Ante la crisis provocada por el colapso del socialismo real, incluido la desaparición de la Unión Soviética, sin vacilar ni un segundo, Fidel Castro convocó a la resistencia para salvar las conquistas del socialismo. El empeño incluyó medidas económicas y políticas, que hoy se enseñan como: “reformas de los años noventa” que formaron parte de una eficaz estrategia de supervivencia.
Entonces se reformó la Constitución, fue suprimida la orientación ateísta del Estado convertido en laico, se modificó la Ley Electoral para elegir a los diputados mediante voto directo y se toleró el acceso del capital extranjero. También se autorizó el trabajo por cuenta propia; así como la despenalización de la tenencia de divisas.
Entonces se reformó la Constitución, fue suprimida la orientación ateísta del Estado convertido en laico, se modificó la Ley Electoral para elegir a los diputados mediante voto directo y se toleró el acceso del capital extranjero. También se autorizó el trabajo por cuenta propia; así como la despenalización de la tenencia de divisas.
Por su parte, el Partido abrió sus filas a los creyentes, comenzó un deshielo con las iglesias y hubo un relanzamiento de los contactos políticos con la emigración, efectuándose la Primera Conferencia de la Nación y la Emigración, en la cual se llegó a discutir la posibilidad de que los emigrados intervinieran en las elecciones y participaran en procesos económicos nacionales.
Cuando se especulaba si Cuba caería por el efecto dominó, en Miami se lanzaba “La hora Final de Castro” y se pedían: “Tres días de Licencia para matar” y la economía se precipitaba en caída libre, hubo que enfrentar, además del bloqueo norteamericano, las actitudes de las nuevas autoridades euro orientales y rusas, conjunto que Fidel Castro calificó de “doble bloqueo”. En aquella coyuntura, en 1991 y 1997 se efectuaron el IV y el V congresos que endosaron el curso seguido por la dirección de la Revolución que practicó una imaginativa combinación de firmeza y apertura.
Veinte años después, aconsejado por quienes lo instan a aplicar las experiencias de China y Vietnam, países que con decididas reformas económicas absorbieron la crisis y mediante maniobras políticas administraron, hasta reducirlos a rangos tolerables, sus diferendos internacionales, especialmente con Estados Unidos; el Partido Comunista de Cuba abrirá los debates de su VI Congreso.
Bajo ocupación norteamericana se redactó la primera Constitución cubana, se celebraron elecciones y se eligió el primer presidente. En aquel contexto el Congreso norteamericano impuso la Enmienda Platt, un apéndice a la Constitución cubana que convirtió a la isla en una factoría norteamericana y que, en parte, explica por qué frente a la Revolución los Estados Unidos reaccionaron como si Fidel Castro fuera un secesionista al estilo de Jefferson Davies.
El diferendo entre Cuba y los Estados Unidos estuvo latente antes de la independencia, cosa advertida por José Martí, se desplegó en la República donde diferentes fuerzas política lucharon por abolir la Enmienda Platt y se enconó con la Revolución que se propuso poner fin a la subordinación a Washington.
Además de estar a unos 10 000 kilómetros de Estados Unidos China como tampoco Vietnam, exhiben una historia parecida; cosa que explica que con habilidad y pragmatismo hayan podido atenuar sus conflictos con Estados unidos y beneficiarse de la normalización de las relaciones económica con ellos.
Naturalmente que Cuba quisiera y dentro de sus posibilidades se esfuerza por llegar a un status quo semejante con la única premisa de que su independencia y su soberanía sean respetadas. Ese propósito que en China es favorecido por los chinos de ultramar, en Cuba encuentra el formidable obstáculo formado por una parte de la emigración cubana.
El asunto es complicado, el espacio es poco, faltan temas y el Congreso comienza el próximo sábado. Mañana les cuento sobre las reformas, los “cubanos de ultramar” y otros imponderables. Allá nos vemos.
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