El viaje del Papa Benedicto XVI a Cuba el próximo lunes es motivo de una serie de maniobras de diversos sectores estadunidenses que presionan por un cambio en Cuba, pero para otros revela que Washington es el que ha fracasado en su intento de cambiar.
Las llamadas organizaciones opositoras de la sociedad civil en la isla y las anticastristas cubano-estadunidenses de Miami –ambas beneficiadas durantes años por los programas de democracia por los cuales el gobierno estadunidense canaliza millones de dólares a Cuba en violación de las leyes de la isla, y cuyo objetivo es un cambio de régimen en esa nación– desean utilizar el viaje del Papa para sus propósitos (como reportó ayer La Jornada), mientras otros buscan la intervención papal para resolver casos particulares que brotan de la política bilateral actual entre Washington y La Habana.
Tal vez el asunto bilateral más prominente de esta coyuntura de la visita papal es el de Alan Gross, el subcontratista de la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID) que ilegal y clandestinamente estaba importando a Cuba sistemas de comunicación cibernética para la comunidad judía (a pesar de que dirigentes de esa comunidad ni estaban enterados de tal asistencia), quien ahora está cumpliendo una condena de 15 años en una prisión de la isla. El gobierno de Barack Obama ha instado repetidamente al gobierno cubano a liberar a Gross como un gesto humanitario, debido a su delicado estado de salud. Algunas organizaciones judías estadunidenses recientemente difundieron una petición para que el Papa interceda en el caso con Raúl Castro.
El senador Bill Nelson, de Florida, envió una carta al Papa pidiéndole que intervenga ante los Castro en favor de Gross, y hasta el New York Times decidió meterse en el asunto al publicar un editorial en que expresa su deseo de que el pontífice inste al mandatario cubano a liberar al estadunidense. Judy Gross, la esposa del contratista, está presionando a ambos gobiernos y compara el caso de su esposo con el de René González, uno de los llamado cinco cubanos, quien ya cumplió su condena por espionaje y está bajo libertad condicional en Florida.
González acaba de lograr que un tribunal apruebe su solicitud de visitar durante dos semanas a su hermano que padece cáncer terminal en Cuba. La esposa de Gross pide que los cubanos permitan que su esposo viaje temporalmente a Estados Unidos para visitar a su madre, quien también está grave.
Por su parte, La Habana ha insistido que Washington debería liberar a los cinco cubanos que fueron condenados a largas penas de cárcel (uno a dos cadenas perpetuas) acusados de espionaje en un proceso legal ampliamente denunciado como parcial y manipulado para servir intereses políticos en Miami y Estados Unidos.
Detrás del escenario hay todo tipo de maniobras de los estadunidenses para promover un tipo de canje, y permitir que González retorne a la isla a cambio de que los cubanos permitan, como gesto recíproco, el retorno de Gross. En su editorial, el New York Times llamó a los cubanos a liberar a Gross como acto de merced a pesar de admitir que violó leyes cubanas. Indica que las autoridades de Cuba intentan utilizar a Gross como carta para lograr la liberación de los cinco cubanos.
Sugiere que ya que a González se le ha permitido regresar a la isla temporalmente para visitar a su hermano, los oficiales cubanos inmediatamente deberían permitir que el señor Gross regrese a Estados Unidos para visitar a su madre. Una vez que ambos estén de regreso en casa, debería llegarse a un acuerdo para permitir ambos permanezcan ahí. Por su parte, el Departamento de Estado negó que exista negociación alguna de intercambio de prisioneros, pero la vocera Victoria Nuland dijo esta semana que la decisión del tribunal sobre el caso de González ofreceuna oportunidad para nosotros de renovar nuestros llamado por la liberación incondicional inmediata (de Gross).
Lo que no se reconoce en los argumentos de la esposa de Gross, del New York Times y los políticos estadunidenses que promueven este tipo de arreglo son algunos hechos básicos.
Por un lado, González ya cumplió su condena mientras que Gross apenas inicia la suya. Por otro, si se le permite regresar temporalmente a Estados Unidos obviamente Gross jamás regresará a Cuba, mientras aquí siguen encarcelados cuatro de los cinco cubanos y, por tanto, González retornará para evitar cualquier daño mayor a sus compañeros. Hay otra diferencia fundamental: Gross fue operador en un programa del gobierno estadunidense cuyo objetivo era minar y ampliar la oposición interna al Ejecutivo cubano –ese es el objetivo explicito en los programas de la USAID–, mientras que la misión de los cinco estaba exclusivamente enfocada en evitar atentados terroristas contra su país, repetidamente lanzados por las agrupaciones anticastristas desde Estados Unidos.
Las propuestas estadunidenses evaden el problema fundamental en la relación bilateral actual –la política de cambio de régimen establecida por la Ley Helms-Burton junto con el mundialmente rechazado boicot a la isla. De hecho, antes de que el Papa partiera de Roma, el Vaticano reiteró su oposición a estas políticas y declaró que el embargo es algo que hace que el pueblo sufra las consecuencia. No logra el objetivo de un bien mayor… No es una medida positiva ni útil, reportó Reuters.
La coyuntura de la visita papal parece revelar más la ausencia de un cambio en Estados Unidos que en Cuba. Para Julia Sweig, directora de estudios latinoamericanos del Consejo de Relaciones Exteriores, el problema básico es la falta de un cambio en la política estadunidense hacia la isla: El gobierno del presidente Obama, consistente con el manejo del gobierno de Bush, ha tomado una decisión política de subordinar las decisiones de política exterior e interés nacional al politiqueo doméstico con respecto a su política hacia Cuba.
Explicó que Florida es la clave, ya que la influencia de un grupo bipartidista de políticos, el peso de ese estado en el mapa electoral y los fondos políticos que fluyen de ahí son una combinación que ha persuadido a la Casa Blanca a que la relección presidencial (de Obama) tiene más prioridad que hacer la pesada labor de poner a Estados Unidos en el camino de la normalización con Cuba por ahora. Hasta la antiquísima Iglesia católica entiende la necesidad del cambio, y más que Washington. (Tomado de La Jornada)
Tal vez el asunto bilateral más prominente de esta coyuntura de la visita papal es el de Alan Gross, el subcontratista de la Agencia de Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID) que ilegal y clandestinamente estaba importando a Cuba sistemas de comunicación cibernética para la comunidad judía (a pesar de que dirigentes de esa comunidad ni estaban enterados de tal asistencia), quien ahora está cumpliendo una condena de 15 años en una prisión de la isla. El gobierno de Barack Obama ha instado repetidamente al gobierno cubano a liberar a Gross como un gesto humanitario, debido a su delicado estado de salud. Algunas organizaciones judías estadunidenses recientemente difundieron una petición para que el Papa interceda en el caso con Raúl Castro.
El senador Bill Nelson, de Florida, envió una carta al Papa pidiéndole que intervenga ante los Castro en favor de Gross, y hasta el New York Times decidió meterse en el asunto al publicar un editorial en que expresa su deseo de que el pontífice inste al mandatario cubano a liberar al estadunidense. Judy Gross, la esposa del contratista, está presionando a ambos gobiernos y compara el caso de su esposo con el de René González, uno de los llamado cinco cubanos, quien ya cumplió su condena por espionaje y está bajo libertad condicional en Florida.
González acaba de lograr que un tribunal apruebe su solicitud de visitar durante dos semanas a su hermano que padece cáncer terminal en Cuba. La esposa de Gross pide que los cubanos permitan que su esposo viaje temporalmente a Estados Unidos para visitar a su madre, quien también está grave.
Por su parte, La Habana ha insistido que Washington debería liberar a los cinco cubanos que fueron condenados a largas penas de cárcel (uno a dos cadenas perpetuas) acusados de espionaje en un proceso legal ampliamente denunciado como parcial y manipulado para servir intereses políticos en Miami y Estados Unidos.
Detrás del escenario hay todo tipo de maniobras de los estadunidenses para promover un tipo de canje, y permitir que González retorne a la isla a cambio de que los cubanos permitan, como gesto recíproco, el retorno de Gross. En su editorial, el New York Times llamó a los cubanos a liberar a Gross como acto de merced a pesar de admitir que violó leyes cubanas. Indica que las autoridades de Cuba intentan utilizar a Gross como carta para lograr la liberación de los cinco cubanos.
Sugiere que ya que a González se le ha permitido regresar a la isla temporalmente para visitar a su hermano, los oficiales cubanos inmediatamente deberían permitir que el señor Gross regrese a Estados Unidos para visitar a su madre. Una vez que ambos estén de regreso en casa, debería llegarse a un acuerdo para permitir ambos permanezcan ahí. Por su parte, el Departamento de Estado negó que exista negociación alguna de intercambio de prisioneros, pero la vocera Victoria Nuland dijo esta semana que la decisión del tribunal sobre el caso de González ofreceuna oportunidad para nosotros de renovar nuestros llamado por la liberación incondicional inmediata (de Gross).
Lo que no se reconoce en los argumentos de la esposa de Gross, del New York Times y los políticos estadunidenses que promueven este tipo de arreglo son algunos hechos básicos.
Por un lado, González ya cumplió su condena mientras que Gross apenas inicia la suya. Por otro, si se le permite regresar temporalmente a Estados Unidos obviamente Gross jamás regresará a Cuba, mientras aquí siguen encarcelados cuatro de los cinco cubanos y, por tanto, González retornará para evitar cualquier daño mayor a sus compañeros. Hay otra diferencia fundamental: Gross fue operador en un programa del gobierno estadunidense cuyo objetivo era minar y ampliar la oposición interna al Ejecutivo cubano –ese es el objetivo explicito en los programas de la USAID–, mientras que la misión de los cinco estaba exclusivamente enfocada en evitar atentados terroristas contra su país, repetidamente lanzados por las agrupaciones anticastristas desde Estados Unidos.
Las propuestas estadunidenses evaden el problema fundamental en la relación bilateral actual –la política de cambio de régimen establecida por la Ley Helms-Burton junto con el mundialmente rechazado boicot a la isla. De hecho, antes de que el Papa partiera de Roma, el Vaticano reiteró su oposición a estas políticas y declaró que el embargo es algo que hace que el pueblo sufra las consecuencia. No logra el objetivo de un bien mayor… No es una medida positiva ni útil, reportó Reuters.
La coyuntura de la visita papal parece revelar más la ausencia de un cambio en Estados Unidos que en Cuba. Para Julia Sweig, directora de estudios latinoamericanos del Consejo de Relaciones Exteriores, el problema básico es la falta de un cambio en la política estadunidense hacia la isla: El gobierno del presidente Obama, consistente con el manejo del gobierno de Bush, ha tomado una decisión política de subordinar las decisiones de política exterior e interés nacional al politiqueo doméstico con respecto a su política hacia Cuba.
Explicó que Florida es la clave, ya que la influencia de un grupo bipartidista de políticos, el peso de ese estado en el mapa electoral y los fondos políticos que fluyen de ahí son una combinación que ha persuadido a la Casa Blanca a que la relección presidencial (de Obama) tiene más prioridad que hacer la pesada labor de poner a Estados Unidos en el camino de la normalización con Cuba por ahora. Hasta la antiquísima Iglesia católica entiende la necesidad del cambio, y más que Washington. (Tomado de La Jornada)
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