Este miércoles habrá paro general en Grecia. En España "los indignados" ocuparon casi un mes la Puerta del Sol antes de retirarse, pero seguirán la lucha. Eso no es todo. La crisis pega fuerte en Estados Unidos y la Unión Europea. EMILIO MARIN
Son la punta del iceberg, pero la masa de hielo invisibilizada por los grandes medios tiene efectivamente siete octavos bajo el agua como esos escollos que mandaron buques al fondo del mar. Esas partes imposibles de ocultar son hoy Grecia y España.
Atenas verá este miércoles marchar a los trabajadores, en una nueva huelga general. Los motivos son muy parecidos, por no decir idénticos a los que originaron los paros del año anterior. Esto es, el rechazo a los ajustes del primer ministro Giorgios Papandreu, del Partido Socialista Pan helénico (Pasok).
En 2010, a punto de caer en default, el gobierno rebajó sueldos y pensiones, congeló vacantes, vendió empresas públicas y cambió el sistema de jubilaciones. Esa fue la condición draconiana puesta por la Unión Europea (UE) para arrojarle un "salvavidas" crediticio por 159.000 millones de dólares.
Las comillas son porque, a la luz de los hechos, ese salvavidas fue de plomo. El gobierno helénico está rogando por el envío antes de fines de junio de una cuota de 17.000 millones de dólares, bajo advertencia de que si no llega tendrá que "bajar las persianas" y declararse en bancarrota. Quiere decir que tanto sacrificio y ajustes contra el nivel de vida han sido en vano. Ahora están peor, ya que esos créditos han engrosado la deuda externa y el déficit. La deuda griega equivale al 150 por ciento de su PBI, un porcentaje elevadísimo y cercano a la falta absoluta de control.
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