Edmundo García
Quiero comenzar este artículo hablando alto y claro: Si el gobierno de Cuba accediera a permitir que Alan Gross viajara a Estados Unidos, por el tiempo y la razón que fuera, creo que ni los huesos del luchador antiterrorista Gerardo Hernández Nordelo, con doble cadena perpetua más quince años de condena, volverían a ver el sol de Cuba jamás. Es lo que pienso, ahora me explico.
El pasado 27 de febrero la prensa cubana e internacional circularon la noticia de que Phil Horowitz, abogado del luchador antiterrorista René González Sehwerert, había presentado una moción de emergencia ante la Corte pidiendo permiso para que su representado, ahora en libertad condicional en Miami, pudiera regresar a Cuba por dos semanas para visitar a su hermano Roberto González Sehwerert, quien se encuentra seriamente enfermo.
El 12 de marzo se supo que la Fiscalía reconocía el carácter humanitario de la solicitud, pero se oponía a la misma argumentando preocupaciones de seguridad del FBI. El 15 de marzo, más de dos semanas después de que se conociera la petición del abogado de René, los medios daban a conocer una declaración de Peter Khan, abogado de Alan Gross, acerca de que él había enviado una solicitud similar al gobierno cubano a través de la Sección de Intereses en Washington, pidiendo que permitiera a Gross viajar dos semanas a los EEUU para visitar a su madre de 88 años y a su hija, ambas con problemas de salud.
No hay que ser adivino para darse cuenta de que el abogado Peter Khan está forzando una equivalencia entre el pedido de René y el pedido de Alan Gross. Ni tampoco hay que ser un mago para concluir que con la declaración se quiere condicionar la solicitud de René, y de paso, contrarrestar la creciente simpatía internacional por su causa. Pareciera que más que lograr la petición de Gross, lo que su abogado desea es que se niegue la que anteriormente se hizo para el héroe cubano.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que René es un hombre libre. Y que el régimen de libertad condicional lejos de su familia se le aplica por dos situaciones especiales:
1-La causalidad determinante de que René González nació en los Estados Unidos, en Chicago; por lo que debe hacer la probatoria en el territorio de este país. La misma situación aplicaría para el caso de Antonio Guerrero Rodríguez, que nació en Miami; pero no para Gerardo Hernández Nordelo, Fernando González Llort o Ramón Labañino Salazar, nacidos en Cuba, quienes serían deportados al salir de prisión.
2-La otra situación especial es que el caso de René, como el de los otros héroes prisioneros, es indiscutiblemente político. Si este caso no estuviera politizado, la visita humanitaria de René dependería solo de una entrevista de su Oficial de Probatoria con la Jueza Joan Lenard, para comprobar cómo ha sido su comportamiento desde que salió de prisión. Comportamiento que como todos saben ha sido intachable; por lo que la Jueza Joan Lenard seguramente aprobaría el pedido.
Si alguien dudara de la politización de este caso, no tiene más que revisar las recientes declaraciones hechas por la Congresista Ileana Ros-Lehtinen cuando se enteró de la solicitud presentada por el abogado de René. La legisladora Republicana y jefa del Comité de Relaciones Exteriores del Congreso dijo con mucho disgusto: “de ninguna manera, de ninguna forma, de ningún modo”. Incluso llegó a criticar al Departamento de Justicia por dejar una puerta abierta y admitir que efectivamente en la legislación estaban previstas ciertas condiciones bajo las que un pedido como el de René podía concederse.
La mal diseñada estratagema, la inaceptable trampa de equiparar la condición de Gross con la libertad condicional de René no viene de ahora; pertenece a una agenda que empezó antes de que saliera de la cárcel el pasado 7 de octubre. Varios hechos me hacen creer que esta fue la base de la rechazada propuesta que adelantó Bill Richardson, ex Gobernador de Nuevo México, en su último viaje a La Habana.
Quiero ser concluyente y poner sobre la mesa las verdades que definen la situación a que nos enfrentamos: René es un hombre libre que cumplió su condena. Alan Gross es un prisionero que recién empieza a cumplir la suya. Para que la equivalencia entre un caso y otro fuera posible tendría Alan Gross que haber cumplido su sentencia en prisión en Cuba y permanecer en libertad supervisada en la isla como permanece René en los Estados Unidos. Entonces sí. Pero por ahora es evidente que no se trata de situaciones similares.
Equivalente podría ser también, por ejemplo, que se le permitiera viajar dos semanas a Cuba a alguno de los héroes todavía en prisión, a cambio de similar permiso a Gross. Por otra parte hay que recordar que la madre de Gerardo Hernández Nordelo falleció estando él en prisión y a él no se le ocurrió pedir un permiso para asistir a su funeral. Como a René tampoco se le hubiera ocurrido pedir el permiso para viajar a Cuba si aun estuviera en la cárcel y no en libertad condicional.
El intercambio de prisioneros y la correspondencia de gesto por gesto no es un capítulo nuevo en la historia de las tensas relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Se hizo en época del Presidente Carter, cuando este solicitó a Cuba la liberación de presos en la isla y el Comandante Fidel Castro pidió a cambio la libertad de los presos políticos puertorriqueños, entre los que se encontraba Lolita Lebrón. Al más alto nivel, de la forma más discreta y sin rejuegos mediáticos, estos tratos pudieron lograrse. Se sabe que el Presidente Carter tuvo fuerte oposición de políticos Republicanos en este intercambio, pero al final la razón se impuso y la fórmula de Fidel de gesto por gesto se abrió paso.
Esta parte de la historia debe serle contada a Alan P. Gross, a su esposa Judy Gross y a los demás familiares y abogados para que sepan que la solución es posible. Ellos podrían probar incluso con pedir permiso a Cuba para que la madre y la hija enferma de Alan Gross le visiten; como ya ha hecho más de una vez su esposa Judy; sin que todavía Olga Salanueva y Adriana Pérez hayan conseguido visas norteamericanas para visitar a sus esposos René González y Gerardo Hernández Nordelo. A Alan Gross también le han visitado en la prisión los Senadores Patrick Leahy y Richard Shelby, el Reverendo Michael Kinnamon, el Rabino Reb David, la estratega en políticas Donna Brazile, la ex Congresista Jane Harman, entre otros. Y Cuba no ha pedido ninguna reciprocidad a la hora de autorizar esas visitas; por ejemplo, no ha exigido que a cambio se le permita visitar a los héroes cubanos a funcionarios como Ricardo Alarcón, Presidente de la Asamblea Nacional, o al Canciller Bruno Rodríguez, ni siquiera al Embajador Jorge Bolaños; solo lo han hecho los cónsules en visitas reglamentarias.
Estoy seguro de que si René consigue el permiso para viajar dos semanas a Cuba, cumplirá su compromiso y regresará a los Estados Unidos en el tiempo y la forma indicados. Lo sé porque conozco sus principios. Y también porque él está consciente de que su comportamiento influiría en el destino de sus hermanos que permanecen en prisión.
No quiero terminar este artículo sin contarles que estas impresiones se convirtieron en ideas, y luego esas ideas en palabras escritas, gracias a la confianza que me dio el propio héroe cubano René González al decirme anoche en una conversación telefónica que coincidía con esta perspectiva que yo le mostraba.
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