Ejemplo de entereza
Hace pocos días, la inefable cadena de noticias CNN dijo,
palabras más, palabras menos, que en una entrevista ante la Televisión
Española, el Presidente Correa habría manifestado que la organización
con sede en Estados Unidos Human Rights Watch “recibiría financiamiento
del cartel de Sinaloa”. En un ejercicio de manipulación informativa, la
CNN faltaba a la verdad. Yo vi in extensa la brillante forma en que el
Presidente Correa respondía a las preguntas de la periodista española.
Lo que en realidad sucedió fue que Rafael Correa, palabras más, palabras
menos, señaló deberíamos saber quién financia esas organizaciones que
hablan de derechos humanos y que deberíamos conocer si son financiadas
por las hermanitas de la caridad o por el cartel de Sinaloa. Es decir,
para quien haya visto la entrevista no queda duda de que lo que el
Presidente Correa requería era transparencia de estos organismos. Sin
embargo, la CNN cambió el sentido de lo que se decía.
Ese es un pequeñísimo ejemplo de lo que los gobiernos
revolucionarios en nuestra América tienen que soportar de los medios de
comunicación empresarial transnacional o local. Hablo de este tema,
porque está íntimamente ligado a la campaña de desacreditación que se ha
desplegado con el propósito de frenar los avances económicos y sociales
que vive nuestra región. Una de las matrices informativas y de opinión
que se intenta instalar es que nuestros gobiernos violan la libertad de
expresión y conculcan los derechos humanos. Por eso considero
imprescindible darnos por aludidos y fortalecer el debate propuesto por
el Presidente Correa en torno a los sistemas internacionales de derechos
humanos, en general, y el interamericano en particular.
La noble causa de los Derechos Humanos ha sido durante mucho tiempo
y es instrumentalizada para encubrir otros fines. Con el discurso de la
defensa de los derechos humanos hace poco se “santificó” la invasión a
Irak, la agresión a Libia y ahora la que se dispone contra Siria. La
realidad demuestra que no ha existido un esfuerzo sincero y efectivo de
la comunidad internacional para erradicar las violaciones de los
derechos humanos. Un ejemplo claro es la aprobación de dos Pactos
Internacionales, uno sobre derechos civiles y políticos, y otro sobre
los derechos económicos, sociales y culturales; como si la dignidad
humana podría ser fragmentada o dividida.
Pero aun más, los Estados con mayor capacidad de violar masivamente
los derechos de los habitantes de nuestro planeta, se han negado
sistemáticamente a reconocer esa débil estructura normativa.
Sin embargo, existe un problema medular cuyo debate ha sido
elegantemente eludido por las estructuras supranacionales: cómo encarar
las violaciones a la dignidad humana promovidas, provocadas y ejecutadas
por los poderes fácticos. El sistema financiero, las empresas
trasnacionales, los medios de comunicación empresariales, etc.
Es decir, las más grandes amenazas a la persona humana, a las
democracias y al planeta son impunes. Los sistemas internacionales de
derechos humanos no tienen competencia para investigarlas y procesar a
los responsables de sus daños. Se ha argumentado reiteradamente que el
argumento fundamental es que al ser el Estado el garante final de la
defensa de los derechos humanos, corresponde a éstos su delimitación
normativa. Este argumento, deja maliciosamente de lado, el hecho de que
existen poderes fácticos mucho más poderosos que los propios estados,
que se esconden por la ausencia de una legislación y estructura
internacional que prohíba y persiga ciertas acciones (ej. los
denominados paraísos fiscales).
En cambio, el discurso de la defensa de los derechos humanos es
ahora usado para perseguir a ciertos gobiernos. En esa lógica, tienen un
lugar privilegiado las “denuncias” de que en nuestros países se viola
la libertad de expresión. Ese es el tema de actualidad que intenta
estigmatizar a los gobiernos revolucionarios. No se analizan los
intereses económicos de los medios de comunicación empresariales, no se
respeta la dignidad de persona de quienes cumplen una función pública,
se esconde información, se manipula y tergiversa, y como por arte de
magia, los operadores de estos intereses aparecen como víctimas.
Este es un tema central, porque tan peligrosos como los tanques de
un ejército invasor son las ofensivas y el bombardeo mediático que
intenta socavar los más fuertes cimientos de nuestras revoluciones: el
alma, el corazón y la conciencia de nuestros pueblos.
Es hora de un nuevo sistema “latinoamericano” de derechos humanos,
de una estructura supranacional que verdaderamente defienda a las
democracias de los golpes de Estado, de los modelos económicos
antihumanos y de los poderes fácticos.
Para ello, este debate tiene que ser profundizado en nuestros
escenarios naturales: el Alba y Unasur. Nosotros, desde nuestras
regiones, deberíamos tener un cuerpo que elabore informes de la
situación de los derechos humanos en el mundo y no esperar los que
publica el Departamento de Estado. Deberíamos contar con un Observatorio
Regional de Medios para develar ante el pueblo cómo funciona la
manipulación informativa en contra de nuestros países. Además de
intercambiar constantemente experiencias sobre cómo encarar estos
desafíos.
Ecuador ha sido víctima de un ataque despiadado, pero está
triunfando y triunfará definitivamente. Es un ejemplo de entereza y
dignidad. Sus victorias son las de todos los pueblos.
- Sacha Lorentti, en su doble condición de emblemático defensor
de una de las entidades más queridas de Bolivia, la APDH-B; y de
ex-Ministro del Gobierno del presidente Evo Morales, fue invitado a
Ecuador el 22 de marzo al foro “Hacia un nuevo sistema latinoamericano
de DDHH”, organizado por la Cancillería ecuatoriana. Debido a
emergencias de su agenda a última hora no pudo viajar, pero envió su
ponencia: “Ecuador: ejemplo de entereza”.
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