sábado, 9 de abril de 2011

El Diario de El Paso: Alegatos finales, 2, Por José Pertierra

EL TURNO DE LOS ABOGADOS DEFENSORES

Los abogados de Posada Carriles comenzaron sus alegatos con el curioso argumento leguleyo de que el acusado no mintió, pero, si mintió, sus mentiras no valen como mentiras, porque debido al antecedente penal panameño de haber tratado de hacer volar con 200 libras de explosivos C-4 una sala universitaria llena de estudiantes, él no calificaba para asilo o para la ciudadanía de todas maneras.
“Tampoco importa que hayan encontrado un pasaporte guatemalteco con su fotografía y otro nombre”, le dijo Rhonda Anderson al jurado.
“Inmigración sabía que Posada Carriles no calificaba para el asilo o para la ciudadanía debido a ese antecedente penal, y utilizaron las entrevistas para atrapar a un anciano de 78 años. Por eso también las supuestas falsas declaraciones no importan”, alegó la abogado defensora y le dio la palabra al defensor principal del acusado, Arturo Hernández.
El abogado Hernández se levantó y con suma parsimonia se justó los espejuelos en la punta de la nariz. Se abotonó el saco.  Estiró las mangas de su camisa, haciendo más evidentes unos yugos que llevan la imagen de la bandera cubana. Entonces se acercó al podio. Alargando una pausa dramática, era como hubiera llegado a escena una estrella de teatro.

EL INCONFUNDIBLE HONOR Y PLACER DE REPRESENTAR A POSADA

“Mi nombre es Art Jernandes, y tengo el inconfundible honor —el inconfundible placer— de representar a Luis Posada Carriles”, le dijo al jurado. Pidió que se levantara “Luis” para que éste saludara a “las damas y los caballeros del jurado”.
Con voz quebrada de emoción, Hernández comparó —durante una largo recuento— el juicio de Luis Posada Carriles en El Paso con el juicio de Sócrates en Atenas, el de César en Roma, el de Dreyfus en Paris, y a otros célebres procesos de la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos. “Los ojos de la historia los están vigilando a ustedes”, les dijo al jurado.
El fiscal Timothy J. Reardon enrojeció, se levantó y protestó. “Esto no está permitido, Su Señoría, el abogado Hernández está tratando de apelar a las pasiones del jurado inapropiadamente. Debe concentrarse en la evidencia”, le dijo el fiscal a la jueza Cardone.
La jueza reconoció que Reardon tenía razón, y le pidió al abogado Hernández que se dirigiera a la evidencia.
Sin embargo, Hernández insistió, y dijo aparentemente emocionado: “50 años del exilio del pueblo cubano es pasión. La pasión no es un pecado”.

HERNANDEZ OFRECE SUSTITUIRSE POR SU CLIENTE

Hernández entonces le dijo al jurado que las circunstancias del caso Posada Carriles son parecidas a las que describe el escritor inglés Charles Dickens en la novela La Historia de las dos ciudades. Sin explicarle al jurado bien el cuento y con la cara colorada de pasión por Luis Posada Carriles, Hernández exclamó: “¿Se acuerdan? La novela del abogado que se sustituyó por su cliente para salvarlo”.
Hernández no le explicó al jurado, pero uno de los personajes de Dickens es Charles Darnay, detenido en París y amenazado con la guillotina después de un juicio injusto. Un abogado parisiense de apellido Carton, durante su visita legal al calabozo, cambia su ropa con la de su cliente para que éste se escape y el abogado se quede. Poco antes de que la guillotina le corte la cabeza, el abogado ve el futuro de las personas por las que ha dado su vida.  El pequeño detalle es que aquí en El Paso todo gira sobre si un acusado miente o no. Es melodrama de sainete.
El fiscal Reardon movía su cabeza incrédulo ante la actuación que le ofrecía Art Jernandes al jurado en El Paso.

LOS ACOMPAÑANTES DE POSADA CARRILES

El abogado defensor continuó citando la novela de Dickens, una novela muy conocida porque es parte de las lecturas escolares de los adolescentes estadounidenses. “Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos”, leyó Hernández. La famosa frase con la que comienza Dickens su novela.
“Para el señor Posada es el mejor de los tiempos porque en marzo de 2005 volvió a su casa [Miami] después de muchas batallas. Volvió a su esposa, a sus hijos y a sus nietos”, dijo Hernández mientras señalaba hacia una parte de la sala judicial donde estaban sentados quince chicanos: los familiares y empleados del abogado defensor Felipe Millán. ¿Habrá logrado convencer también al jurado de que la “familia” del acusado no se parece en nada a él?
“Pero estos también son los peores de los tiempos”, dijo Hernández. “El regreso de Posada Carriles a su casa avergonzó a los Estados Unidos”, añadió. Después de otra pausa melodramática, Hernández declaró: “Sí, el señor Posada es culpable. Culpable de haberse puesto viejo, y culpable de ya no serle útil a los Estados Unidos que se ha comportado de forma hipócrita e ingrata”.
Reardon volvió a protestar. La jueza le dio la razón al fiscal, pero Hernández ignoró la advertencia y siguió con su monólogo.
“Este caso está basado en una decepción, pero es la de los Estados Unidos que atrapó a mi cliente para que pensara que le iban quizás a conceder el asilo o la ciudadanía, y sin embargo utilizó las entrevistas para preparar una causa contra él por haber mentido”, dijo el abogado defensor.

LOS TRAPOS SUCIOS

“El involucramiento del señor Posada fue mejor expresado por María Elvira Salazar, quien recordó que el anciano simplemente había alardeado durante su entrevista”, dijo el abogado de Posada Carriles.
Sobre las fotografías de los hoteles donde explotaron las bombas, Hernández le preguntó al jurado: “¿Qué pruebas tenemos de que los comunistas en Cuba no hayan falsificado las fotos?”
“El fax de Solo es una fffffffalsificación”, dijo Hernández tartamudeando con rabia.
Durante todo esto proceso, la estrategia del abogado de Miami no se destacó por la evidencia que presentó, sino por los testigos que atacó. Los calificó como mentirosos, ladrones, comunistas, terroristas y mujeriegos.

Durante su alegato final, calificó a Tony Alvarez como el terrorista que organizó la campaña de bombas en La Habana en 1997, y un ladrón especializado en el lavado de dinero. De la periodista Ann Louise Bardach dijo que hace periodismo amarillista. “Es incapaz de decirle la verdad al Papa”, dijo entre la risa y la rabia. “Ella alteró las grabaciones para ocultar la verdad”, añadió el abogado defensor.
El testigo cubano Roberto Hernández Caballero, dijo el abogado defensor, “es un torturador”. Lo comparó con un agente del Gestapo nazi y repitió mientras le mostraba la fotografía del inspector cubano al jurado: “Ese tipo es un torturador”.
Mostró una foto de Fidel Castro con el retrato de Posada Carriles en la mano.  “Todo lo que venga de ese régimen es sospechoso”, dijo el letrado. Acusó a Cuba de haber falsificado los coordinados del lugar donde unos MIG cubanos dispararon contra las avionetas de Hermanos al Rescate y citó al abogado de uno de los asesinos de Orlando Letelier como evidencia de eso.

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