Y según el Papa, ¿qué será lo que funciona?
Desde hace tiempo, la Iglesia Católica le muestra al mundo que es una institución indigna de presentarse como la heredera y propaladora de los valores predicados por el humilde carpintero que fue Jesús de Nazaret. Y es el jefe de esta Iglesia el que, habiendo sido invitado a visitar un país asediado como lo es Cuba, se atreve a ver la paja en el ojo ajeno olvidando la viga en el propio.
Rafael Cuevas Molina
Habiéndose instaurado la costumbre de la peregrinación constante por el Papa Juan Pablo II, Benedicto XVI visita México y Cuba en estos días.
Conociéndose su pasado de juvenil simpatizante nazi, de jefe de la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe (la antigua y temida Inquisición de tan triste memoria), de posible encubridor de las vejaciones sexuales a las que sus congéneres han sometido a miles de niños en todo el mundo, lo menos que podía esperarse de él eran declaraciones como las que hizo la víspera de su partida hacia México el jueves 23 de marzo: “el comunismo en Cuba –dijo- no funciona”.
A nadie extraña que este señor diga este tipo de cosas.
Tal vez lo que molesta es que, teniendo tanta cola que majar, se dé el tupé de preconizar a los cuatro vientos sobre lo bueno y lo malo como si tuviera alguna autoridad moral.
A estas alturas de la historia sería más conveniente, para él y la Iglesia que dirige, abocarse a pensar en cómo hacer para recomponer la deteriorada imagen que tienen ante propios y extraños.
En efecto, si algo ha mostrado en este mundo contemporáneo que ya no funciona y necesita un aggiornamento radical es la Iglesia Católica. Bastión de las posiciones más retrógradas, a contramano de las necesidades sociales más perentorias, el Vaticano rompe lanzas contra el uso del preservativo, el control de la natalidad, el aborto y la educación sexual de los jóvenes.
Asimismo, aboga por la conservación del papel tradicional de la mujer como ama de casa que se realiza con la crianza de los hijos y el servicio al marido. Pero, por si eso fuera poco, las huestes de los pastores de la Iglesia se han visto envueltas en una serie de verdaderos escándalos de pederastia que ha dejado una estela de vejados por todo el mundo.
Además, la estela de desviaciones de las normas que ella misma establece se ha visto enriquecida con revelaciones como las formuladas por el padre German Robledo en Cali, Colombia, quien recientemente renunció al tribunal eclesiástico, y quien aseguro que durante mas de diez años el sacerdote Fred Potes, párroco de la Catedral, había cometido grandes aberraciones en ese templo al convertirlo “en un antro más bien de sodomía”.
El padre Robledo afirmó que estas situaciones ocurren desde hace diez años y fueron reveladas el año pasado, pero “no se tomaron los correctivos a las irregularidades”.
Algunas de las situaciones denunciadas son la utilización de las limosnas para pago de servicios de homosexuales y fiestas de reinados travestis en los que participaban sacerdotes y seminaristas.
Mientras tanto, en España, monjas que trabajaban en clínicas médicas, robaron por años niños recién nacidos para darlos en adopción mientras engañaban a los padres haciéndoles creer que sus hijos habían muerto.
Es decir, un rosario de aberraciones en los que la Iglesia Católica muestra al mundo que es una institución indigna de presentarse como la heredera y propaladora de los valores predicados por el humilde carpintero que fue Jesús de Nazaret. Y es el jefe de esta Iglesia el que, habiendo sido invitado a visitar un país asediado como lo es Cuba, se atreve a ver la paja en el ojo ajeno olvidando la viga en el propio.
Un poco de humildad le hace falta al alemán Ratzinger, esa humildad que sus apologetas latinoamericanos han tratado de mostrar que posee en estos días previos a su visita.
Un prelado de primer orden del clero mexicano, en mesa de discusión organizada por la Deutsche Welle, desgranaba anécdotas en las que comentaba cómo, quien después sería Papa, comía con todos sus congéneres obispos en la misma mesa y la misma comida.
Quien viene a América Latina es un Papa torpe que, así como ayer metió la pata con el mundo islámico al citar tendenciosamente a Mahoma en Ratisbona, hoy se atreve a dar lecciones a quienes le han invitado y lo reciben en su casa.
Mal ejemplo de humildad cristiana señor Ratzinger.
Desde hace tiempo, la Iglesia Católica le muestra al mundo que es una institución indigna de presentarse como la heredera y propaladora de los valores predicados por el humilde carpintero que fue Jesús de Nazaret. Y es el jefe de esta Iglesia el que, habiendo sido invitado a visitar un país asediado como lo es Cuba, se atreve a ver la paja en el ojo ajeno olvidando la viga en el propio.
Rafael Cuevas Molina
Habiéndose instaurado la costumbre de la peregrinación constante por el Papa Juan Pablo II, Benedicto XVI visita México y Cuba en estos días.
Conociéndose su pasado de juvenil simpatizante nazi, de jefe de la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe (la antigua y temida Inquisición de tan triste memoria), de posible encubridor de las vejaciones sexuales a las que sus congéneres han sometido a miles de niños en todo el mundo, lo menos que podía esperarse de él eran declaraciones como las que hizo la víspera de su partida hacia México el jueves 23 de marzo: “el comunismo en Cuba –dijo- no funciona”.
A nadie extraña que este señor diga este tipo de cosas.
Tal vez lo que molesta es que, teniendo tanta cola que majar, se dé el tupé de preconizar a los cuatro vientos sobre lo bueno y lo malo como si tuviera alguna autoridad moral.
A estas alturas de la historia sería más conveniente, para él y la Iglesia que dirige, abocarse a pensar en cómo hacer para recomponer la deteriorada imagen que tienen ante propios y extraños.
En efecto, si algo ha mostrado en este mundo contemporáneo que ya no funciona y necesita un aggiornamento radical es la Iglesia Católica. Bastión de las posiciones más retrógradas, a contramano de las necesidades sociales más perentorias, el Vaticano rompe lanzas contra el uso del preservativo, el control de la natalidad, el aborto y la educación sexual de los jóvenes.
Asimismo, aboga por la conservación del papel tradicional de la mujer como ama de casa que se realiza con la crianza de los hijos y el servicio al marido. Pero, por si eso fuera poco, las huestes de los pastores de la Iglesia se han visto envueltas en una serie de verdaderos escándalos de pederastia que ha dejado una estela de vejados por todo el mundo.
Además, la estela de desviaciones de las normas que ella misma establece se ha visto enriquecida con revelaciones como las formuladas por el padre German Robledo en Cali, Colombia, quien recientemente renunció al tribunal eclesiástico, y quien aseguro que durante mas de diez años el sacerdote Fred Potes, párroco de la Catedral, había cometido grandes aberraciones en ese templo al convertirlo “en un antro más bien de sodomía”.
El padre Robledo afirmó que estas situaciones ocurren desde hace diez años y fueron reveladas el año pasado, pero “no se tomaron los correctivos a las irregularidades”.
Algunas de las situaciones denunciadas son la utilización de las limosnas para pago de servicios de homosexuales y fiestas de reinados travestis en los que participaban sacerdotes y seminaristas.
Mientras tanto, en España, monjas que trabajaban en clínicas médicas, robaron por años niños recién nacidos para darlos en adopción mientras engañaban a los padres haciéndoles creer que sus hijos habían muerto.
Es decir, un rosario de aberraciones en los que la Iglesia Católica muestra al mundo que es una institución indigna de presentarse como la heredera y propaladora de los valores predicados por el humilde carpintero que fue Jesús de Nazaret. Y es el jefe de esta Iglesia el que, habiendo sido invitado a visitar un país asediado como lo es Cuba, se atreve a ver la paja en el ojo ajeno olvidando la viga en el propio.
Un poco de humildad le hace falta al alemán Ratzinger, esa humildad que sus apologetas latinoamericanos han tratado de mostrar que posee en estos días previos a su visita.
Un prelado de primer orden del clero mexicano, en mesa de discusión organizada por la Deutsche Welle, desgranaba anécdotas en las que comentaba cómo, quien después sería Papa, comía con todos sus congéneres obispos en la misma mesa y la misma comida.
Quien viene a América Latina es un Papa torpe que, así como ayer metió la pata con el mundo islámico al citar tendenciosamente a Mahoma en Ratisbona, hoy se atreve a dar lecciones a quienes le han invitado y lo reciben en su casa.
Mal ejemplo de humildad cristiana señor Ratzinger.
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