por MARINA MENÉNDEZ QUINTERO, DEISY FRANCIS MEXIDOR y JEAN-GUY ALLARD
Cuando leyeron El Adversario pensaron que él podía ser uno de los hombres útiles. Raúl Capote buscaba con el libro, esencialmente, homenajear la resistencia de los habaneros en los años 90. Pero los otros quisieron presentarlo como un texto «contestatario» y lo lanzaron al ruedo.
La obra tuvo una gran promoción, aunque había un tramo entre su visión crítica de una Isla atravesada por los dardos del período especial, y los planes agresivos que funcionarios de alto rango de la Sección de Intereses de EE.UU. preveían para nuestro país. Lo reconocieron apenas el primer día que tuvieron al autor frente a frente: querían que la gente se levantara y pidiera una intervención para justificar —como si fueran los tiempos del Maine— la entrada de los marines.
Ahora, quizá, El Adversario no le habría «salido» a Capote igual. «Escribir sobre la realidad cubana de los 90 siempre es muy complejo», sopesa después de estar en un mundo que le reveló las sucias argucias, ilegalidades e hipocresías en que se sustenta la hostilidad de la política yanqui contra Cuba. Siente que sin haber cambiado —porque «siempre he sido revolucionario»— ya no es el mismo. «Tengo una visión muy diferente de muchas cosas».
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