sábado, 19 de marzo de 2011
Intoxicación y envenenamiento mediático, 4 de 4
Orlando Zapata era un delincuente común, cooptado por la contrarrevolución, la misma que lo condujo al suicidio. Nunca recibió malos tratos. Por el contrario, recibió atención médica de primera con el objetivo de salvarle, tras mantener una huelga de hambre de 85 días para exigir que en su celda haya una televisión, cocina y teléfono personal, cosas que en cualquier régimen carcelario hubiesen sido rechazadas. Fue la madre de Zapata la que expresó a los médicos su gratitud por la atención que le estaban proporcionando, para luego cambiar su versión y así continuar cobrando los dineros que la mafia de la gusanera de Miami le seguirá proporcionando mientras le sea útil a la campaña de difamación contra la Revolución Cubana. ¿Por qué no exponen y dan a conocer eso Ortiz, Espinosa de los Monteros, Carrión? ¿Por qué en los superficiales “análisis” del periódico Hoy o en los escritos banales de Thalía Flores no se señalan estos datos? Mientras sobredimensionan y falsifican los hechos sucedidos alrededor de la muerte de Zapata, a falsimedia no le interesa dar a conocer que en Colombia, país al que ponen como uno de los modelos de democracia, se hayan encontrado en La Macarena, departamento del Meta, una de las mayores fosas comunes en la historia reciente de América Latina, en la cual yacían dos mil cadáveres de personas asesinadas por fuerzas militares y paramilitares de ese país. De igual manera, para falsimedia el asesinato de líderes populares en Honduras por parte de escuadrones de la muerte que son instrumento del régimen espurio de ese país, tampoco merece ser expuesto al público. La doblez de la industria política-mediática y sus lacayos que fungen como periodistas es tal, que pretenden aparecer como defensores del medio ambiente o estar preocupados por su destrucción, claro está sin identificar las causas reales de estos hechos que están en la existencia del irracional sistema capitalista. Mientras exponen sus preocupaciones, estos mentirosos no tienen ningún escrúpulo en ser los defensores de un modelo económico que se sostiene en base al fomento del consumismo por medio de la publicidad de todo tipo de productos inservibles, para lo cual fabrican en la mente de las personas todo tipo de necesidades. En vez de atacar al sistema, a las transnacionales capitalistas y a las clases que detentan el poder, la industria mediática acusa a la naturaleza de ser causante de desastres, de catástrofes, cuando ella es víctima de la destrucción causada por este modelo económico depredador. Estos farsantes son los que ocultaron al mundo el nefasto papel de la administración de Barack Obama en la Cumbre de Copenhague sobre el clima, celebrada en diciembre de 2009 en Dinamarca, escenario en el cual los países ricos, causantes en gran medida de la destrucción ecológica, querían hacer que las naciones pobres asuman los mayores sacrificios frente a lo que ellos han provocado, deslindándose de sus responsabilidades en cuanto a la destrucción del planeta. Los marrulleros mediáticos dicen estar preocupados por lo que pasa en el mundo, por los fenómenos naturales que se están sucediendo unos a otros, cada vez con más fuerza, provocando que muchas poblaciones sufran los estragos del ecocidio al que hoy se enfrenta el planeta provocado por el capitalismo, el cual pone en serio riesgo la propia existencia de las y los seres humanos. Pueblos y países que a lo largo de su historia han sufrido la explotación colonial y neocolonial capitalista, el saqueo de sus recursos, la intromisión en sus asuntos políticos, sólo aparecen en falsimedia cuando han sido devastados por algún ciclón, terremoto u otro fenómeno natural. El caso más reciente es el de Haití, nación a la que desde el siglo XIX el imperialismo francés y luego estadounidense sometieron a un brutal bloqueo, rapiña y explotación por el delito de haber sido el primer país de América Latina y el Caribe en haber alcanzado su libertad. De la dominación imperialista los medios no hablan. Se conmueven por lo sucedido tras el terremoto que tuvo lugar allí el pasado 12 de enero de 2010, que provocó la muerte de más de 200 mil personas, la destrucción del país y pérdidas millonarias. Pero del terremoto social provocado por la dominación imperialista o el respaldo de EE.UU. a los corruptos gobernantes haitianos como lo fueron los criminales François Duvalier, “Papa Doc”, y su hijo Jean-Claude Duvalier, no explican mayor cosa. En Haití el 85 % de la población vive por debajo de los niveles de pobreza. Por otro lado, el tratamiento mediático llevado a cabo por las cadenas de televisión CNN y Fox sobre el terremoto y la situación del pueblo haitiano fue morboso y atentatorio contra la dignidad de las y los haitianos, al pretender elevar su rating de sintonía por medio de la espectacularización de los hechos y la conversión de sus enviados en una especie de “salvadores” y “caritativos” héroes que frente a las cámaras cumplieron bien ese papel. Mientras esto sucedía y se hacía referencia a la “humanitaria ayuda militar” gringa, se dejaba de lado la valiosa e importante asistencia de las y los médicos cubanos que desde antes del terremoto ya cooperaban con el hermano pueblo de Haití, en las condiciones más difíciles. Falsimedia, responsable de la intoxicación y envenenamiento masivo de la población, pretende imponer a los colectivos sociales sus gustos culturales en todos los campos. Si ella dice que tal o cual cantante son buenos, la gente debe oír lo que le proponen. Igual sucede con el cine. El más reciente caso es el de la película Avatar. Los noticieros de la televisión ecuatoriana en sus espacios dedicados a la farándula y el “entretenimiento”, no perdieron la oportunidad para inducir a la gente a que vean, la que según palabras de los “expertos” periodistas del séptimo arte es una magnífica película, en la cual, además, se hace una defensa del medio ambiente. ¡Ahí se aprecia lo que es el Yasuní! exclamaban conmovidos los “ecologistas” mediáticos, refiriéndose a esa región maravillosa de la Amazonía ecuatoriana que se halla en peligro. Un film en el que se invirtió 150 millones de dólares, aburrido, predecible y reiterativo en su argumento, en el cual en ningún momento el sistema capitalista es presentado como responsable de la catástrofe ecológica, donde la destrucción del ecosistema de Pandora es el resultado de la acción de individuos crueles (civiles y militares), donde los pueblos indígenas (Navis), en un cambio discursivo de la industria hollywoodense, son presentados como tribus de seres místicos, inocentes, llenos de sabiduría, aunque sin dejar de expresar celos, egoísmo, machismo y mecanismos de dominación interna cuando ven que sus hembras se enamoran de un extraño, al estilo de Pocahontas, producción en la que como señala Nicolás M. Rey no hay propiamente una defensa de la ecología, sino un cambio de estrategia del imperialismo para apoderarse de los recursos naturales(7), pretende ser presentada como un película de calidad. No es nuevo. La industria mediática tiene que defender sus mediocres producciones y hacerlas pasar como buenas. Un mecanismo para resaltarlas es la entrega de los premios Óscar, espectáculo diseñado por los poderosos de la industria cinematográfica estadounidense para, en la mayoría de casos, premiar precisamente a los filmes de mala calidad que producen y así posibilitar que se promocionen, difundan y comercialicen en el mercado, acompañados de toda serie de productos destinados a idiotizar principalmente a la niñez y la juventud. Para no morir envenenados por el consumo de estos tóxicos mediáticos, los pueblos deben organizarse y luchar no sólo por el establecimiento de legislaciones que regulen lo que la industria mediática hace o para tener un acceso limitado a los medios, sino fundamentalmente para cambiar este sistema alienante, embrutecedor y explotador y así lograr el control efectivo de la tecnología mediática para que los colectivos sean los verdaderos hacedores de sus producciones comunicacionales. Notas: 1) Vicente Romano. Comunicación, poder y democracia, Cuadernos de Pensamiento Marxista No. 31, p. 57 2) Jesús García Blanca. El Rapto de Higea, Virus Editorial, Barcelona, 1999, p. 76 3) Ibid, p. 77 4) Vicente Romano. Op. Cit., p. 54 5) Ibid. p. 56 6) Ibid. 7) Nicolás M. Rey. Avatar y el discurso ambientalista. http://www.lahaine.org/index.php?p=43372
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