jueves, 3 de noviembre de 2011

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Desinformémonos.org – Un renovado movimiento estudiantil crece en Chile desde mayo de este año. Son ya seis meses de protestas en las calles, asambleas y articulaciones con otros sectores de la sociedad, bajo la demanda primera de un nuevo modelo de educación que se traduce en una demanda contra el sistema neoliberal en general.

Camila Vallejo, una joven de 23 años estudiante de la carrera de Geografía, se convirtió en una de las figuras visibles del movimiento más importante en Chile desde la llegada de la Concertación. Presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, militante de las Juventudes Comunistas, Camila habla en entrevista con Desinformémonos de los retos y esperanzas del movimiento, de los logros obtenidos y de los temores actuales. En la primera entrevista concedida a un medio de comunicación mexicano, Camila saluda a los estudiantes de la UNAM y envía un mensaje a los jóvenes de América Latina.

A continuación la entrevista completa:

¿Qué es ser de izquierda hoy?

Primero hay que entender que es necesario hacer cambios profundos en la sociedad y el sistema político-económico y cultural, que es la estructura, pero además la conciencia de que eso requiere hacer acción colectiva, trabajo colectivo y trabajar de manera organizada y en unidad. En segundo lugar, esa transformación tiene que ir en pos de recobrar la soberanía de los distintos pueblos; particularmente en Chile, que esa soberanía no solamente se traduzca en la recuperación de lo recursos naturales, sino también en el poder distribuir de mejor forma el poder político, una democracia mucho más colectiva, mucho más participativa que implica generar a nivel institucional los espacios necesarios para que sean las distintas sociedades las que tomen en sus propias manos la construcción del futuro, y eso con el principio básico de apostar mayor justicia social, que pasa tanto por justicia distributiva como justicia productiva y, en ese sentido, no sólo se mete en la recuperación de los medios de producción materiales sino también culturales, en el conocimiento, tienen que democratizarse. Creo que ese es el gran desafío hoy día de la izquierda.

¿Por qué este movimiento surge ahora, 23 años después del término de la dictadura? ¿Por qué tenía que pasar tanto tiempo? Parecía que en Chile no pasaba nada…

En Chile siempre están pasando cosas, lo que pasa es que hacia afuera no se muestra eso, hacia afuera se dice que somos unos jaguares de Latinoamérica, que somos un país ejemplar, con un modelo educacional ejemplar, que tenemos una estabilidad a nivel de gobierno muy clara, un abrupto crecimiento económico, que hemos atacado a la pobreza, pero no se muestra cómo se han ido acumulando ciertos descontentos sociales producto de luchas que no han tenido un buen final.

Hemos tenido movilizaciones no tan masivas como ésta, pero que han sido importantes, que han planteado cambios sobre la mesa y aún así nuestra institucionalidad política no les ha permitido expresarse y que esa opinión se traduzca en algo vinculante, como un proyecto de ley; entonces hay una acumulación de descontento que obviamente tiene que ver también con el desarrollo, la perpetuación y la profundización de la desigualdad en nuestro país, un país que ha combatido la pobreza, la indigencia y donde, sin embargo, la desigualdad se acrecienta cada vez más, y lo peor, es que la gente ha tomado conciencia de que esa desigualdad no es por mero continuismo de algo, sino que se está reproduciendo producto del sistema imperante que fue instaurado a fuerza en la dictadura. Ahí se refleja que este estallido social, como se le ha señalado, no es algo espontáneo sino que viene de toda esa acumulación y maduración de luchas sociales anteriores.

¿Por qué ustedes tienen tanto apoyo y tanta simpatía de la gente y no sólo en Chile? ¿Esperaban una reacción así al principio?

Creo que atacamos problemas medulares del sistema y creo que eso ha generado transversalidad. Esta no es una lucha gremial, por la defensa de algo corporativo o algo que no involucre directamente a los estudiantes, sino que la problemática que se ha planteado y la demanda que se erige es una demanda social, que es para todos, no solamente para la actual generación sino que para la futura, y eso ha generado simpatía y ha también despertado la conciencia de mucha gente, devolviendo la esperanza a quienes habían luchado anteriormente pero por temor no siguieron luchando, y creo que eso ha sido la principal riqueza de este movimiento: la transversalidad, el despertar de la conciencia, el atacar el problema medular y por sobre todo la consecuencia del movimiento; creo que no hemos tranzado, no por intransigencia sino por responsabilidad ante cuestiones que para nosotros son éticas y morales, que son lucha legítima. En ese aspecto creo que se ha generado el mayor respaldo social a este movimiento.

¿Cuáles son los miedos y las esperanzas de este movimiento después de tantos meses?

La esperanza es mucha, porque se ve que Chile ya no es el mismo de antes, que a partir de esto hay un despertar pero también un cambio o el inicio de un cambio en la estructura mental, que no está todavía, pero se vislumbra; y que a partir de aquí se pueden desarrollar procesos de construcción mucho más arraigados en la base social que posibiliten reconstruir el tejido social que se ha destruido durante la dictadura.

El temor más grande es el que esto se mantenga de manera lineal y que no tenga éxito, y que la frustración sea tan grande que el repliegue también sea muy prolongado. En ese sentido, el cómo poder hacer ahora, por ejemplo, repliegue táctico para la acumulación de fuerza y para replantearse la estrategia, dado que el gobierno no está haciendo nada, creo que es el mayor temor- “¿Qué va a pasar con esto?”, no solamente lo decía Lenin, sino que otros grandes intelectuales hablaban de cómo tienen que darse las luchas sociales, es que hay momentos donde uno no puede hacer sólo presión, presión, presión, inertemente, sino que uno también tiene que tomar el pulso, retroceder y volver a presionar con más fuerza. Y creo que eso falta, y todavía no lo hemos podido aplicar.

¿Qué lugar ocupa la tecnología en la vida cotidiana de los jóvenes chilenos? ¿Qué valor dan ustedes a las redes sociales? ¿Han sido realmente tan importantes para este movimiento?

Son una herramienta dinamizadora de los flujos de información, de las convocatorias, creo que han permitido mayor fluidez pero no han sido el factor determinante para la articulación de un movimiento amplio y masivo. Creo que eso se trabaja en el seno de la organización, de una forma personalizada. Es decir, este movimiento no se levantó gracias a las redes sociales. Se levanta la construcción que viene desarrollándose desde hace muchos años. Son las organizaciones, es su maduración política orgánica, la articulación que se ha generado con otros espacios. El rol de las redes sociales ha sido dinamizar pero no para construir el movimiento; la construcción ha sido del trabajo personal, no mediatizado por Facebook, ni Internet o Twitter.

¿Cómo participa el pueblo mapuche en las movilizaciones estudiantiles?

El pueblo mapuche es un actor que aunque no es mayoritario, sí se ha integrado a este proceso. No solamente por la demanda histórica de la recuperación de sus tierras es mucho más antigua que la nuestra, sino porque la problemática de la educación es mucho más integral de lo que pensábamos. De cómo se forma, cómo se educa. Es a través del proceso de educación que se respetan las distintas identidades, y en este caso, el considerar como una nación a un pueblo que no es el mismo que el pueblo chileno, que es el pueblo mapuche, que es distinto. Entonces, el proyecto educativo que nosotros creemos que hay que crear para el futuro tiene involucrar la realidad del pueblo mapuche: su historia, su construcción, su visión de sociedad, su visión de futuro, su relación con el medio; esas cosas nosotros no solamente tenemos que planteárnoslas como un desafío para involucrarlas en el sistema educacional, sino como una cuestión aparte, también tenemos que retroalimentarnos de ese conocimiento. Ahí ha jugado un papel muy importante el pueblo mapuche con la integración particular de la Federación Mapuche de Estudiantes a la Confech, que nos ha permitido repensar el proyecto educativo con este factor.

¿Cuál es el rol de la prensa y de los periodistas en este proceso?

Son un poder fáctico. La prensa en Chile está muy manejada por los grandes grupos económicos, juega en gran medida a favor de los intereses del gobierno, obviamente. Todos conocemos los duopolios que hay detrás de los grandes medios de comunicación. En este proceso, al menos al principio, dispuso muy bien la opinión pública a lo que estaba sucediendo porque no había otra, porque era muy masiva la manifestación, muy creativa, muy diversa, alegre; ahí el rol que juegan los medios también tenía que ser un poco más imparcial. Sin embargo, con el desarrollo del conflicto ha llegado el punto en que no se soluciona nada con el gobierno y los medios han tomado otra estrategia, ya clara de indisponer a la opinión pública ante el movimiento estudiantil, los movimientos sociales, y si uno lo ve en las calles, la disposición se centra en la supuesta delincuencia, en la violencia, en la necesidad de poner mano dura, de criminalizar la protesta social; entonces, obviamente, los medios de comunicación son del sistema –un sistema comunicacional- en que se permite reproducir la hegemonía de un discurso dominante, un discurso que proviene particularmente del gobierno actual, de los sectores más reaccionarios.

Otra cosa son los medios alternativos, la radio; ellos juegan un rol que se ha estado diversificando y ampliando más, producto de la necesidad de comunicar de mejor forma lo que está sucediendo. Con más objetividad, un poco más a favor de lo que es realmente el movimiento estudiantil.

¿En qué momento sintieron que este movimiento tendría tanta fuerza?

La verdad es que nos ha sorprendido a todos. En la primera manifestación no esperábamos más de 3 mil personas y llegaron alrededor de 10 mil; ahí fue la primera vez que nos sorprendimos. Luego vino la segunda y la tercera crecía y no paraba y no paraba y todos nos sorprendimos; cada manifestación que convocamos adhería más gente.

La verdad es que sí hubo una sorpresa continua durante todo este tiempo y en algún momento sí pensamos “chuta, esto tomó un salto cualitativo mayor”. Nosotros siempre supimos que la demanda partía de algo simple, concreto: el endeudamiento, el problema del financiamiento, llegando a las propuestas más políticas, el sistema educacional que queremos y una cuestión mucho más social –y política, también- que tiene que ver con el cuestionamiento del modelo de desarrollo que hay en Chile. Entonces empezamos a ver que la demanda no era sectorial, sino que era multisectorial, un problema más sistémico; que había una totalidad de sectores y que todos estaban afectados producto de este modelo de desarrollo que produce desigualdad, que produce injusticia, que no garantiza los derechos fundamentales.

En determinado momento nos dimos cuenta de que estábamos dando un salto cualitativo y que aquí no solamente se cuestionaba la calidad de la educación, sino la calidad de nuestra democracia, una democracia coja, débil, que requiere replantearse, reformularse y, en ese cuestionamiento, empiezan a involucrarse otras muchas organizaciones, muchos otros sectores, donde está la principal riqueza del movimiento actual. Se involucran trabajadores, pobladores, movimientos ecologistas, homosexuales, etcétera. Todas las minorías con planteamientos de mayorías.

Una vez, hablando de los partidos oficiales de la izquierda de México, el subcomandante Marcos dijo que son “la mano izquierda de la derecha”. ¿Esta identificación sería válida para la Concertación también?

Sí, claro que sí. Finalmente la Concertación es la otra derecha. La verdad es que en Chile nunca tuvimos socialdemocracia. Nunca tuvimos un regreso a la democracia dentro de un proceso de transición; es como una transición que nunca termina, pero que es más que nada la administración del modelo impuesto en la dictadura que nunca lograron cuestionar a pesar de que tuvieron las posibilidades y el quórum necesario para hacer un cambio estructural, porque se acomodaron en el modelo neoliberal que les generó también un beneficio, en el ámbito de la educación, por ejemplo.

La Concertación tiene un conflicto de interés. Tiene escuelas, tiene universidades, etcétera. Entonces toda esta crítica, toda esta desconfianza que surge de los jóvenes y en general de la sociedad en su conjunto hacia la Concertación se justifica, y ahí la Concertación tiene que hacerse cargo. Tiene que hacerse cargo de todo lo hecho y de capitalizar políticamente esto o que impere el oportunismo político; tiene que haber humildad y tiene que haber una autocrítica muy fuerte.

La Revolución de los pingüinos

Durante la revolución de los pingüinos yo estaba en el primer año de la Universidad; claro, yo lo veía como una cuestión impresionante, impactante a nivel de masividad. Fue mucho más corta, más breve, esa manifestación.

Mi opinión personal es que se perdió la oportunidad de llamar a otros sectores; creo que los estudiantes secundarios quisieron jugar un papel protagónico. Creo que ellos quisieron ser protagónicos en ese momento y no involucrar a otros sectores; pensaban en los universitarios como “apoyen pero no sean parte de”. Entonces creo que hubo una marginación, que a lo mejor es entendible y legítima en ese momento, para no mezclar elementos y apostar a una demanda central y para que nadie instrumentalice el movimiento; había una oportunidad real de hacer una cuestión más transversal y de mayor presión porque entró una instancia de negociación con la Comisión Asesora Presidencial en donde no hubo una buena preparación, donde no hubo una correlación de fuerza y se terminó por traicionar rápidamente por parte de la clase política y eso generó un golpe y una frustración muy grandes, que lo cortó de tajo. Pero eso también nos ayudó a nosotros a madurar y a tener esos elementos para no caer en el mismo juego, nos sirvió como experiencia y por eso, también, esto ha durado tanto y no ha caído tampoco en el juego de la manipulación de nadie.

Cuando el movimiento de estudiantes chilenos recién estaba prendiendo, la prensa que no sabía ni escribir correctamente tu apellido, de inmediato te tildó de “líder” de este movimiento. Parece que en estos tiempos, después de la caída de los “socialismos reales”, que tal vez no fueron tan reales ni tan socialismos, la gente y los jóvenes no quieren más líderes ni vanguardias iluminadas… Vivimos una necesidad de replantear el tema del poder no sólo fuera sino también dentro de nuestros movimientos… ¿Cómo ves este tema? ¿te sientes una líder, una dirigente, una coordinadora, una vocera?

Yo creo que la historia nos puso acá. No creo que seamos líderes natos, yo creo que las circunstancias me obligaron a estar aquí; podría haber estado otro. Y nos tocó a los dirigentes en este momento. Creo que este movimiento se debe principalmente al trabajo de todos, no principalmente a las caras más visibles sino a todos los que construyen día a día esto. No porque salgan a marchar, sino que construyen desde la asamblea, desde la articulación con otras organizaciones, y, en ese sentido, comparto la idea de que el poder no tiene que estar concentrado en un liderazgo sino en la base del movimiento. Y eso es un desafío también, porque hoy día no existe la revocación de poder, o sea, todavía se plantea como la problemática, la demanda y la exigencia, lo mismo de siempre, pero no está la real conciencia todavía, aunque es un potencial que se está generando, el de hacerse cargo, de el “hagámonos cargo de lo que estamos pidiendo”, sabiendo que es una lucha de largo plazo.

Nosotros no depositamos un cheque en blanco cada cuatro años en quienes supuestamente delegamos la responsabilidad de hacer cambios, sino que nosotros mismos nos hacemos cargo de eso. Ahora, yo creo que todavía existe mucho, y no solamente a nivel nacional sino a nivel mundial, la necesidad de ver el tema de los liderazgos, estos héroes que siempre se tratan de instalar en la historia, de que haya héroes que encabecen procesos y la gente como que siente esa necesidad para retomar la esperanza, pero creo que hay que replantearse eso, hacer prevalecer la idea de que el poder y la conducción tienen que ser en masa. Eso es fundamental, y en Chile de alguna manera, se ha desarrollado así, a pesar de que los medios instalan mucho a la personificación.

En los últimos 5 meses te convertiste en una persona muy conocida y querida por la gente, no sólo en Chile. Hay quienes dicen que las personas con el poder o la fama siempre se transforman. ¿Cuál ha sido tu experiencia con este tema?

No sé si me da tiempo para que me suban humos a la cabeza. Creo que todavía me cuesta asimilar el impacto que tiene esto en la gente. Es que muchos se focalizan en yo, yo, mí… Pero creo que no. Creo que tenemos los pies muy sobre la tierra.

Si escuchas a los políticos profesionales, la palabra yo es la más frecuente…

Sí, en los políticos profesionales, pero hablando del movimiento creo que no, hemos sabido equilibrar esta situación y siempre decimos eso también. Creo que es importante recalcarlo, porque muchas veces vamos a foros o charlas y se nos aplaude no por ser nosotros. Los aplausos tienen que ser para todos nuestros compañeros que en estos momentos se lo merecen. Y nosotros estamos en las cámaras, y en las reuniones y haciendo mil cosas, pero se olvidan de todo el trabajo que están haciendo los compañeros y sin ellos esto no sería posible. Quienes están construyendo la base de este movimiento son todos los estudiantes, trabajadores, profesores que trabajan a diario. Eso lo tenemos muy claro, y creo que ha ayudado mucho a no permitir que no se nos suban los humos a la cabeza.

Influencias y referentes históricos

Quizás sea por la cultura que yo recibo de mi partido, pero creo que no hay que ser comunista para valorar y admirar a Violeta, Víctor Jara y Allende. Ellos son los que más admiro como luchadores en el ámbito de la cultura y la política, o sea, eran trabajadores de la cultura y además militantes de un proyecto de construcción, de transformación para mayorías, y sacrificaron todo por eso. Esos son personajes por los que siento mucha admiración y tantos otros que vienen de antes como (Luis Emilio) Recabarren. Y de Latinoamérica hay varios, pero quizás son más intelectuales: Mariátegui, Galeano, el Che, pero a mí me genera mucho más cercanía y admiración el rol de los trabajadores de la cultura y Salvador Allende, que merecen todo mi respeto y admiración.

¿Qué te gustaría decir a los jóvenes de México y América Latina?

A los de México que muchas gracias por el ejemplo de lucha; ellos, los de la UNAM, nos mostraron que sí se puede, y eso es para nosotros muy esperanzador. Y a los jóvenes de Latinoamérica en general que asuman con responsabilidad lo que se ha impulsado, en el sentido de que es necesario siempre regirse por algunos principios; primero, fortalecer nuestras organizaciones, pues son un hilo que a sudor, sangre y lágrimas todos hemos conquistado, hay que resguardarlas y protegerlas porque son nuestro patrimonio, son nuestra principal herramienta para la construcción de una sociedad distinta.

La unidad, a pesar de las diferencias, mantenerla siempre. Las izquierdas son muchas en todos los países; tienen que ser construidas a pesar de esta diferencia. Nuestro enemigo es uno sólo, no está adentro. Por otro lado, entender que las grandes transformaciones no las hacen sólo los estudiantes; hay que involucrar a los trabajadores, a nuestras familias, y hay que tener buenas estrategias de comunicación. Muchas veces creemos que cualquier persona puede entender lo que estamos planteando pero no es así; hay que apostar al sentido común aunque sea el menos común de los sentidos muchas veces, pero hay que apostar a un lenguaje que llegue hasta al más humilde, al más pobre. Y eso es algo que tenemos que tratar con inteligencia, sin perder el contenido.

Es una recomendación, y a seguir adelante, que esta lucha no es solamente de los chilenos sino que es una lucha de todos los jóvenes, de todos los estudiantes de todos los pueblos en el mundo, que es la lucha por la dignidad humana y por la recuperación de nuestros derechos para alcanzar esa dignidad que todos queremos, y sociedades más humanas.

 

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