Con toda razón los editores, en su nota introductoria a la obra de Fidel, hacen un balance a más de dos años de asumir Obama el cargo de presidente, destacando que la guerra de Afganistán no tiene fin; todavía hay 50 mil soldados en Irak y continua como país ocupado; en América Latina la IV Flota patrulla nuevamente los mares, y en cuanto a la política interna, no ha tenido lugar la prometida reforma migratoria.
Añadiríamos a la lista: la continuación del bloqueo a Cuba, el aumento considerable de las operaciones encubiertas de las fuerzas especiales estadounidenses, incluyendo Venezuela y Bolivia, más allá que su predecesor, el apoyo al golpe de Estado en Honduras, y su actual posición con respecto a la intervención en Libia.
Cabe señalar que muchos de estos acontecimientos son tratados por Fidel en el libro y algunos de ellos incluso son previstos por él con gran exactitud: por ejemplo, al referirse a las fuentes de energía, menciona las plantas nucleares y comenta «que cuentan ya con un número elevado de oponentes, por los grandes riesgos de accidentes con efectos desastrosos para la vida, la atmosfera y la alimentación humana. Es absolutamente imposible garantizar que algunos de estos accidentes no tengan lugar». (p. 24) Fidel se ha distinguido siempre por su cortesía (decencia y respeto, la denomina) para con los enemigos a quienes se ha enfrentado, por lo que al mismo tiempo que es consciente que no había que hacerse ilusiones respecto a un posible cambio político a partir de la elección del primer afroamericano como presidente de ese país, no escatima reconocimientos a Obama: “máquina de trabajo”, “salud a toda prueba”, “mente ágil”, “gran capacidad de comunicación y polémica”, “el mejor orador político de Estados Unidos en las últimas décadas”, “aguda inteligencia”, entre otros.
Obviamente, destaca en el análisis la perspectiva sobre Cuba del presidente estadounidense: mantener el embargo, apoyar la contrarrevolución interna y los sectores terroristas representados en Posada Carriles, no liberar a los Cinco Héroes, no cerrar el horror de Guantánamo ni entregar este territorio a sus legítimos propietarios, el pueblo y el gobierno cubanos, y, sobre todo, seguir manteniendo la vieja tesis de atribuir a la Revolución un carácter antidemocrático y carente de respeto a la libertad y los derechos humanos. Fidel emplaza a Obama a partir de lo que él denomina “preguntas delicadas”: ¿Es correcto y ético que el presidente de Estados Unidos ordene asesinatos, torturas, terrorismo de Estado, bloqueos, criminalización de la migración, robo de cerebros, injerencia, intervencionismo militar, apoyo al complejo militar industrial?
Al igual que ubica a este personaje en su contexto, perspectiva histórica y de clase, Fidel va describiendo lo que Obama defiende tan ardientemente: un imperio parasitario y saqueador, que con menos del 5% de la población del mundo, emite el 25% del dióxido de carbono, succiona cada año enormes cantidades de petróleo y gas, minerales, materias primas, bienes de consumo y productos sofisticados, etcétera. El mayor productor y exportador de armas, que mantiene un complejo militar industrial capaz de atacar cualquier punto del planeta en horas, con cientos de bases militares instaladas en decenas de países de todos los continentes. El aliado incondicional de Israel, al que armó con bombas atómicas y ayudó a consolidarse como un permanente factor de guerras de agresión, genocidio y terrorismo de Estado en el Medio Oriente. Juez supremo de los valores democráticos y los derechos humanos. Dolor de cabeza de cualquier gobierno, sea de izquierda, centro o derecha, aliado o no de ese país. Exportador de guerras contra el narcotráfico, siendo Estados Unidos el mayor mercado de estupefacientes del mundo. Un país donde el 44% de los congresistas son millonarios y con la economía mundial que le costea su enorme deuda pública con los gastos en bienes y servicios que aporta para adquirir dólares norteamericanos, con los cuales las grandes trasnacionales de ese país se han apoderado de una parte considerable de las riquezas del mundo, y sostienen la sociedad de consumo de esa nación.
Fidel fustiga a Barack Obama por haber aceptado el Nobel de la Paz, preguntando: ¿Por qué Obama aceptó ese premio «cuando ya tenía decidido llevar la guerra de Afganistán hasta las últimas consecuencias? No estaba obligado a un acto cínico» (p. 114). En el seguimiento de su oponente político, destaca el discurso pronunciado por el presidente estadounidense en West Point en 1 de diciembre de 2009. Sostiene Fidel que:
Ese día se empleó a fondo. Elaboró y ordenó cuidadosamente 169 frases destinadas a tocar cada una de las “teclas” que le interesaban, para obtener de la sociedad norteamericana su apoyo a una estrategia de guerra… Ese día tuve la impresión de estar escuchando a George W. Bush; sus argumentos en nada se diferenciaban de la filosofía de su antecesor, excepto por una hojita de parra: Obama se oponía a las torturas. (P. 114)
Recomiendo este libro por la profundidad y profesionalismo con que Fidel se acerca a los temas hasta ahora señalados, y a otros igualmente trascendentes que el lector encontrará en sus páginas. Fidel, como articulista, ha enriquecido durante estos últimos años lo que él denominó “la batalla de ideas” y su opinión es brújula ideológica y teórica siempre original y consistente y, por lo mismo, bienvenida.
¿Cómo caracterizar la elección de Obama a la presidencia de los Estados Unidos y cómo evaluar su desempeño durante el primer año en el cargo? Este volumen incluye todas las Reflexiones divulgadas por Fidel Castro, desde mayo de 2008 hasta diciembre de 2009, sobre Obama y su política.
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