Por: Emilio Marín,
El argumento de la exclusión cubana es que su gobierno, socialista, no cumpliría con el target de democracia, según la Cláusula Democrática Interamericana. Esta fue votada por la OEA el 11 de setiembre de 2001, en llamativa coincidencia con la “guerra antiterrorista” que la administración Bush comenzaría contra los “oscuros rincones del planeta”.
En realidad muchos de los firmantes de esa declaración interamericana no cumplen con una plataforma mínima de sus 28 artículos, casos muy evidentes de Colombia, México, Chile, Haití y Honduras, por diversos motivos.
Para poner sólo un ejemplo, el régimen de Juan Manuel Santos, el anfitrión de la VI Cumbre de las Américas, recibió ayer un aplazo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos por los numerosos crímenes de “falsos positivos” (jóvenes pobres asesinados y vestidos como guerrilleros de las FARC para hacer propaganda y que los militares ganen ascensos y premios).
Los 10.000 muertos por el narcotráfico en México, por otro lado, llamaron hasta la atención del Papa Benedicto XVI en su visita de marzo pasado. Pero a los organizadores de la Cumbre en Cartagena de Indias no se les pasó por la cabeza hacerle algún problema a Felipe Calderón.
La democracia de Cuba es de otro contenido y forma. Con candidatos que surgen no del Partido Comunista sino de las reuniones y asambleas de los barrios e instituciones del país. Con campañas donde se gastan dos pesos y no centenares de millones de dólares, como ocurre en este momento con la interna de los republicanos en Estados Unidos. Con niños pioneros que cuidan las urnas, donde no hay fraudes ni boletas introducidas de antemano o en cantidades según voluntad del político de turno, o contadas de diferente forma según sean de un color o de otro.
Podrá gustar o no la democracia cubana, pero no se puede mentir con que no existe. La visita del Papa, cubierta por centenares de periodistas de todo el mundo, corroboró que allí se ejercitan los derechos fundamentales del hombre. El que no cumple con la ley internacional es el mal vecino, que la mantiene bloqueada en forma total desde febrero de 1962.
En la última votación de Naciones Unidas sobre el bloqueo, en octubre del año pasado, 186 países sufragaron por Cuba, sólo dos por mantener ese cerco económico y comercial (EE UU e Israel) con abstenciones de Palau, Islas Marshall y Micronesia.
Una elemental norma de democracia diría que con ese resultado el bloqueador debería reconocer la abrumadora mayoría en su contra. No. El imperio, que dice ser la representación de una extraña democracia, entiende que dos votos valen más que 186. Dos pesan más que el mundo. ¿Y hablan de “democracia” para dejar a la isla socialista afuera de la cita de Cartagena de Indias?
Muy bien Rafael Correa que se mantuvo en su postura de febrero pasado: si dejan afuera a Cuba los países del ALBA debían boicotear la reunión.
Una gran cárcel
La Casa Blanca sostiene que Cuba “es una gran cárcel”. Es al revés.
Un artículo de Jean-Guy Allard (26 de Octubre de 2011, “Estados Unidos sigue rompiendo récord de encarcelamientos”), sostiene: “de acuerdo con las cifras de la Oficina de Estadísticas de Justicia (BJS, por sus siglas en inglés), cerca de 2.300.000 adultos se encuentran encarcelados en EE.UU. en penitenciarias federales, prisiones estatales y cárceles de los condados —los tres tipos de centros de detención existentes— al final del año 2009. Más trágico aún, cerca del triple de este número, es decir, unos 7.000.000 de adultos, están en libertad condicional o bajo alguna forma de supervisión correccional”.
El destino carcelario discrimina por el color de la piel, porque los
afroamericanos son el 12 por ciento de la población total del país, pero
casi el 40 por ciento del total de prisioneros.
A principios de 2010, por cada 100 000 norteamericanos, 743 se
encontraban encarcelados, una tasa que supera en 7 veces la media de los
países occidentales. Buscando sacar plusvalía de esos muros, muchos de
esos presos producen en las cárceles, varias de éstas privadas, para
empresas norteamericanas y multinacionales.
Y debe ser peor aún la vida de los centenares de presos acusados de pertenecer a Al Qaeda, recluidos desde enero de 2002 en la cárcel de Guantánamo, que EE UU usurpa a Cuba. Alguna vez Jacobo Timerman publicó “Prisionero sin nombre, celda sin número”, referido a los campos clandestinos de exterminio de la dictadura videlista. Guantánamo es algo parecido, en el sentido que los presos sufren torturas y muchos se suicidan ante la larguísima perspectiva sin causa ni juez ni defensor.
Ayer se conoció que, al cabo de diez años de prisión, el argelino Djamel Ameziane, encerrado en la Base Naval de Guantánamo, recibió la buena noticia de que Comisión Interamericana de Derechos Humanos impugnó por primera vez al gobierno de EE UU por su caso. Que tenga un juicio imparcial y pueda recuperar la libertad, eso ya es otra cosa. El y otros 170 prisioneros de ese lugar deberán aguardar más tiempo, quizás años, para dejar de penar.
¿Qué democracia?
Suele decirse que la política internacional de un país es la prolongación, con matices, de su política doméstica.
Si es así, de los desastres humanitarios causados por las guerras de
EE UU contra Serbia, Afganistán, Irak y Libia debería suponerse que la
política interior estadounidense tiene un mal insuperable. En vez de
maltratar a sus propios afroamericanos y latinos, los militares
norteamericanos (muchas veces con efectivos de ese origen étnico)
torturan y balean a afganos e iraquíes pobres entre los pobres.
Con aquel criterio expuesto, Cuba saldría ganando por goleada. Si en
el exterior operó gratuitamente de la vista a 2.2 millones de personas
en el Tercer Mundo y alfabetizó a 5.8 millones, como reseñó Raúl Castro
al darle la bienvenida a Benedicto, ¿qué no hizo por sus propios
pobladores cubanos? “La caridad empieza por casa”, pero Cuba comparte
con la humanidad, con los balances antedichos e irrefutables de la
“Operación Milagro” y el programa alfabetizador “Yo sí puedo”. Ambos son
gratuitos.
El sistema capitalista norteamericano saquea a las economías del
mundo, sobre todo en tiempos de crisis como éste, y a algunos países los
bombardea e invade. Los misiles letales que dirige contra objetivos
civiles en aquellas guerras de conquista, ¿son un modelo de democracia?
En cambio La Habana exporta médicos, enfermeros y maestros, que salvan
vidas y ayudan a la gente a leer. ¡Menuda diferencia!
No vaya a creerse que sólo los pobladores de otros países sufren las consecuencias del militarismo de la administración Obama; mejor no imaginar cuán más graves pueden ser si ganan Mitt Rommey u otro de los republicanos cavernícolas. Tanto los sospechosos extranjeros como los ciudadanos estadounidenses pueden ser detenidos indefinidamente, según la Ley de Autorización de Defensa Nacional, firmada por Obama el 31 de diciembre de 2011.
Su excusa fue que debió suscribirla porque en el mismo paquete iba la partida de gastos de “Defensa” para este año, de 662.000 millones de dólares.
No se crea que sólo los morochos del Bronx o Harlem son perseguidos por la policía neoyorquina por el delito de “portación de rostro”, similar al que purgan cada fin de semana los muchachos de barrios del conurbano bonaerense, Córdoba, Rosario, etc. También los jóvenes de clase media, que nutrieron inicialmente a “Ocupa Wall Street”, han tenido muchísimos problemas con la policía. Desde su aparición, en setiembre de 2011, los “Ocupa Wall Street” han sufrido 6.000 detenciones a manos de la policía, golpes en los desalojos, gas pimienta a los ojos, arrasadas sus carpas y bibliotecas.
Las agencias de espionaje de EE UU han concebido su última criatura:
un centro de información que intercepta, almacena y analiza todas las
llamadas telefónicas, los mensajes de texto, las páginas web y las
búsquedas en Google hechas en EEUU y el mundo. Según la revista Wired,
en artículo de James Bamford, ese centro de Operaciones está montado por
la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) y se llama Utah Data Center. Es
el mayor centro de interceptación de las comunicaciones del mundo.
¿Y estos tipos son los que van a la VI Cumbre, sin Cuba, a dar lecciones de democracia a los demás?
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