina Comedia, hablando de la llamada ley del contrapaso que condenaba las almas del infierno a una pena relacionada con los que habían sido sus pecados mientras que estaban con vida.
En las
últimas dos semanas, los llamados “ex-presos políticos cubanos” que
viven en España, han “sido condenados” a actuar de manera similar a
cuando estaban en Cuba. En dos semanas hemos asistido al sucidio del “ex-preso”Albert Santiago Du Bouchet, a las protestas, a las denuncias de represión policial y a la huelga de hambre de una decenas de ellos.
Hoy se escribió un capítulo más de la Cántica de
esas personas: los que en Cuba denunciaban condiciones trágicas y se
vieron “obligados” a buscar visibilidad y pedir por la libertad a través
de la prensa extranjera, ahora en España denuncian condiciones trágicas
y están “obligados” a buscar visibilidad a través de la prensa
extranjera.
El Nuevo Herald titulaba “Ex-presos políticos cubanos en España viven pesadilla”. En el artículo se contaban las breves historias paralelas de Bárbara Dueñas -esposa del médico “ex-preso” Marcelo Cano- y del llamado “periodista independiente” Julio César Gálvez.
Bárbara Dueñas y Marcelo Cano, según lo que afirmaba el diario, “estresados por su situación entraron en una clínica psiquiátrica en enero del 2011, él por una semana, ella por 15 días. Dueñas agregó que “después
de que su ayuda del gobierno se terminó el 19 de febrero, no ha podido
comprar las medicinas prescritas para los nervios o pagar la renta.
Otras familias han sido desalojadas y han tenido que ir a vivir a
pequeños apartamentos con otros cubanos” y que ella “quiere regresar a Cuba o mudarse a Estados Unidos con sus hijos que –deprimidos- han dejado de ir a la escuela, pero como su esposo no quiere irse a Estados Unidos, no cumplen los requisitos para los refugiados políticos”. La historia de Dueñas terminaba con una solicitud de ayuda enviada por correo
a El Nuevo Herald -un periodico extranjero, ya que su situación es
completamente silenciada por los medios oficiales españoles-: “Sólo
les pido que hagan todo lo posible por ayudarnos y sacarnos de este
país. No me importa para donde nos lleven. Sólo queremos un poco de paz y
donde poder trabajar”.
Palabras duras, fuertes y tristes que chocan brutalmente con lo que se decía hace poco más de un año y medio, cuando Marcelo Cano llegó a España: “Para los disidentes es el momento de vivir otras cosas, de reencontrarse con la familia, con los amigos, con la libertad” decía la periodista del canal digital EFE. “Una libertad que me hacía falta, que no he conocido por 45 años”, concluía un esperanzoso e ilusionado Marcelo Cano...
Las declarariónes de Julio
César Gálvez eran aún más desconcertantes, sobre todo si se considera
lo que él ha dejado en Cuba. El “periodista independiente” afirmaba que “recibió
un permiso de trabajo sólo un año después de que llegó y tuvo 22
entrevistas de trabajo, ninguna de ellas exitosa, porque tiene 68 años
de edad (...) Su hijo de 7 años dejó de ir esta semana a la escuela porque su familia no podía hacer frente a sus pasajes del metro (...) La
suegra de Gálvez murió la semana pasada, pero su cadáver se mantiene en
una morgue en Madrid porque la familia no tiene los $1,200 para pagar
por la cremación.
Otra situación trágica que también choca con lo que el mismo Julio César Gálvez declaraba el pasado noviembre antes las cámaras de Tv Martí, cuando aún recibía su cheque mensual por el gobierno español: “Yo estoy aprendiendo a vivir en libertad y en democracia. Una cosa que en Cuba es imposible”.
Es triste ver esa situación
y para quién vive en el capitalismo, en la llamada “libertad y
democracia”, es muy fácil entender hasta el profundo lo que realmente
están viviendo esas personas. Es fácil entender la desesperación de un padre que no puede enviar un niño
a la escuela; de una madre que ve a su hija abandonarse y dejar de
soñar; de unos hijos que no saben donde entcontrarán el dinero para el
entierro de sus seres queridos. Es fácil entender la desesperación de un
hombre de 68 años que ya no tiene esperanza de trabajo y que se
encuentra totalmente abandonado por el Estado. Ahora lo han aprendido
los llamados “expresos” también. Han aprendido cual es la otra cara de
lo que consideraban libertad y democracia.
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