Con el ascenso del nazifascismo en Alemania e Italia, esto se hizo todavía más evidente. Goebbels, el maestro de propaganda del régimen hitleriano, decía que hay que “mentir, mentir y mentir, porque mientras más grande es la mentira, algo queda como verdad”. Este axioma ha sido elevado a la máxima expresión por el imperialismo yanqui, la burguesía y oligarquía a nivel mundial que, además, para aparentar que no son mentirosos contumaces, permiten la filtración de algunas verdades que en cierta forma les son incómodas, siempre y cuando no afecten a la integridad del sistema y su clase, además que jamás las presentan en su totalidad. A través de la exposición de estas medias verdades, la industria mediática al servicio de los grupos de poder en la sociedad capitalista se presenta como pluralista, democrática. Ellos dicen ser equilibrados en el tratamiento de la información, con cual demuestran su absoluto respeto por la libertad de expresión y pensamiento, afirmación que la hacen sin sonrojarse. La realidad demuestra todo lo contrario. Sin embargo, muchas personas asumen como real el discurso de falsimedia. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué las personas no le hacen frente a ésta industria de la mentira? Jesús García Blanca dice que “(e)l problema crucial es buscar las raíces de la dominación y actuar sobre ellas en lugar de limitarnos al desgaste permanente de luchar contra un producto ya hecho.”(2) Uno de los instrumentos que ha permitido que ésta dominación suceda es la educación. Si bien es cierto que las personas hoy tienen un bagaje más amplio de conocimientos gracias a los procesos de alfabetización y a la creación de instituciones educativas en todos los niveles, no es menos cierto que las y los educandos son objeto de un permanente bombardeo de informaciones que, disfrazadas de pensamientos y reflexiones filosófico-científicas, no tienen otro propósito que crear sujetos acríticos, areflexivos, obedientes y sumisos a la autoridad para que actúen como verdaderos esclavos felices del sistema explotador capitalista. En su libro “El rapto de Higea”, García Blanca dice: La educación no es una panacea de liberación; es un instrumento que puede ser utilizado –y de hecho lo es– con fines radicalmente opuestos. Es cierto que la ignorancia de los pueblos facilita su esclavitud; pero en los tiempos de la globalización nos enfrentamos con otros modos de dominación que no utilizan la ignorancia, sino precisamente lo contrario: necesitan inculcar en las masas conocimientos y habilidades básicas que permitan la manipulación bajo una capa ilusoria de libertad.(3) La educación en la sociedad capitalista tiende a eliminar la capacidad de indagar, de cuestionar, de interrogar, de descubrir las contradicciones que se dan en la realidad social y natural. De este proceso de embrutecimiento educativo se aprovecha la industria mediática para alienar a la población y así mantenerla esclavizada ante lo que ella produce. Para conseguir sus objetivos, falsimedia, al igual que las instituciones educativas, pretenderá apoderarse del biotiempo de las personas, principalmente del de la niñez y la juventud. Vicente Romano dice: El poder de unos seres humanos sobre otros comienza con la apropiación del biotiempo de los muchos por parte de los pocos. El tiempo es un factor de poder. Se suele decir que es el poder el que manda y no la opinión. Pero el poder sólo puede imperar mientras las personas le entreguen su biotiempo y crean que deben someter su tiempo individual a ese poder.(4) Mediante la apropiación y control del biotiempo de las personas, los medios ambicionan convertirse en los guías políticos y espirituales de un público que por diversas razones, entre ellas justamente la carencia de un verdadero tiempo libre, no va más allá de lo que falsimedia le propone, no acude a otras fuentes distintas a las expuestas por la industria mediática, aceptando, en cierta forma, como válido, cierto y real lo que se dice precisamente en esos medios. La sociedad capitalista no posibilita a la niñez y a la juventud los espacios necesarios para poder desarrollar actividades culturales y deportivas; el sistema educativo en todos los niveles absorbe a las y los educandos saturándoles de tareas, de deberes. El único escape que en muchas ocasiones encuentran estos grupos, es el consumo adictivo de los programas enajenantes y alienantes que pasan por la televisión. El “Mundo de Disney”, como lo ha hecho desde su creación, juega un rol fundamental en el proceso de estupidización de la niñez y la juventud, sometida a sus brutales creaciones que transmiten mensajes consumistas, colonialistas y neocolonialistas, sexistas, machistas y racistas. Las y los adultos, en cambio, encuentran como mecanismos de escape luego de una extenuante jornada de trabajo el sentarse frente al televisor para ver las novelas, los noticieros, los programas deportivos o las películas del cine hollywoodense. En 1880, Paúl Lafargue escribió un ensayo titulado “El derecho a la pereza”, donde hizo una crítica contundente de las condiciones laborales de la clase trabajadora y los mecanismos de sometimiento y explotación utilizados por la burguesía, a la vez que señalaba la necesidad de que las y los trabajadores luchen por su verdadera liberación para tener efectivamente un tiempo libre que les permita dedicarse a actividades relacionadas con las ciencias, el arte y la satisfacción de las necesidades elementales del ser humano. Los capitalistas, a través de sus industrias de la mentira, repiten hasta la saciedad que los pueblos deben laborar más y más para progresar. Lo que no dicen es que en la sociedad capitalista sólo un grupo de personas trabajan y que de el resultado de esa actividad se apoderan las clases que detentan el poder político y económico que, además, a lo largo del proceso de producción obtienen la mayor parte de sus ganancias por medio de la extracción de la plusvalía, es decir del trabajo no remunerado a las y los obreros. La industria mediática aparece así como una fuente fundamental para proporcionar a las personas el entretenimiento y las informaciones adecuadas con el objetivo de que puedan disipar sus momentos de tensión laboral, además de nutrirse de las ideas necesarias para tener un amplio conocimiento de la realidad y el mundo. ¿Quién puede entonces oponerse a tan altruista tarea?
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