El sostenido bloqueo de Washington contra Cuba exhibió ahora otra prueba al sancionar duramente a un banco holandés que hace cinco años cerró sus puertas en La Habana.
Según el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, la entidad financiera ING violó regulaciones dictadas por el gobierno estadounidense hacia Cuba, Irán y otros países.
En cuanto a la isla un comunicado del Tesoro dijo que infringió la ley entre otras vías mediante operaciones bancarias a través de la filial de ING en la isla caribeña de Curazao.
El caso de Irán surgió luego que Washington detectó a la ING procesando pagos a un cliente holandés por sus ventas a Teherán: la firma Aviation Services International.
La nueva medida represiva sucede luego que la propaganda gubernamental estadounidense, y la de sus cómplices, han repetido muchas veces que el bloqueo a Cuba es ahora menos fuerte.
Tal azucarada versión, dirigida sobre todo a los ingenuos y mal informados, ganó fuerza después que el presidente Barack Obama reacomodó medidas extremas ejecutadas por su antecesor, George W. Bush.
Este último llevó los viajes de cubanoamericanos a su país de origen a uno cada tres años, durante dos semanas, y les redujo drásticamente el envío de remesas a sus familiares en la isla.
La comunidad cubana en Estados Unidos, y sobre todo en la Florida, manifestó su insatisfacción con tal política y lo demostró en 2004 al recortar sus votos a favor de Bush.
Cuatro años más tarde, con esa experiencia a la vista, Obama durante su campaña electoral en Miami y otras ciudades floridanas donde reside la mayor parte de esos cubanos, prometió recomponer lo hecho por Bush.
Y lo cumplió sin rozar ni con el pétalo de una rosa la esencia del bloqueo económico, comercial y financiero establecido durante medio siglo por gobiernos estadounidenses.
Estos colocan su inicio a principios de febrero de 1962, pero en realidad ya tres años antes comenzaron las señales que lo asomaban, como denunció el comandante Ernesto Guevara cuando el 8 de septiembre de 1959 regresó de una gira por el exterior.
Che declaró entonces: “Nosotros hemos tenido que soportar en el mundo entero una gran campaña dirigida por capitalistas que están en Estados Unidos, para limitar las ventas de Cuba”.
Años después impusieron, primero, la llamada ley Torricelli, y después, la Helms-Burton, tan brutales que hasta voceros oficiales de Europa discreparon públicamente de algunos de sus aspectos.
Sin embargo, la administración de Washington que más sanciones ha impuesto a Cuba ha sido la de Barack Obama, el hombre que llegó a la Casa Blanca con su martillado slogan de “change” (cambio).
Hasta octubre de 2011 ese gobierno demócrata había establecido multas por mil 100 millones de dólares a entidades o personas que se atrevieron a realizar transacciones con La Habana.
Se les añadió este martes el banco holandés ING, hecho precedido por otros de similar factura, todos bajo el pretexto de la violación de leyes extraterritoriales de Estados Unidos.
Mientras tanto la Casa Blanca porfía que el bloqueo no existe, pues, de acuerdo a ellos, se trata de un asunto estrictamente bilateral, ajeno a las facultades del resto de la arena internacional.
Washington ignora olímpicamente las veinte resoluciones consecutivas aprobadas desde 1992 por la Asamblea General de la ONU que reclaman detener esa política, incluso, con el voto de gobiernos pertenecientes a la OTAN.
En ese intrincado escenario algo resulta cada vez más irrebatible, el bloqueo contra Cuba marcha a toda vela, realidad solo no admitida por quienes tratan de tapar el sol con un dedo.
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