Discurso del General de Ejército Raúl
Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la clausura de la
Primera Conferencia Nacional del Partido, en el Palacio de Convenciones, el 29
de enero de 2012, “Año 54 de la Revolución”. (Versiones Taquigráficas - Consejo
de Estado)
La Primera Conferencia Nacional del Partido que hoy concluye sus sesiones ha
estado dedicada, en correspondencia con la convocatoria librada por el 6to
Congreso, a evaluar con objetividad y sentido crítico el trabajo del Partido,
así como determinar con voluntad renovadora las transformaciones necesarias para
situarlo a la altura que demandan las actuales circunstancias.
No
olvidemos que solo el Partido, como institución que agrupa a la vanguardia
revolucionaria y garantía segura de la unidad de los cubanos en todos los
tiempos, solo el Partido, repito, puede ser el digno heredero de la confianza
depositada por el pueblo en el único Comandante en Jefe de la Revolución Cubana
, el compañero Fidel Castro Ruz (Aplausos).
No me detendré a exponer los
datos de los participantes en el proceso de discusión del proyecto de Documento
Base ni las numerosas modificaciones que resultaron del mismo, considerando el
informe presentado por el Segundo Secretario del Comité Central, compañero José
Ramón Machado Ventura, en la inauguración de este evento, que como todos conocen
no comenzó ayer, sino casi inmediatamente después de la clausura del Congreso
del Partido.
Tras la elaboración del primer borrador del Documento y su
posterior análisis en múltiples reuniones del Buró Político y del Secretariado
antes de la discusión en las organizaciones de base del Partido y la Unión de
Jóvenes Comunistas (UJC), durante los meses de octubre y noviembre del pasado
año, sus resultados fueron analizados por el Tercer Pleno del Comité Central,
celebrado el 21 de diciembre de 2011.
También en las primeras semanas de
este mes, a nivel de provincia, se realizó el estudio y discusión por parte de
los delegados a la Conferencia y otros cuadros. En total se elaboraron nueve
versiones del Documento.
A diferencia del proyecto de Lineamientos de la
Política Económica y Social del Partido y la Revolución , cuyo debate incluyó,
en uno u otro modo, a toda la población, el Documento Base de la Conferencia,
dado su alcance menos abarcador y su enfoque más dirigido al funcionamiento
interno del Partido fue analizado por toda la militancia, si bien nuestro pueblo
conoció íntegramente su contenido a través de los medios de prensa.
Por otra parte, en el proceso preparatorio de la Conferencia fue debatido el
papel de los militantes en interés del perfeccionamiento de las relaciones del
Partido con la UJC , la Central de Trabajadores de Cuba y demás organizaciones
de masas, de manera que las mismas incrementen, en las actuales condiciones, su
protagonismo e influencia en la sociedad.
Como era de esperar, desde la
publicación del Documento no han faltado las críticas y exhortaciones de
quienes, confundiendo sus más íntimas aspiraciones con la realidad, se
ilusionaron con que la Conferencia consagraría el inicio del desmontaje del
sistema político y social conquistado por la Revolución , a lo largo de más de
medio siglo, con el apoyo de la mayoría de los cubanos.
En este sentido,
no fue nada casual que el primer objetivo del mismo exprese: “El Partido
Comunista de Cuba, fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, es
fruto legítimo de la Revolución , al propio tiempo su vanguardia organizada y
quien garantiza, junto al pueblo, su continuidad histórica”. Este concepto, al
que jamás renunciaremos, se encuentra en plena correspondencia con el artículo
cinco de la Constitución de la República , aprobada en referendo por el 97,7 por
ciento de los electores, mediante el voto libre, directo y
secreto.
Nuestros adversarios y hasta algunos que simpatizan con
nosotros, abstrayéndose de la historia de permanente agresión, bloqueo
económico, injerencia y el cerco mediático, expresado en las incesantes campañas
de la prensa supuestamente libre, subordinada en su mayoría a los intereses
imperiales predominantes, todo lo cual ha debido enfrentar la Revolución Cubana
, nos exigen, como si se tratara de un país en condiciones normales y no una
plaza sitiada, la reinstauración del modelo multipartidista que existió en Cuba
bajo el dominio neocolonial de los Estados Unidos.
Renunciar al principio
de un solo partido equivaldría, sencillamente, a legalizar al partido o los
partidos del imperialismo en suelo patrio y sacrificar el arma estratégica de la
unidad de los cubanos, que ha hecho realidad los sueños de independencia y
justicia social por los que han luchado tantas generaciones de patriotas, desde
Hatuey hasta Céspedes, Martí y Fidel.
Con el fin de organizar la lucha
por la independencia de Cuba y Puerto Rico concibió Martí la creación de un solo
partido político, el Partido Revolucionario Cubano, según sus propias palabras:
“Para fomentar la revolución de modo que puedan entrar en ella… todos los
cubanos de buena voluntad:… Todos los que amen a Cuba, o la
respeten”.
Cuando ya la victoria sobre España era inminente, después de
treinta años de guerra, se produjo la intervención norteamericana y una de las
primeras medidas fue disolver ese partido, al igual que el glorioso Ejército
Libertador, para dar paso a lo que vino después, el multipartidismo de la
república burguesa y la creación de un nuevo ejército con su represiva guardia
rural incluida, garantía del dominio absoluto de todas las riquezas de la
nación, de las que se apropiaron en los cuatro años de la primera ocupación
militar.
Ese fue el triste final de los dos pilares de la revolución
independentista, el Partido y su Ejército Libertador, resurgidos exactamente al
cabo de 60 años bajo la conducción de Fidel, inspirado en las enseñanzas de
Martí. No permitiremos jamás que esa historia se repita.
No es mi
propósito, en esta intervención, hacer un recuento de la evolución histórica del
término Democracia, desde su conceptualización en la antigua Grecia, como el
“poder del pueblo”, aunque la mayoría esclava no contaba para nada. Tampoco
pretendo filosofar sobre la vigencia y utilidad de la llamada democracia
representativa, que en definitiva es harto conocido que ha devenido
invariablemente en la concentración del poder político en la clase que detenta
la hegemonía económica y financiera de cada nación, donde las mayorías tampoco
cuentan y cuando se manifiestan, como sucede en estos precisos momentos en
muchos países, son brutalmente reprimidas y silenciadas con la complicidad de la
gran prensa a su servicio, también transnacionalizada.
El mejor argumento es el que nos ofrece la democracia norteamericana, la cual
se pretende imponer como modelo a todo el mundo, en la que se alternan el poder
los partidos Demócrata y Republicano defendiendo, sin mayores diferencias, los
intereses del mismo gran capital, al cual ambos se subordinan.
Ahí están,
por citar unos pocos ejemplos, la Base Naval de Guantánamo, territorio ocupado
por Estados Unidos ilegalmente, contra la voluntad del pueblo cubano y que así
ha permanecido por más de 100 años, con independencia del partido en el poder en
ese país, que tanto proclama la defensa de los derechos humanos al tiempo que, a
pesar de las promesas del actual presidente, mantiene allí, hace una década, una
prisión, donde en un limbo legal en estos momentos más de 170 ciudadanos
extranjeros son sometidos a torturas y vejaciones.
El segundo ejemplo, la
invasión por Playa Girón, concebida y planificada por un presidente republicano,
Eisenhower, y llevada a cabo por el presidente Kennedy, apenas tres meses
después de tomar posesión, que era del Partido Demócrata; y por último, el
bloqueo económico, que ha perdurado medio siglo, sin importar si es republicano
o demócrata quien ocupa la Casa Blanca.
Sin el menor menosprecio a ningún
otro país por tener sistemas pluripartidistas y en estricto apego al principio
del respeto a la libre determinación y la no injerencia en los asuntos internos
de otros estados, consagrado en la carta de las Naciones Unidas, en Cuba,
partiendo de sus experiencias en la larga historia de luchas por la
independencia y soberanía nacional, defendemos el sistema del partido único
frente al juego de la demagogia y la mercantilización de la política.
Si
hemos escogido soberanamente, con la participación y respaldo del pueblo, la
opción martiana del partido único, lo que nos corresponde es promover la mayor
democracia en nuestra sociedad, empezando por dar el ejemplo dentro de las filas
del Partido, lo que presupone fomentar un clima de máxima confianza y la
creación de las condiciones requeridas en todos los niveles para el más amplio y
sincero intercambio de opiniones, tanto en el seno de la organización, como en
sus vínculos con los trabajadores y la población, favoreciendo que las
discrepancias sean asumidas con naturalidad y respeto, incluyendo a los medios
de comunicación masiva, mencionados varias veces en los Objetivos aprobados en
esta Conferencia, los que deberán involucrarse con responsabilidad y la más
estricta veracidad en este empeño, no al estilo burgués, lleno de
sensacionalismo y mentiras, sino con comprobada objetividad y sin el secretismo
inútil.
A este fin es necesario incentivar una mayor profesionalidad
entre los trabajadores de la prensa, tarea en la que estamos seguros contaremos
con el apoyo de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), los medios de
comunicación y de los organismos e instituciones que deben tributarles
información fidedigna y oportuna para, entre todos, con paciencia y unidad de
criterio, perfeccionar y elevar continuamente la efectividad de los mensajes y
la orientación a los compatriotas.
Al propio tiempo, la conformación de
una sociedad más democrática contribuirá también a superar actitudes simuladoras
y oportunistas surgidas, al amparo de la falsa unanimidad y el formalismo en el
tratamiento de diferentes situaciones de la vida nacional.
Es preciso
acostumbrarnos todos a decirnos las verdades de frente, mirándonos a los ojos,
discrepar y discutir, discrepar incluso de lo que digan los jefes, cuando
consideramos que nos asiste la razón, como es lógico, en el lugar adecuado, en
el momento oportuno y de forma correcta, o sea, en las reuniones, no en los
pasillos. Hay que estar dispuestos a buscarnos problemas defendiendo nuestras
ideas y enfrentando con firmeza lo mal hecho.
Ya hemos dicho en otras
ocasiones y así también se recogió en el Informe Central al 6to Congreso, que lo
único que puede conducir a la derrota de la Revolución y el Socialismo en Cuba,
sería nuestra incapacidad para erradicar los errores cometidos en los más de 50
años transcurridos desde el primero de enero de 1959 y los nuevos en que
pudiéramos incurrir en el futuro.
No ha existido ni existirá una
revolución sin errores, porque son obra de la actuación de hombres y pueblos que
no son perfectos, enfrentados además, por primera vez, a nuevos y descomunales
retos. Por eso creo que no hay que avergonzarse de los errores, lo grave y
bochornoso sería no contar con el valor de profundizar en ellos y analizarlos
para extraerles las enseñanzas a cada uno y corregirlos a tiempo.
En este
sentido, por su permanente vigencia, es oportuno recordar las palabras del
compañero Fidel el 28 de septiembre de 1986 al clausurar el Tercer Congreso de
los CDR, cuando señaló: “La lucha contra las tendencias negativas y la lucha
contra los errores cometidos continuarán indefectiblemente, porque tenemos el
deber sagrado de perfeccionar todo lo que hacemos, perfeccionar la Revolución,
tenemos el deber sagrado de no estar satisfechos jamás, ni siquiera cuando
creamos que estamos haciendo las cosas bien hechas, mucho menos vamos a estar
satisfechos cuando sabemos que no están haciéndose todas las cosas lo bien
hechas que tienen que hacerse”.
La generación que hizo la Revolución ha
tenido el privilegio histórico, pocas veces visto, de poder conducir la
rectificación de los errores cometidos por ella misma, muestra elocuente de que
no tuvieron una repercusión estratégica, de lo contrario, no estaríamos hoy
aquí. No pensamos, a pesar de que ya no somos tan jóvenes, desaprovechar esta
última oportunidad.
Al referirme a este asunto, me siento en el deber de
alertar, una vez más, que no caigamos en la ilusión de creer que las decisiones
adoptadas en esta Conferencia Nacional y ni tan siquiera los acuerdos de alcance
estratégico adoptados por el 6to Congreso, constituyen la solución mágica a
todos nuestros problemas.
Para impedir que nuevamente caigan en saco roto
las instrucciones del Partido, el Buró Político decidió, al igual que como se
indicó en su momento con respecto a la marcha de la actualización del modelo
económico y el cumplimiento de los planes anuales y el presupuesto, que los
plenos del Comité Central analicen dos veces al año la aplicación de los
Objetivos de trabajo del Partido aprobados por esta Conferencia. Del mismo modo
procederán los comités provinciales y municipales del Partido, en la forma y
frecuencia que establezca el Comité Central.
La experiencia nos ha
enseñado que aquello que no se controla con efectividad, no se cumple o se
ejecuta superficialmente.
Se impone trabajar y perseverar con Orden,
Disciplina y Exigencia por hacer realidad los Lineamientos de la Política
Económica y Social, igual que los Objetivos aprobados en este evento, dejar
atrás el lastre de la vieja mentalidad y forjar con intencionalidad
transformadora y mucha sensibilidad política la visión hacia el presente y el
futuro de la Patria , sin abandonar, ni por un instante, el legado martiano y la
doctrina del marxismo leninismo que constituyen el principal fundamento
ideológico de nuestro proceso revolucionario.
Para lograr el éxito en
este empeño es imprescindible, como se expresa en el objetivo número 37,
“fortalecer la unidad nacional en torno al Partido y la Revolución, estrechar el
vínculo permanente con las masas y consolidar la convicción de preservar la
nación cubana y las conquistas económico-sociales, sobre la base de que Patria,
Revolución y Socialismo, están fusionados indisolublemente”.
Ahora bien,
el meollo del asunto no está en haber formulado adecuadamente ese objetivo o
cualquier otro, sino en determinar las vías y formas en que lo llevamos a la
práctica, con la máxima firmeza, de manera que podamos evaluar con integralidad
cuánto y cómo avanzamos, detectar a tiempo las tendencias negativas y ser
capaces de movilizar a la militancia y al pueblo en la consecución del objetivo
en cuestión.
Esto mismo es aplicable a los enunciados relacionados con la
Política de Cuadros, área que como también expresa el Informe Central del 6to
Congreso, sufrió los efectos de la improvisación y la falta de previsión y
sistematicidad, trayendo como secuela que no contemos todavía con una reserva de
sustitutos experimentados y maduros, con preparación suficiente para asumir las
complejas funciones de dirección en el Partido, el Estado y el Gobierno, tarea
que por razones obvias, como todos comprenderán, reviste una importancia
estratégica para la Revolución y en la cual trabajamos sin precipitación, pero
sin pausa, en el cumplimiento de los acuerdos del Congreso.
Aprovecho la ocasión para ratificar que en la medida en que avancemos en la
definición de todos los ajustes que será necesario introducir a la Constitución
de la República y al marco legislativo complementario, entre otros asuntos,
implementaremos la decisión de limitar a un máximo de dos períodos consecutivos
de cinco años, el desempeño de los cargos políticos y estatales principales. Al
respecto, considero que una vez definidas y acordadas las políticas por las
instancias pertinentes podemos iniciar su aplicación paulatina sin esperar por
la reforma constitucional, recurso al que no debemos estar acudiendo a cada
rato, o sea, ir a modificar algo de la Constitución, aunque sea por el propio
Parlamento, sin necesidad de referendo. Igualmente deberán modificarse en ese
sentido los Estatutos y otros documentos rectores del Partido.
Al hablar
de estos temas, no puede dejar de mencionarse la importancia de asegurar que la
autoridad moral del Partido, de sus militantes y en especial de los dirigentes,
en todos los niveles, se fundamente en el ejemplo personal, a partir de
demostradas cualidades éticas, políticas e ideológicas y el permanente contacto
con las masas.
La Revolución de los humildes, por los humildes y para los
humildes, que tanta sangre costó a nuestro valeroso pueblo, dejaría de existir
sin efectuarse un solo disparo por el enemigo, si su dirección llegara algún día
a caer en manos de individuos corruptos y cobardes.
Estos conceptos, que
no son nada nuevos, bien vale la pena tenerlos siempre presentes por el daño
real y potencial que para el presente y futuro de la nación significa el
fenómeno de la corrupción.
En las últimas semanas los diputados de la
Asamblea Nacional y numerosos cuadros y funcionarios de todo el país, han
recibido copiosa información acerca de algunos procesos investigativos, que en
esta materia desarrollan los órganos especializados del Ministerio del Interior,
en estrecha armonía con la Fiscalía y la Contraloría General de la República. A
su debido tiempo, luego del pronunciamiento de los tribunales correspondientes,
toda nuestra población conocerá con amplitud estos hechos.
No hace mucho,
al intervenir en la clausura de las sesiones del Parlamento el pasado mes de
diciembre, me referí a la convicción de que la corrupción es, en la etapa
actual, uno de los principales enemigos de la Revolución, mucho más perjudicial
que el multimillonario programa subversivo e injerencista del gobierno de
Estados Unidos y sus aliados dentro y fuera del país. También dije que en lo
adelante no permitiríamos que las acciones de enfrentamiento al delito fueran
efímeras, como ciertamente nos ha sucedido en otras
ocasiones.
Afortunadamente, sin el menor ánimo de restarle gravedad a
este mal bastante generalizado en el planeta, considero que nuestro país puede
ganarle la batalla a la corrupción, primero frenarla y luego liquidarla sin
contemplaciones de ningún tipo. Ya advertimos que en el marco de la ley seremos
implacables con el fenómeno de la corrupción.
Con frecuencia, varios de
los implicados en los casos detectados ostentaban la militancia del Partido,
demostrando fehacientemente su doble moral y el empleo de esa condición para
agenciarse posiciones en las estructuras de dirección, violando de manera
flagrante los deberes de un militante comunista, establecidos en los
Estatutos.
Por ello, sin esperar a la revisión que se ejecuta en el marco
de la actualización de los documentos rectores del Partido, el Tercer Pleno del
Comité Central, celebrado en diciembre pasado, precisó que la sanción a aplicar
a quienes participen en hechos de corrupción no puede ser otra que la expulsión
de las filas del Partido, sin menoscabo de la responsabilidad administrativa o
penal que corresponda, pues hasta ahora, como práctica, esta medida -la de
expulsión- era excepcional y se reservaba a casos de traición a la Patria y
delitos graves.
No nos cabe la menor duda de que la enorme mayoría de los
ciudadanos y los cuadros de dirección son personas honestas, pero sabemos que
eso no es suficiente, no basta con ser honrados y parecerlo, hay que pelear y
enfrentarse, pasar de las palabras a la acción.
Es cierto que el Partido
desde hace años venía librando el combate contra este flagelo; sin embargo, este
andaba por un lado y el Gobierno por otro. Para asegurar el éxito es preciso que
el Partido asuma definitivamente la conducción del proceso, lo cual no significa
en lo más mínimo que suplantará las funciones que a cada institución le
pertenecen.
El Partido, en primer lugar, exigirá a todos
responsabilidades por el cumplimiento de sus obligaciones, sin intervenir en la
administración, pero sí llamar la atención, alertar y luchar allí, desde el
núcleo, el municipio, hurgar, pensar y volver a pensar en cómo movilizar al
conjunto de las fuerzas en ese empeño. Cada vez que hagamos eso, vamos a
comprobar que la correlación de fuerzas en todos los sentidos nos favorece en
este empeño de derrotar la corrupción. La importancia hay que dársela a la
organización y constancia de esa lucha.
Además, esta no es función
exclusiva de los militantes, es también un deber de cada ciudadano y ciudadana,
militante o no, que se preocupe por su país.
Vale en este contexto
retomar, por su actualidad, conceptos definidos desde 1973, hace casi 40 años,
como parte del proceso preparatorio del Primer Congreso.
El Partido debe
estar en capacidad de dirigir al Estado y al Gobierno, controlar su
funcionamiento y el cumplimiento por ellos de las orientaciones trazadas,
estimular, impulsar, coadyuvar al mejor trabajo de los órganos de gobierno, pero
en ningún caso sustituirlos. Los dirige mediante el control, y este término debe
entenderse en la acepción de comprobar, examinar y revisar, nunca en el sentido
de intervenir o mandar.
Aunque no está en el texto, está en el
pensamiento de todos, de toda la masa de militantes, que en el Partido debe
acabarse definitivamente el “mandonismo” su fuerza es moral, no jurídica, por
eso hay que tener moral para dirigir el Partido y llevar a la masa de militantes
ese espíritu, ¡es la fuerza moral!
El Partido dirige controlando que sus
directivas, junto a las del Estado y el Gobierno, se ejecuten apropiadamente por
quienes corresponda.
La organización partidista controla por intermedio
de sus estructuras y de todos sus militantes, de arriba a abajo y viceversa, lo
cual no niega el papel de control que el Gobierno realiza sobre la actividad
administrativa a su cargo.
El control es simultáneo, pero no presupone
interferencias. En una empresa de la producción o los servicios, este se ejerce
por la administración de la entidad, por sus niveles superiores y por organismos
estatales o gubernamentales, según competa, ya sea la Contraloría , la Fiscalía
, los bancos, las oficinas de la administración tributaria, etcétera.
Las
organizaciones del Partido en la base llevan a cabo el control mediante el
accionar de sus militantes, ya sean simples trabajadores o dirigentes,
apremiando con el ejemplo, del que emana su autoridad, que la administración se
atenga estrictamente al cumplimiento de las normativas jurídicas vigentes, sin
dejar de trasmitir a los organismos políticos superiores la información
pertinente. El Partido controla que los planes económicos y el presupuesto se
elaboren de manera correcta y luego de aprobados por el Gobierno y el Parlamento
se cumplan con rigurosidad.
Estos conceptos están bien claros hace
bastante tiempo, desde el Primer Congreso, pero después nos olvidamos de
aquellas resoluciones, de aquellos acuerdos, de aquel magnífico congreso y los
engavetamos, y por eso casi medio siglo después tenemos que estarles quitando el
polvo a los papeles de lo que hicimos hace 40 años, porque nos dedicamos a otras
cosas, por una razón o por otra. Por eso defendemos tanto la institucionalidad y
que cada cual haga lo que le corresponda, sin interferir a los demás, más bien
apoyándonos. Estos conceptos, además, han sido actualizados, por lo que se hace
imprescindible desde la base, o sea, en el propio núcleo del Partido y el Comité
de Base de la Juventud , educar a los militantes en esos principios y en cómo se
hace esa tarea: cada uno en el marco donde desenvuelve sus actividades; cómo se
hace eso que hemos orientado en los diferentes congresos o Conferencia, como en
este caso, o sea, educar a los militantes en los mismos para incorporarlos a su
accionar diario. No hay que hacerse filósofo, ¡no hay que hacerse
filósofo!
Eso es lo que les debemos enseñar, sencillo y poco a poco irlos
educando en las reuniones correspondientes, en cursillos o en lo que sea, que
sepan cuál es su función, cuál es su papel; pero para desempeñar ese papel hay
que tener moral en todos los sentidos. Y les decía que ese es, en mi modesta
opinión -y este fue un tema bastante discutido en algunas de las comisiones
ayer-, el aspecto esencial del llamado trabajo político ideológico y no las
consignas vacías y las frases prefabricadas.
Antes de concluir estas palabras considero necesario denunciar, una vez más,
las brutales campañas anticubanas instigadas por el gobierno de Estados Unidos y
algunos otros tradicionalmente comprometidos con la subversión contra nuestro
país, con el concurso de la gran prensa occidental y la colaboración de sus
asalariados dentro de la isla en el propósito de desacreditar a la Revolución,
justificar la hostilidad y el bloqueo contra la población cubana y crear una
quinta columna que facilite la aspiración de privarnos de la independencia y
soberanía nacional.
Como expresa el editorial del
periódico Granma del pasado lunes 23, los hechos hablan más
que las palabras. Las campañas anticubanas no harán mella en la Revolución ni en
el pueblo, que continuará perfeccionando su socialismo. Quedará nuevamente
demostrado que la mentira, por muchas veces que se repita, no necesariamente se
convierte en verdad, porque “un principio justo, desde el fondo de una cueva,
puede más que un ejército”.
Compañeras y compañeros:
En menos de
un año hemos efectuado dos eventos del Partido, esta Primera Conferencia
Nacional y sobre todo el 6to Congreso, con acuerdos trascendentales para el
presente y el futuro de la Revolución y el Socialismo en Cuba. El rumbo ya ha
sido trazado, avancemos pues con la misma decisión, la firmeza ideológica, el
valor y la serenidad demostrada en más de 13 años de injusta prisión por
nuestros Cinco Héroes, por cuya libertad nunca dejaremos de luchar y a quienes
hacemos llegar el saludo fraternal de los comunistas y de todo el pueblo
cubano.
Muchas gracias (Aplausos).
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