Hubo una vez en la que el trovador Silvio Rodríguez
propuso: “Averigüemos de dónde viene el sortilegio que ha conducido el
hilo de la canción trovadoresca a través de tres siglos”.
En la actualidad pocas personas podrían
contestar esta pregunta, no me incluyo entre ellas y ciertamente no
incluyo a muchos de mi generación. La Trova, rica en tradiciones y
también portadora de nuestra cubanía, da por momentos la triste
impresión de quedarse desplazada de la memoria popular por géneros de
factura muy comercial, de producción simplona, que solo proponen más de
lo mismo.
No nos detendremos en hacer una
comparación entre este género musical y otros de producción más actual,
eso se lo dejamos a las discusiones en los pasillos y a los críticos e
investigadores. Hemos de reconocer que una parte de la juventud cubana
disfruta dela Trova tradicional y de los muchos exponentes que han
sabido heredar este género de nuestros grandes trovadores y adaptarlos
para enfrentarse a los nuevos tiempos.
No basta con tener una guitarra y sentir
en tu pecho el deseo de expresar. Hay que saber disfrutar de la
riqueza musical y espiritual. Sin embargo, resulta penoso escuchar los
comentarios de algunos jóvenes que ridiculizan a los trovadores y los
hacen ver como reliquias olvidadas y aulladores, simplemente por el
hecho de que ellos prefieren menos “metáfora” y más “a la my love”.
Amigos, no se trata de rechazar un tipo
de composición musical por el simple hecho de no ser la que más difunden
los medios o la que no remueve todo el cuerpo en las fiestas. Es solo
llevar a la práctica el amor a la diversidad de la que tanto hablamos,
sobre todo en nuestras escuelas y de no temer a lo extraño.
El gusto va diversificándose según el
nivel cultural de cada quien, pues está en correspondencia y matiza lo
que se pueda percibir. Los grandes medios de comunicación nos han
enseñado sutilmente a pensar igual y han cercenado, aunque no nos
parezca, nuestra libertad. Es allí donde conviene recordar el principio
martiano de “ser culto es único modo de ser libre”.
La Trova sigue siendo importante para la
cultura. Lamentablemente muchos oídos no quieren escucharla y según
pienso, no deberíamos forzarlos a hacerlo, solo hay que orientarlos,
hacerlos descubrir que la guitarra acompaña nuestra historia desde
siempre, que Matamoros revolucionó la manera de componer, que Silvio y
Pablo no son solo voces para actos políticos, que existe alguien que se
llamó Noel Nicola; que Frank Delgado, Carlos Varela o Gerardo Alfonso sí
son dignos representantes de la música hecha en Cuba; que el mundo es
mucho más inmenso que el que ellos conocen.
Ahora, ¿convendría pensar en seguir
rechazándola por completo o al menos hacer un esfuerzo por comprender su
importancia? Con la respuesta solo estaríamos al pie de la montaña de
contestarle a Silvio cuál ha sido el combustible de este género durante
300 años.
Por Christian Rodríguez Fernández y Adrián Soca (Estudiantes del Instituto Superior Pedagógico José Martí de Camagüey)
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