martes, 3 de julio de 2012

EEUU o la imposibilidad de vivir sin guerra

Por algo Barack Obama no cerró la cárcel ilegal de Guantánamo, ubicada dentro de la base militar usurpada a Cuba. Lo había prometido en enero de 2009, al asumir, y por lo visto fue una mentira más. Allí, en Guantánamo, se torturó sin plazos a centenares de presos políticos escamoteados a la justicia. Ese lugar se hizo tristemente célebre, en disputa por el podio con Abu Ghraib, en Irak, donde sonrientes militares aparecían torturando o directamente al lado de quienes ya eran cadáveres. 
 
Soldados del apocalipsis
Por Emilio Marín - Cada vez más cárceles, espionaje y agresiones - EE UU se fascistiza y esa es mala noticia para la paz mundial - Barack Obama pareció un sueño para muchos y luego fue pesadilla. Con él, EE UU se está convirtiendo de más en más en un país fascistizado. Y esto es peligrosísimo para el mundo.
Se sabía desde 2009 que el Comando Sur norteamericano había logrado del entonces presidente de Colombia, Alvaro Uribe, la cesión de siete bases militares en su territorio. Semejante dispositivo apuntaba, obviamente, contra la Venezuela bolivariana como blanco principal, a la vez que servía para tratar de doblegar a las FARC, algo que no han logrado. Quizás el enemigo secundario de esos emplazamientos fuera Ecuador, donde los norteamericanos ven con cada vez más inquina a la revolución ciudadana de Rafael Correa.
El que creía que tales atropellos eran cosa del texano bruto y del pasado, se equivocó. Con el Premio Nobel de la Paz también pasan cosas propias de gobiernos autoritarios y en tránsito de fascistización.
Ahora hay más noticias para este boletín. El mes pasado se supo, por la temprana publicación de la revista chilena “El Ciudadano”, que el citado Comando Sur había emplazado en el Fuerte Aguayo de la Armada chilena, en Concón, una base militar “para la formación de las Fuerzas de Paz de Naciones Unidas, según la versión oficial, pero su implementación está en el marco de los planes del Comando del Sur del Ejército de la potencia”.
En ese mismo abril, un cable de Prensa Latina informó que “un número no precisado de elementos del Comando Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos llegarán en junio próximo y permanecerán casi tres meses en el país, anunciaron hoy ambos países”. La cobertura son “acciones humanitarias conjuntas” con un financiamiento de siete millones de dólares, a desarrollar en en las provincias de Chincha, Ica y Pisco (Ica) y de Huancavelica y Huaytará (Huancavelica).
Cualquier coincidencia entre la llegada de esa misión militar norteamericana y el miedo gubernamental al recrudecimiento de la guerrilla de Sendero Luminoso, es pura casualidad.
Las fuerzas militares estadounidenses cuentan con 872 bases militares alrededor del mundo y últimamente tratan de abrir nuevas en lugares aptos para la futura lucha contra China, caso de la inauguración de bases de marines en Australia.
Pero eso no significa que pierdan valor las bases viejas y nuevas que el Pentágono cuenta en la región latinoamericana, como las ya mencionadas. Por algo Barack Obama no cerró la cárcel ilegal de Guantánamo, ubicada dentro de la base militar usurpada a Cuba. Lo había prometido en enero de 2009, al asumir, y por lo visto fue una mentira más.
Allí, en Guantánamo, se torturó sin plazos a centenares de presos políticos escamoteados a la justicia. Ese lugar se hizo tristemente célebre, en disputa por el podio con Abu Ghraib, en Irak, donde sonrientes militares aparecían torturando o directamente al lado de quienes ya eran cadáveres.
Otras bases, como la británica de Monte Agradable, en Malvinas, no es oficialmente estadounidense, pero tratándose de dos socios de la OTAN, en cierto modo es como si lo fuera.
Que la superpotencia tenga 872 bases en el extranjero, debe preocupar al mundo; pero también tiene 6.000 bases militares propias, en su mismo territorio. Esto ya debería preocupar a los ciudadanos norteamericanos.
Afuera son malos
Las misiones militares estadounidenses en el extranjero alegan tener objetivos loables ligados a la “libertad duradera” y otras pavadas por el estilo. En vez de libertad, esos ejércitos arrojan misiles y bombas en esas naciones que supuestamente van a salvar, como en Irak y Afganistán.
En ese último país, en marzo pasado un militar norteamericano salió de cacería nocturna y asesinó a 17 personas, entre ellos varias mujeres y niños. Otras versiones aseguraron que no fue un killer aislado sino varios uniformados los que dispararon. Como fuera, un crimen atroz.
Y al mes siguiente, abril, el diario Los Angeles Times publicó fotos de soldados yanquis en Afganistán que levantaban, felices, manos de cadáveres y piernas mutiladas.
Otra vez el secretario del Pentágono, Leon Panetta, debió pedir disculpas al gobierno títere de Kabul, a Hamid Karzai, pero con disculpas no se tapan esos crímenes. Tampoco los 2.800 asesinatos producidos en Pakistán luego de bombardeos de los aviones estadounidenses no tripulados, los Drones. El director de la Fundación para los Derechos Fundamentales, Shahzad Akbar, denunció a la Radio del Sur que “solamente 170 de las víctimas de los ataques aéreos de Estados Unidos en Pakistán eran militantes”. Estos ataques contra la población civil en Pakistán han provocado que entre este país y EE UU, donde antes había mucha colaboración militar, haya ahora un enfriamiento polar.
La CIA y las 15 agencias de seguridad norteamericanas están trabajando a full en el espionaje electrónico sobre su población y la del resto del mundo.
Cuando algunos de los gobiernos que eran estrechos socios del imperio cambian de signo político, entonces aparecen datos sobre los aspectos represivos del pasado. Arvydas Anusauskas, presidente del Comité de Seguridad Nacional y Defensa del parlamento lituano, reconoció que investigadores nacionales identificaron dos cárceles secretas, una cerca de Vilna. Ante una delegación de eurodiputados de izquierda, los lituanos admitieron que esos lugares fueron empleados por la CIA y el Pentágono para llevar y traer prisioneros de su “guerra contra el terror”.
Esos presos no tenían derechos humanos. Los llevaban allí para poder torturarlos mejor y evadir el cumplimiento de legislación norteamericana, que aún en forma retaceada, pudiera favorecerlos.
Donde van los soldados yanquis y agentes del servicio secreto, se llevan el mundo por delante. Los escándalos de los agentes de Obama en Cartagena de Indias en abril, y en diciembre último en Brasilia, contratando prostitutas y negándose a pagar, en el primer caso, y arrojando a una mujer de la camioneta y pisándola ex profeso, en el segundo, dan cuenta de ese patrón de conducta.
Y son malos adentro
Para los norteamericanos viene quedando en claro que los ellos mismos, los ciudadanos, son objeto del espionaje y la represión (además del desempleo que ya afecta a casi el 10 por ciento de la población económicamente activa).
Si de represión se habla, está fresco el violento desalojo policial de centenares de personas de Ocupa Wall Street, en Nueva York. Este mismo movimiento fue reprimido el 1 de mayo, con decenas de arrestos, cuando OWS se sumaba a las protestas gremiales con motivo del Día Internacional del Trabajador (único país del mundo donde no se conmemora…).
Recientemente la Casa Blanca prorrogó por cuatro años más la infame “Patriot Act” iniciada por George W. Bush. Y en esta nueva versión, peor que la original, los servicios de inteligencia y policiales pueden mantener detenido en forma continuada, sin límite, a ciudadanos norteamericanos sobre los que pesen acusaciones o sospechas de “terrorismo”.
El que creía que tales atropellos eran cosa del texano bruto y del pasado, se equivocó. Con el Premio Nobel de la Paz también pasan cosas propias de gobiernos autoritarios y en tránsito de fascistización. Con Mitt Rommey y los republicanos puede ser igual o peor.
Sobre esta tendencia neonazi en Estados Unidos se pueden leer las columnas de Amy Goodman (Democracy Now), especialmente la del 30 de abril pasado, titulada “La Agencia de Seguridad Nacional te está vigilando”. Allí se lee: “Tres ciudadanos estadounidenses fueron objeto de vigilancia a nivel nacional: un funcionario de inteligencia del gobierno, una cineasta y un hacker. Ninguno de ellos fue acusado de haber cometido algún delito, sin embargo, fueron rastreados, vigilados, detenidos (en algunos casos a punta de pistola) e interrogados sin tener acceso a un abogado. Todos ellos están decididos a enfrentarse a los crecientes ataques del gobierno contra quienes se oponen a sus políticas”.
Ver CIA
La CIA y las 15 agencias de seguridad norteamericanas están trabajando a full en el espionaje electrónico sobre su población y la del resto del mundo.
A su vez, con la misma intención poco democrática, cierran los servidores que usan resquicios de libertades para denunciar aquellos atropellos. En abril último el FBI secuestró en Nueva York un servidor que brindaba el servicio de envío de correos anónimo; “era operado por la European Counter Network, el más antiguo proveedor independiente de Internet” (Página/12, 27/4).
Desde 1996 se sabía de la existencia de los sistemas de intercepción de telecomunicaciones, correos, etc, como el sistema Echelon, que surtía al Pentágono de una gran masa de información. Eso se ha perfeccionado. La Agencia Nacional de Seguridad (NSA) construye al precio de 2.000 millones de dólares su moderna base en el estado de Utah, para procesar toda esa data. La inaugurarán en 2013.
Un alto ex funcionario de la NSA, William Binney, quien renunció en 2001, viene denunciando ese avance totalitario que sufrió en carne propia, con allanamiento en su casa y amenaza de armas de fuego. Es uno de los tres casos citados por Amy Goodman. Entrevistado por el periodista James Bamford, Binney “apretó el dedo pulgar contra el índice” y dijo “estamos a esta distancia de un Estado totalitario operativo”.
En otras palabras, EE UU se fascistiza. Es una noticia fatal para la paz mundial.

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