Sin estar en los días fundacionales cuando los bolcheviques apostaron a convertir utopías en hechos; aunque tampoco en los del fin de la historia en lo que nunca creyeron, en unos días, los militantes cubanos se reunirán en su VI Congreso para, nuevamente retar los pronósticos y tratar de encontrar fórmulas que hagan viable el socialismo.
Nadie cree que sea fácil, para muchos es posible y todos saben que la jugada es decisiva.
Tal vez porque al debutar en la Unión Soviética en 1917 el socialismo apostó por la “dictadura del proletariado” y fue obligada a aplicar el llamado “comunismo de guerra”, los mecanismos para la dirección política y la gestión de gobierno, nacieron con anomalías congénitas a las que se sumaron las consecuencias de la Primera Guerra Mundial; la Guerra Civil y la prematura muerte de Lenin. Ante la imposibilidad de construir apropiadas estructuras de participación, las malformaciones se acentuaron.
Quizás los defectos de origen que condujeron a la radicación del liderazgo de una clase y de un partido a partir de deducciones teóricas y no de evidencias históricas o de consultas populares, expliquen por qué en el socialismo real los mecanismos para la toma de decisiones estuvieron mal articulados y fallaron al no compatibilizar el papel de los representantes y órganos electos para deliberar y adoptar las decisiones con aquellos que lo eran para ejecutarlas; por añadidura, nunca se logró coherencia entre las atribuciones y funciones del Estado y del Partido.
A ello contribuyó la práctica introducida a partir del X Congreso del Partido bolchevique de decidir en eventos partidistas, asuntos puntuales que conciernen a las estructuras estatales, principalmente medidas económicas y sociales, la política exterior, las cuestiones financieras y asuntos que involucran a toda la sociedad y cuya gestión trasciende a una estructura política. A partir del IX Congreso del Partido Bolchevique (último en que participo Lenin), se efectuaron otros 19 sin que nadie pueda mencionar un caso en el cual el evento haya modificado la orientación de quienes lo convocaron. Los métodos de dirección vertical y centralizada usados en el partido, de por si discutibles, se trasladaron a la sociedad.
A ello contribuyó el llamado centralismo democrático que establece la subordinación de las minorías a las mayorías, cosa que si bien es aritméticamente justo y es regla en procesos electorales; en otros contextos y debates, pasa por alto el hecho de que las vanguardias, ponentes de ideas y propuestas avanzadas, suelen ser “minorías excelentes” y que, con frecuencia las propuestas más audaces y creativas parten de ellas.
En medio de enormes tensiones políticas e incluso militares, bajo un bloqueo de cincuenta años, más férreo que los cercos nazis, pero también con el aval de no sólo haber sobrevivido y avanzado, sino creado una obra y con la misma generación que condujo la revolución y preservó el poder, dentro de unos días, el Partido, vanguardia organizada del pueblo que ha probado estar blindado contra las tentaciones de la corrupción y el acomodamiento, se reunirán para indicar cuál es el camino.
De ese evento el pueblo no espera mucho; sino que lo espera todo. Ellos lo saben. Allá nos vemos.
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