Homar Garcés
Por
eso, el objetivo referido a la independencia no sólo abarca el derecho
que asiste a toda nación de existir de manera soberana en el contexto
internacional, sino también a lo que la misma implica -de modo general-
en el contexto actual cuando el imperialismo yanqui y sus socios de la
OTAN pisotean la soberanía de nuestros pueblos para imponerles el
control de sus recursos estratégicos, como ocurre con los países del
Medio Oriente. Tal cosa no puede interpretarse como patriotería
trasnochada, dando por entendido que nuestros países deban plegarse a
los dictados imperiales de Washington para acceder a las “bondades” del
mercado capitalista globalizado y así “modernizarlos”, tal como se
desprende de la oferta demagógica de “progreso” de los sectores
contrarrevolucionarios.
Pero
ello no sería aún suficiente sino se consigue impulsar, consolidar y
profundizar la construcción del socialismo revolucionario, modificando
sustancialmente los patrones de conducta y las relaciones de poder
actualmente existentes, de manera que correspondan a los esquemas de la
democracia participativa. De este modo será posible también construir un
nuevo esquema económico productivo, diametralmente diferente al
capitalista, y un Estado acorde con las exigencias de mayor
participación y de control democrático del poder popular. A la larga,
una vez desarrollados estos objetivos históricos, Venezuela se
transformaría en un país-potencia económica, política y socialmente que
contribuya a la conformación de una zona de paz en nuestra América, en
vez de la proliferación de planes y de bases militares bajo la tutela
directa del Comando Sur estadounidense. De ahí que resulte fundamental
entender que esto responde a la necesidad que del establecimiento de una
nueva geopolítica internacional -con un mundo multicéntrico y
pluripolar-, que rompa así con la hegemonía mundial impuesta por las
transnacionales capitalistas por medio de sus gobiernos y ejércitos
imperialistas.
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