La doctrina estadounidense de contención del “terror rojo”, de las ideas comunistas en América Latina y el mundo formó parte de una campaña internacional de los Estados capitalistas imperialistas y de la burguesía para reprimir la lucha de los pueblos, de los trabajadores que exigían mejores condiciones de vida y la construcción de una sociedad socialista.
El pensador norteamericano, Noam Chomsky manifiesta que “el Terror Rojo de Woodrow Wilson fue el primer y último recurso del poder del Estado en la América del siglo XX para contener a la mano de obra, la disidencia política y el pensamiento independiente.
Ofrecía un modelo para esfuerzos posteriores y dejó como un crucial residuo institucional la policía política nacional, que ha proyectado una larga sombra durante los años siguientes.”
Sin embargo, esta política represiva se venía aplicando con anterioridad a la presidencia de Woodrow Wilson.
Así el 1 de mayo de 1.886, en la ciudad de Chicago, la fuerza policial al servicio del Estado capitalista reprimió violentamente a los obreros que luchaban por la jornada de trabajo de ocho horas.
Más tarde los dirigentes de este movimiento fueron condenados a muerte.
En el mes de noviembre de 1.922, los trabajadores ecuatorianos en la ciudad de Guayaquil, realizaron manifestaciones y huelgas exigiendo mejoras salariales y una jornada laboral de ocho horas.
Estas acciones fueron reprimidas brutalmente por el ejército que, bajo las órdenes del presidente José Luis Tamayo, abrió fuego contra los manifestantes y luego procedieron a arrojar los cadáveres de sus víctimas al río Guayas.
En El Salvador, la insurrección popular dirigida por el Partido Comunista bajo la conducción de Farabundo Martí, fue aniquilada el 22 de enero de 1.932 por las tropas del general Maximiliano Hernández Martínez.
La represión desatada en América Latina tuvo como una de sus causas el avance de las ideas socialistas y del pensamiento marxista, lo cual contribuyó a la organización revolucionaria de la clase trabajadora contra el poder de la naciente burguesía y contra el imperialismo de EE.UU.
Los precursores de estas ideas en la Gran Patria Americana fueron, entre otros, los cubanos Carlos Baliño, Julio Antonio Mella; los argentinos Juan Bautista Justo, Aníbal Ponce; el chileno Luis Emilio Recabarren; el peruano José Carlos Mariátegui.
Todos estos pensadores le dieron una visión propia, latinoamericanista a las ideas elaboradas por Marx y Engels. De igual manera se fue constituyendo un movimiento intelectual progresista inspirado en el marxismo que, como lo explica Agustín Cueva, “podría considerárselo como el fundamento de toda la cultura moderna de América Latina.”
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