El gobierno de Estados
Unidos enfrenta un serio dilema en relación a Nicaragua y su presidente
Daniel Ortega en un año electoral, crucial para la administración Obama debido
a la crisis económica que no da señales de recuperarse.
El dilema se debe a la
poco conocida Enmienda Helms-Gonzalez a la Ley de Autorización de Asuntos
Extranjeros del año fiscal 1994-95, la cual requiere que Estados Unidos
suspenda toda ayuda a aquellos paises que hayan confiscado propiedades de
estadounidenses sin compensación adecuada, a menos que el presidente otorgue
una dispensa tambien conocida como “waiver” en inglés.
Si tal waiver no es
otorgado, el gobierno de Estados Unidos está obligado por ley a retener toda
ayuda bilateral, que en este caso se trata de la asistencia para el combate al
narcotráfico y el crimen organizado en Centroamérica.
Igualmente la Casa Blanca
está obligada por la enmienda a votar en contra de todo préstamo que solicite
cualquier gobierno a las instituciones financieras internacionales y que no
haya compensado adecuadamente a ciudadanos estadounidenses confiscados.
Si otorga el waiver, como
desean algunos funcionarios del Departamento de Estado, el virulento y fanático
exilio cubano anti-Castrista de Miami con toda seguridad le cobrará la factura.
Un fanático sector
minoritario de la cada vez mas reducida extrema derecha nicaragüense
oportunísticamente está conspirando con el violento exilio de Miami para
colocar el tema de Nicaragua en el debate presidencial norteamericano.
Los grandes empresarios
patrióticos representados en AMCHAM y el COSEP, han dado muestras inequívocas
de cerrar filas con el presidente Ortega frente a lo que sería una clara
agresión a la economía nacional.
Muchos de estos ciudadanos
estadounidenses confiscados, fueron criminales de guerra y esbirros de la
tiranía somocista. La imagen de Estados Unidos y sus acólitos en
Nicaragua caerá en el desprestigio al provocar una desestabilización económica
del país, por defender los intereses de personajes tristemente célebres.
Si Obama niega el waiver,
corre el riesgo de unificar a la sociedad nicaragüense alrededor del
presidente Ortega, fortaleciendo aun mas los ya elevados niveles de aceptación
del mandatario Sandinista. En
el plano latinoamericano Ortega recibiría la inmediata solidaridad de los
países del ALBA con Hugo Chávez a la cabeza, cuya reelección está
asegurada.
La ayuda bilateral
estadounidense tiene un valor mas simbólico que real dada la masiva cooperación
venezolana ya que los montos de la ayuda de Washington no representan ni el 10%
de la cooperación de Caracas.
La suspensión de la ayuda
afectaría los rubros del combate al narco-tráfico y el crimen organizado, temas
sensitivos para Estados Unidos y que están incluídos entre las prioridades de
la agenda bilateral entre Washington y Managua.
Irónicamente, el daño
político para el presidente Ortega ante la negativa de los waivers sería
mínimo, por no decir inexistente, convirtiéndose en una victoria pírrica para
Washington y un baldon de vergüenza para una cada día mas fragmentada y
desprestigiada oposición antisandinista.
Sin proponérselo, la Casa
Blanca se ha colocado a si misma en un callejón sin salida. Hagan lo que
hagan, los mayores perjudicados políticamente serán ellos. El dejarse
llevar por el desprestigiado exilio cubano de Miami y por la mercenaria
“sociedad civil” nicaragüense condujeron al equipo Obama-Clinton a un serio
error de cálculo político, transformando al presidente Ortega en un gato
montés que lo tiren como tiren, siempre caerá parado.
Con razón la embajadora
estadounidense en Nicaragua, Phyllis Powers decía que era sumamente difícil
para Washington aprobar los waivers. Tanto Ronald Reagan hace 3 décadas
como Barack Obama hoy, descubrieron que Daniel Ortega es un presidente que ni
se vende, ni se rinde.
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