Antonis Davanellos / Panagiotis Sotiris
[En un estudio publicado el 5 de enero
de 2012, el Instituto Oficial de Estadística del Estado griego (Elstat) indica
que, en 2010, 597.000 hogares -es decir, 2,2 millones de personas- vivían bajo
del umbral de la pobreza o estaban considerados como "socialmente
excluidos". El límite de la renta anual para considerar que una familia con
dos adultos y dos hijos menores de 14 años no "cae en la pobreza" esta situado
en 15.073 €. Sin embargo, el proceso de pauperización se acentúa de semana en
semana, en el sentido literal del término. Por otra parte, el Elstat subraya que
la precariedad en el empleo -en el sentido de los meses en los que se obtiene
algún ingreso- no ha hecho más que incrementarse desde 2010. Ese año ya había
3,03 millones las personas al borde de engrosar las cifras de la "exclusión
social", lo que equivale al 27,7% de la población. Estas cifras son mucho más
sombrías actualmente.
En el último trimestre de 2011, el Instituto de
Investigación del Empleo (Ine) del sindicato mayoritario del sector privado
griego (GSEE) estimaba que la tasa real de paro era del 23% de la población
activa, frente del 18,4% que ofrecía el gobierno en agosto de 2011. Semejante
tasa de paro, que entre los jóvenes de 15 a 25 años supera el 40%, está
traduciéndose en un factor de emigración, al igual que en Portugal y España. A
pesar de ello continúa la cascada de planes de austeridad que acentúa la
recesión e incrementa la deuda en relación al PIB.
El Estado griego debe reembolsar para marzo de 2012
la suma de 14,5 millardos de euros de obligaciones y no tiene posibilidades de
hacerlo. Las condiciones impuestas por las instituciones internacionales (FMI,
BCE, UE) para una nuevo paso en el pretendido "plan de rescate" (de los bancos)
se resumen en que el gobierno acepte las condiciones de descuento de la deuda
griega que exigen los bancos, las aseguradoras y los fondos de inversión,
representados todos ellos por el Instituto Internacional de Finanzas (IIF) en
tanto que negociador central.
En la trastienda de las negociaciones entre el
gobierno griego y el IIF -que tropiezan con dificultades como deja traslucir la
interrupción momentánea de las negociaciones el 13 de enero de 2012- lo que se
da son las operaciones de especulación clásicas en esta circunstancias. En
efecto, los fondos de inversión de capital riesgo (hedge funds) recompran a
precio bajo la deuda griega de la que se quieren desprender los bancos. Estos
hedge funds especulan actuando sobre dos escenarios. Uno, que el gobierno se
encuentre incapacitado para hacer frente al pago el mes de marzo, lo que
conllevaría a la activación de los CDS (Credit Default Swap)y el reembolso de la
pérdida de los hedge funds por parte de los CDS. El otro, que los hedge funds
esperan ser reembolsados por el gobierno griego al valor nominal de las
obligaciones. En efecto, en el caso en el que los bancos y otras instituciones
acepten un descuento en torno al 60% o 70% (o más) y pasen a un acuerdo, los
hedge funds pueden rechazar este descuento sobre la parte que han adquirido, lo
que les aseguraría un beneficio sustancial. Hay que saber que el acuerdo que
podría darse entre el gobierno y el IIF no obliga a todos los que hayan comprado
las obligaciones a aceptar una decisión tomada por una mayoría cualificada.
Segun el Wall Streel Journal del 13 de enero de 2012, estos hedge funds detentan
más de 70 millardos de euros de la deuda griega. Las negociaciones no se darán
sólo sobre el porcentaje de descuento sino sobre quiénes van a firmar tal
acuerdo y la cantidad de deuda que poseen. La prensa podría informar mejor de
todo esto, a fin de sacar a la luz los verdaderos negocios que se hacen
utilizando la deuda ilegítima
Sobre esta cuestión, la izquierda griega -es decir,
la izquierda radical- plantea con justeza el rechazo del pago de la deuda, una
posición que se expresa con matices diversos. Pero también existe otro debate
entre las fuerzas de la izquierda radical; es el debate en torno a la salida o
no del euro. El artículo de Antonis Davanellos -uno
de los portavoces de DEA (Izquierda obrera internacionalista), que se sitúa en
el ala izquierda de la coalición SYRIZA- nos presenta este debate. La redacción
de A l’encontre comparte su punto de vista.
Redacción A l’encontre]
Desde hace dos años, la experiencia griega, bajo la
vigilancia suprema de la troika (Unión Europea, FMI y Banco Central Europeo) y
los estrictos programas de austeridad que vienen de ella, ha llevado al colapso
de las ilusiones relativas al "europeísmo" y a la "europeización".
Hace diez años, bajo la influencia de argumentos
convergentes de la derecha y, sobre todo, de la socialdemocracia, en Grecia tomo
cuerpo una amplia corriente de opinión basada en la falsa esperanza de que
llegando a ser miembros de la UE y de la eurozona, la economía (capitalista)
griega entraría en una fase de crecimiento duradero y que, en ese proceso, al
incrementarse a "tarta" a repartir, también saldrían beneficiados los
asalariados y asalariadas.
Ahora mismos estas ideas están hechas añico,
carbonizadas. Y por ello, el debate sobre las perspectivas adquiere una
relevancia de primer orden. Miles de trabajadores y trabajadoras se interesan en
él y, por ello, adquiere una amplitud e importancia política sin
precedentes.
En el futuro próximo vamos a asistir a cambios
importantes. Los podemos enumerar aquí. En primer lugar, la modificación de la
actitud de los países más importantes de la UE. De hecho, la canciller alemana
Angela Merkel y el presidente francés Nicolas Sarkozy ya han adoptado una
orientación a favor de una Europa a dos velocidades y de un euro que se adapte a
esta situación. Países como Grecia, pero también España, Portugal e Italia, van
a verse relegados del primer vagón del tren de la UE. Entre las decisiones
adoptadas por la cumbre europea del 9 de diciembre de 2011, se afirma por
primera vez la posibilidad de expulsar de la UE a un "Estado fallido". Por el
momento, esta perspectiva concierne fundamentalmente a Grecia.
En segundo lugar, sectores de las clases dominantes
en Grecia empiezan a cambiar de posición. Evidentemente, los banqueros, algunos
grupos industriales y los armadores prefieren continuar como miembros del "club" del euro y declaran que están dispuestos a seguir atacando
brutalmente a la gran mayoría del país para alcanzar este objetivo; pero, por
primera vez en estos últimos años, determinados sectores -y algunos de ellos,
entre los mencionados- comienzan a realizar cálculos para valorar si les resulta
beneficioso seguir en la zona euro. La razón de este giro se encuentra en las
características que está adquiriendo la crisis económica internacional y las
decisiones que se adoptan para la gestión de la así llama crisis de la deuda
soberana.
En la prensa de la clase dominante griega se están
publicando artículos en el sentido de que el capitalismo griego existía y
funcionaba antes de la existencia del euro y que, del mismo modo, podría seguir
existiendo fuera de la eurozona. Los analistas más perspicaces detectan ya
movimientos hacia la salida del euro en fracciones de la clase dominante con el
fin de disponer de una capacidad de control de la situación en caso de grandes
turbulencias económicas, sociales y políticas que conducirían a un "giro nacional", "soberanista" del capitalismo
griego y a un vuelta obligada a la dracma. Los políticos más lúcidos -por
ejemplo, el ministro de Finanzas, Evangelos Vanizelos- piensan que estas
decisiones no se plantean a largo plazo sino que puede que sea necesario
adoptarlas en los próximos meses.
Evidentemente, la crisis ha minado el poder de los
capitalistas griegos y ha reducido su capacidad para actuar con "independencia" de las grandes potencias; pero la posibilidad de
adoptar este tipo de decisiones "independientes" -ciertamente,
dentro de unos límites- no ha desaparecido. Sobre todo si se tiene en cuenta que
los capitalistas griegos y su Estado continúan siendo una fuerza con peso en los
Balcanes y en el Este de la región mediterránea. Un papel reforzado por la
alianza político-militar con el Estado de Israel que trata de asegurar su acceso
a los recursos energéticos en esta región mediterránea (se está explorando
yacimientos de gas y petróleo en el Mediterráneo oriental, lo que se ha
convertido en un elemento de discordia entre Chipre, Grecia y Turquía) y
conservar una estabilidad geopolítica en la zona tras los cambios producidos por
las llamadas "revoluciones" del mundo árabe y el cambio de orientación de
gobierno turco.
En ese contexto, la "izquierda europea" piensa que
la mayoría de las corrientes de la izquierda anticapitalista griega son
favorables a una salida de la eurozona y a una vuelta al dracma. No es del todo
exacto.
El Partido Comunista Griego, la fuerza política más
importante a la izquierda, ha estado tradicionalmente a favor de una salida de
la eurozona y de la Unión Europea. Actualmente, el PC dice que estos objetivos
sólo pueden alcanzarse a través de un régimen político que ellos califican de
este modo: "Un poder popular y una economía popular". Su
dirigente, Aleka Papariga, afirma que si la vuelta al dracma se realiza en el
contexto actual de relación de fuerzas, traerá un ataque especulativo sin
precedentes y una pauperización de los asalariados y campesinos, también sin
precedentes. Estoy parcialmente de acuerdo con esta posición. Digo parcialmente,
porque no sé, ni de forma aproximativa, qué es lo que significa la fórmula
"poder popular y economía popular" que el Partico Comunista sitúa entre el
capitalismo y el socialismo.
No obstante, estoy de acuerdo en que la vuelta a la
dracma bajo la batuta de los capitalistas y de su Estado tendría unos efectos
devastadores sobre la población. La vuelta a la dracma -que, de entrada, se
encontraría devaluada - conduciría a una nueva devaluación, lo que implicaría
una depreciación de las rentas y haberes salariales (salarios, pensiones,
vivienda, etc.) y, también, de los "activos" campesinos: una
devaluación de las tierras cultivables. Por contra, los capitalistas griegos que
detentan riquezas evaluadas en 600 millardos de euros -es decir, más del doble
de toda la deuda griega- podrían comprar a precio de ganga las empresas
públicas, los hospitales, las tierras cultivables…
Es decir, se daría una transferencia colosal de
riqueza de lo público a lo privado, transferencia que se puede comparar a la que
se produjo en los países del Este tras la caída del muro en 1989.
Desgraciadamente, un sector de la izquierda
anticapitalista no ha comprendido esta trampa que ha puesto al descubierto el
Partido Comunista. ANTARSYA, por ejemplo, ha adoptado el siguiente lema en su
último congreso: "Por una salida anticapitalista del euro". Un
eslogan sin rigor alguno. Si se plantea como perspectiva estratégica de
derrocamiento del capitalismo, situar la cuestión de la moneda como punto de
partida, no es la mejor opción. Desde ese punto de vista sería mejor un eslogan
tradicional: "Todo el poder a los consejos obreros, campesinos y
populares" o, dicho de otro modo, a las estructuras de autoorganización
democrática. Pero un eslogan semejante no haría sino evidenciar la distancia
enorme que existe entre este objetivos y las tareas presentes, así como las
responsabilidades actuales de la izquierda anticapitalista.
Para los camaradas (la mayoría) de ANTARSYA, la
forma de resolver esta contradicción en su actividad política cotidiana se
traduce en obviar el adjetivo anticapitalista (del eslogan "por
una salida anticapitalista del euro") y plantear lisa y llanamente la salida
del euro para, de ese modo, poder gestionar la política monetaria y la
devaluación de la moneda como medio para recuperar competitividad y, de paso, la
reconstrucción productiva del país.
Esto nos traslada de nuevo a las ideas de ciertos
economistas radicales "realistas". Por ejemplo, Costas Lapavitsas, que propone un retorno inmediato a la
dracma y una devaluación sistemática como la única posibilidad de reforzar la
capacidad competitiva de las empresas griegas y de sus exportaciones. De ahí
vendría la posibilidad de una reconstrucción productiva del conjunto del país.
Es una "solución elegante" pero con los pies de barro. La
dracma no sería la única moneda a realizar una devaluación competitiva. También
lo haría el escudo (portugués), la peseta (española), la lira (turca), etc. ¿El
resultado?: la carrera por la competitividad se transformaría en una guerra
económica en las que la víctimas serían las gentes asalariadas y los
capitalistas acapararían los beneficios. En cualquier caso, Lapavitsas tiene la
decencia de admitir que a medio término el resultado de sus propuestas
implicarían restricciones (penurias) importantes para la población en lo que
respecta a la alimentación, los medicamentos, carburantes, etc. Algo que ninguna
fuerza política de izquierdas se atreve a decir pero, ¿no deberían hacerlo?
En realidad, estamos asistiendo al renacimiento de
las ideas, de carácter nacionalista más o menos afirmado y reformista, de las
viejas corrientes de izquierda. A principios de los años 60, una fracción
significativa de los economistas radicales (entre los que se encontraba Andreas
Papandreu, fundador del Pasok) proponía una vía análoga para el desarrollo del
capitalismo griego: la nacionalización de sectores "estratégicos" (energía, agua, telecomunicaciones, transporte,
etc.), una política exterior independiente, un reforzamiento de la industria
pesada, medidas proteccionistas para apoyar la producción griega, etc. En
teoría, se trataba de una política que sólo podría ser puesta en práctica por un
gobierno de izquierda, una política que conduciría "objetivamente" al socialismo. En la práctica, fue la orientación
que aplicó ampliamente la Junta Militar entre 1967 y 1974. Y sobre todo, la que
aplicó el primer gobierno de derechasque le sucedió, liderado por Constatin
Caramanlis, que algunos políticos de derechas calificaban como un "maníaco socialista".
Este tipo de orientación está muy alejado del
contexto al que hacen frente hoy en día los trabajadores y trabajadoras en
Grecia. Nuestra tarea principal consiste en oponernos y hacer
fracasar las políticas de austeridad. En esta confrontación, y a través
de ella, tenemos que acumular fuerzas -tanto en el
movimiento sindical como en la izquierda política- para dar
contenido a la perspectiva del derrocamiento del capitalismo y la batalla por el
socialismo. En este esfuerzo, es preciso excluir la posibilidad de que
los asalariados, que ya han sufrido medidas muy duras de "devaluación interna" bajo el imperio del euro, se vean forzados a
pagar el precio de una reconstrucción capitalista bajo la égida de un giro "nacional", esta vez bajo el reinado de la dracma.
Esta es la orientación que tratamos de desarrollar
en SYRIZA a través, entre otros, del eslogan "Ningún sacrificio
por el euro; ninguna ilusión en la dracma".
De ese modo, tratamos de plasmar una orientación de
izquierda que haga frente al vulgar "europeísmo" que tiene por
función legitimar las políticas de austeridad actual; y, también, el rechazo a la consigna de retorno inmediato a la dracma.
Entre otras razones porque, como hemos explicados más arriba, el giro "nacional" no es la posibilidad más probable. Y si llega a darse
-en el marco de la relación de fuerzas socio-políticas actuales- el resultado
será amargo para nuestra población y desastroso para la izquierda; especialmente
si se supedita a tal giro y no está preparada política e ideológicamente.
Muchos camaradas desarrollan el argumento de que el
euro no es un símbolo neutro. Comparto esa opinión. El euro representa y
simboliza las políticas neoliberales extremas que dominan la UE desde hace 25
años. Pero la dracma tampoco es un símbolo neutro. La dimensión simbólica de una
moneda está sujeta al hecho de quién controla la economía y quién controla el
poder político. Y en la historia de las revoluciones hasta el día de hoy, la
cuestión de la moneda no ha sido nunca el punto de partida del proceso.
Otros camaradas, fundamentalmente de ascendencia
trotskista, apoyan la salida del euro como elemento del llamado "programa de transición". Una manera un tanto "flexible" de interpretar los elementos constitutivos de ese
programa. Dicho de otro modo, los camaradas tratan de cambiar el mundo
comenzando por el techo, al tiempo que subestiman los peligros de compromiso con
las orientaciones proteccionistas, propias de un "realismo
económico" y del nacionalismo, incluso si este último es moderado y se
expresa bajo una variante de "izquierda".
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