Las principales potencias imperialistas y sus portavoces en los medios declaran que están bombardeando Libia por «razones humanitarias».
Sin embargo, su pasado reciente y sus intervenciones militares actuales muestran un panorama distinto.
La intervención en Irak provocó bastante más de un millón de muertos, cuatro millones de refugiados y la destrucción sistemática de una sociedad compleja y de sus infraestructuras, incluyendo sus sistemas de distribución de agua y de alcantarillado, de riego, su red eléctrica y sus fábricas, por no hablar de los centros de investigación, las escuelas, los archivos históricos, los museos y el amplio sistema de bienestar social iraquí.
El desastre fue aún peor tras la invasión de Afganistán. Lo que anunciaron a bombo y platillo como «intervención humanitaria» para liberar a las mujeres afganas y expulsar a los talibanes dio lugar a una catástrofe humana para el pueblo afgano.
En Irak, el camino hacia la barbarie imperialista comenzó con «sanciones», evolucionó hacia «zonas de exclusión aérea» y continuó con la segregación de facto del norte, la invasión y ocupación extranjeras y el inicio de una guerra sectaria entre los escuadrones de la muerte iraquíes «liberados».
Lo mismo puede decirse del ataque imperialista contra Yugoslavia en la década de los 90, también calificado una y otra vez de gran «guerra humanitaria» para detener el genocidio, que desembocó en 40 días de bombardeo aéreo, en la destrucción de Belgrado y de otras grandes ciudades, en la imposición de un régimen terrorista mafioso (KLA) en Kosovo, en la casi total limpieza étnica de todos los residentes no albaneses de Kosovo y en la construcción de la mayor base militar estadounidense en el continente (Camp Bondsteel).
El bombardeo de Libia ya ha destruido importantes infraestructuras civiles, aeropuertos, carreteras, puertos marítimos y centros de comunicaciones, así como objetivos «militares». El bloqueo de Libia y los ataques militares han hecho huir a montones de empresas multinacionales y han provocado el éxodo masivo de cientos de miles de trabajadores inmigrantes cualificados o no y de especialistas de todo tipo procedentes de Asia, Europa del Este, África subsahariana, Oriente Próximo y el norte de África, devastando la economía y generando prácticamente de un día para otro desempleo masivo, colas para recibir alimentos y desabastecimientos críticos de combustible.
El desastre fue aún peor tras la invasión de Afganistán. Lo que anunciaron a bombo y platillo como «intervención humanitaria» para liberar a las mujeres afganas y expulsar a los talibanes dio lugar a una catástrofe humana para el pueblo afgano.
En Irak, el camino hacia la barbarie imperialista comenzó con «sanciones», evolucionó hacia «zonas de exclusión aérea» y continuó con la segregación de facto del norte, la invasión y ocupación extranjeras y el inicio de una guerra sectaria entre los escuadrones de la muerte iraquíes «liberados».
Lo mismo puede decirse del ataque imperialista contra Yugoslavia en la década de los 90, también calificado una y otra vez de gran «guerra humanitaria» para detener el genocidio, que desembocó en 40 días de bombardeo aéreo, en la destrucción de Belgrado y de otras grandes ciudades, en la imposición de un régimen terrorista mafioso (KLA) en Kosovo, en la casi total limpieza étnica de todos los residentes no albaneses de Kosovo y en la construcción de la mayor base militar estadounidense en el continente (Camp Bondsteel).
El bombardeo de Libia ya ha destruido importantes infraestructuras civiles, aeropuertos, carreteras, puertos marítimos y centros de comunicaciones, así como objetivos «militares». El bloqueo de Libia y los ataques militares han hecho huir a montones de empresas multinacionales y han provocado el éxodo masivo de cientos de miles de trabajadores inmigrantes cualificados o no y de especialistas de todo tipo procedentes de Asia, Europa del Este, África subsahariana, Oriente Próximo y el norte de África, devastando la economía y generando prácticamente de un día para otro desempleo masivo, colas para recibir alimentos y desabastecimientos críticos de combustible.
Es más, siguiendo la lógica de las intervenciones militares imperialistas previas, el llamamiento aparentemente «comedido» a patrullar los cielos mediante una «zona de exclusión aérea» ha llevado directamente al bombardeo de objetivos civiles y militares sobre el terreno, y está presionando para derrocar al gobierno legítimo. Al igual que sus predecesores, los actuales imperios belicistas que lideran el ataque sobre Libia no participan en nada que se parezca remotamente a una misión humanitaria: están destruyendo las bases sobre las que viven aquellos civiles a los que dicen estar salvando, o, como habría dicho una generación anterior de generales estadounidenses en Vietnam, están «destruyendo los pueblos para salvarlos».
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