Juan Gelman
El soldado Bradley Manning, analista de inteligencia acusado de filtrar documentos confidenciales y secretos del gobierno de EE.UU. –a Wikileaks, por ejemplo–, está preso desde mayo del año pasado, siempre en confinamiento solitario, ahora en el centro de detención naval de Quantico, Virginia. Encerrado 23 horas cada día en una celda de 2 por 4, a principios de este mes fue obligado a permanecer desnudo de pie frente a su celda al menos siete horas desde las 5 de la mañana.
El teniente Brian Villiard, vocero del cuerpo de marines, insistió en que no podía aclarar públicamente por qué le habían incautado la ropa. Declaró a los periodistas: “Eso significaría violar la privacidad del detenido. Sería inapropiado” (www.nytimes.com, 4-3-11). Qué delicadeza.
La situación de Manning no es posible, sin embargo, de convertirse en un cuento de Mark Twain. La única hora que no está en el calabozo es llevado a una habitación vacía en la que puede caminar, no correr. Le está prohibida la posesión de efectos personales y debe dormir en paños menores: según la explicación oficial, no es una medida punitiva, así ocurre para impedir que se suicide. Sólo que sus guardianes no le quitan la vista de encima, la vigilancia es permanente.
David House, uno de sus escasos amigos, pudo verlo en una de las raras visitas permitidas y encontró que “el joven inteligente de ojos grandes parece a veces catatónico y tiene muchas dificultades para mantener una conversación sobre temas cotidianos… Para mí fue como ver a un excelente amigo sucumbir a causa de una enfermedad. Pienso que lo castigan porque el gobierno quiere quebrarlo con vistas al proceso”.
Lo juzgará una corte militar y a los primeros cargos se les acaban de sumar otros 22, entre ellos el de “ayudar al enemigo”, delito que únicamente se salda con la pena de muerte. Esta calificación no se basa en disposiciones jurídicas, sino en razones políticas. Suele ocurrir.
La actitud de la Casa Blanca recuerda la del ex presidente Richard Nixon: propinó a Daniel Ellsberg, quien filtró los papeles del Pentágono que revelaron en toda su magnitud los crímenes de guerra estadounidenses cometidos en Vietnam, la definición de difusor de documentos “que dieron ayuda y fuerza al enemigo”. Eso sí, la Justicia civil no lo condenó a cumplir pena alguna y nunca lo obligaron a estar de pie y desnudo durante horas.
Este Obama. A Nixon nunca le gustaron “los soplones”, como él decía, pero el actual mandatario los elogió en el 2008, señalando que quienes filtran documentos del gobierno “son parte de una democracia saludable y se los debe proteger de represalias”.
Claro que estaba en campaña electoral, la misma en la que prometió cerrar el centro de detención de Guantánamo en un año como máximo. El lunes pasado, tras dos años de suspender la medida, ordenó que la Justicia militar vuelva a procesar a los allí detenidos. Esa cárcel sigue encarcelando.
Se le achaca a Manning el haber filtrado a Wikileaks decenas de miles de cables diplomáticos que le han creado incomodidades internacionales a la Casa Blanca y, sobre todo, una profunda irritación. El video “Asesinato colateral” forma parte de esos documentos. El sitio de Assange lo dio a conocer el 5 de abril del 2010 y muestra una masacre: tropas estadounidenses entran en domicilios particulares de vecinos de un suburbio de Bagdad y dan muerte a 12 civiles y dos empleados iraquíes de la agencia Reuters. “Vi cómo baleaban a mi abuelo, primero en el pecho y luego en la cabeza. Después mataron a mi abuela”, testimonia Eman Waleed, un niño de 9 años que sobrevivió a la matanza (www.time.com, 19-3-06).
Ninguno de los responsables mediatos o directos ha sido juzgado hasta el momento y han pasado más de cinco años. Un piloto norteamericano declara impertérrito en la filmación: “La culpa es de ellos, por llevar a chicos al combate”. En la empresa “antiterrorista”, el que comete un crimen de guerra la pasa mejor que el que lo denuncia. Hasta lo condecoran. Manning –según un chateo de origen no verificado– filtró el video y otros materiales porque le repugnaba la ferocidad impune de sus compatriotas combatientes y cuando la criticaba ante sus superiores “ellos ni querían oír hablar de eso” (www.guardian.co.uk, 4-3-11).
Entendió que su manera de evitar la complicidad con los crímenes de guerra que se perpetran en Irak, Afganistán y hoy también en Pakistán era dar a conocer una información que promoviera “la discusión en todo el mundo, el debate, las reformas”. Como consecuencia, el rey desnudo lo desnuda. (Tomado de Página 12)
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