Son los ecos del apetito imperial,
ansioso por devorar a Cuba, y no los de la “libertad” capitalista que pregonan
los aspirantes presidenciales Romney, Gingrich y Santorum, los que resuenan en
la actual contienda republicana, y en general, en los oscuros laberintos del
Departamento de Estado
norteamericano.
Andrés Mora
Ramírez / AUNA-Costa Rica
(Fotografía:
los aspirantes presidenciales Rick Santorum, Newt Gingrich y Mitt
Romney, en el debate del Partido Republicano en
Florida)
Cuba, isla mayor de las Antillas,
ese fiel de la balanza americana ante la fuerza de la república imperial del
norte -como las llamó con acierto José Martí-, ha sido el centro de la campaña
del Partido Republicano para definir a su candidato a las elecciones
presidenciales de los Estados Unidos, del próximo mes de noviembre.
En las primarias de Florida, los
aspirantes republicanos, sin ocultar la voracidad de los apetitos imperiales, se
aferraron a los viejos libretos de la Guerra Fría y dieron cátedra de terrorismo de
Estado en debates e intervenciones ante los medios de comunicación: el
multimillonario Mitt Romney -ganador de la contienda-, Newt Gingrich y Rick
Santorum, casi al unísono, declararon estar dispuestos a prolongar el bloqueo
económico a Cuba “hasta que los Castro mueran” y a emplear todos los recursos y
métodos disponibles (incluidas las operaciones encubiertas en apoyo a “la
disidencia”), para destruir la Revolución Cubana, y entonces, cuando eso
ocurra, salir al auxilio financiero de la isla con una invasión de inversiones,
créditos y capitales que garantincen, según estos altruistas prohombres, la
"libertad" del pueblo.
Estos planes, agitados como
bandera electoral en Florida, no son otra cosa sino la expresión del odio que
profesa un amplio sector de la clase política estadounidense hacia los legítimos
derechos y aspiraciones de todos aquellos hombres y mujeres que en Cuba, ayer y
hoy, se han levantado para luchar por la nación cubana, su cultura, su auténtica
libertad y soberanía, y por el ejercicio irrenunciable de la
autodeterminación.
Que esta actitud opresora
permanezca vigente en nuestros días, tampoco debe sorprender: tal es la marca
distintiva del desarrollo imperial-capitalista de los Estados Unidos desde
finales del siglo XIX y la voracidad expansionista que impulsaron tanto sus
elites políticas como los empresarios monopolistas, conocidos como barones
ladrones (robber barons), hacia
América Central y el Caribe.
Específicamente en el caso cubano,
resulta imposible desligar las luchas independentistas, primero, y luego de
liberación, emprendidas por los revolucionarios cubanos de los siglos XIX y XX,
de la historia del imperialismo norteamericano.
Howard Zinn, en su obra clásica La otra historia de los Estados Unidos,
demuestra que tras la intervención estadounidense en la guerra hispano-cubana en
1898, se movían los intereses industriales y financieros de los grandes robber barons: John Jacob Astor, William
Rockefeller, Thomas Fortune Ryan y J.P. Morgan.
Zinn explica: “Cuando terminó la guerra, los americanos
comenzaron a hacerse cargo de los ferrocarriles, las minas y las propiedades
azucareras. En pocos años, se invirtieron 30 millones de dólares de capital
[norte]americano. United Fruit entró en la industria azucarera cubana. Compró
1.900.000 acres de terreno a unos veinte centavos el acre. Llegó la Compañía de
Tabaco Americana. Para el final de la ocupación, en 1901, al menos el 80% de las
exportaciones de mineral cubano estaba en manos [norte]americanas, sobre todo de
Aceros Bethlehem.
Ese régimen neocolonial impuesto
en la isla por los robber barons fue
el que derrocó la Revolución en 1959: y esa es, precisamente, la herida abierta
en el orgullo del imperio y por la que desde hace medio siglo agrede
sistemáticamente al pueblo cubano.
Son los ecos del apetito imperial,
ansioso por devorar a Cuba, y no los de la “libertad” capitalista que pregonan
los Romney, Gingrich y Santorum, los que resuenan en la actual contienda
republicana, y en general, en los oscuros laberintos del Departamento de Estado
norteamericano. La Revolución Cubana, que apuntala el rumbo del proceso de reformas económicas,
políticas y sociales –un momento crucial para su futuro-, sigue en la mira de
los Estados Unidos.
Cuba todavía duele a los
imperialistas
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